La Nueva Esperanza de un Martes Santo en la calles de Málaga

La Virgen y el Nazareno comenzaron su salida con algunas gotas de lluvia que no interfirieron en el recorrido

Las fotos de Nueva Esperanza en el Martes Santo en Málaga

En directo | Martes Santo al completo: pulso a la lluvia

Un nazareno de Nueva Esperanza en el Martes Santo en Málaga. / Ana Jiménez

El sol destella entre las nubes y el tejado de la iglesia de San Joaquín y Santa Ana de Nueva Málaga. A unos pocos metros, los uniformes de la banda del Rescate de Linares se reúnen en la puerta y lanzan pequeñas miradas al cielo, no por miedo a lluvia, sino por cómo los niños que están en los balcones de la casa hermandad de Nueva Esperanza saludan y ríen con fuerza.

Mientras, los hombres de trono se arreglan, pequeñas versiones de ellos mismos, sus hijos vestidos con las túnicas características de la cofradía, corretean hasta que se dan los primeros toques de campana que solo volverán a resonar en el interior del salón de tronos 14 horas más tarde, en la madrugada, cuando el recorrido más largo de toda la Semana Santa malagueña haya terminado.

Una oración, un silencio y una corneta que grita desde fuera que ya ha llegado la hora. Las puertas se abren y, como si estuviese esperando, unas gotas mojan el suelo. El miedo de repetir lo sucedido el Martes Santo de hace dos años, cuando nada más salir tuvieron que dar un paso atrás, se vuelve muy real y empaña el momento, pero con una firmeza impresionante, el martillo de madera da con fuerza en la campana y la calle se abre a su paso.

Aplausos, paraguas que se abrían y cerraban, y un Nazareno del Perdón que mira a su barrio con el mismo cariño y devoción que el barrio le mira a él. Con la ligereza que le caracteriza, casi corre por Nueva Málaga, seguido de su Madre. Las hileras de capirotes verdes y morados se van disipando en el horizonte y llega ella, la que da nombre a este lugar: María Santísima de Nueva Esperanza, San Joaquín y Santa Ana.

Su sencillez, su manto verde y su gesto dulce parecen eliminar cada rastro de esa llovizna que había marcado el principio pero de la que no quedaba nada al llegar al final de Camino Castillejos. La fe de un barrio, desde los adultos hasta los niños, se mueve con ella al son de la banda de Zamarrilla.

Al llegar a calle Mármoles ya faltaba gran parte del cortejo de pequeños nazarenos, faraonas y monaguillos que probablemente no llegarían a los 10 años de edad. Algunos, los pequeños más decididos, aguantaron unas calles más, e incluso hasta llegar al recorrido oficial.

Los hombros se resienten a medio camino, pero las fuerzas que se reúnen solo una vez al año bajo ese varal, hace que todo el trono siga caminando. Los hombres prestan sus pies al nazareno y a la virgen como si se tratase del propio camino de subida al Monte Góngota pasando primero por calle Larios y por una ciudad que le acompaña en su largo recorrido hasta la madrugada.

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