Nueva Esperanza, la pasión de un barrio
La cofradía, que salió desde el barrio de Nueva Málaga, compone el recorrido más largo de la Semana Santa de Málaga
Nueva Esperanza en el Martes Santo de Málaga, en fotos
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Málaga/Redbull, café o chuches son los elementos que más se veían en las manos de los nazarenos y hombres de trono de Nueva Esperanza desde las 15:00, minutos antes de comenzar la salida procesional de unas 14 horas en la calle, la más larga de toda la Semana Santa malagueña. Unas nubes se colaban en el cielo y en las pupilas de todos los que esperaban a las puertas de la casa hermandad. Con los ojos clavados en el cielo, el miedo de que la escena que se vivió el año pasado, con una salida que apenas duró unos minutos en la calle antes de volverse por la lluvia, volviera a suceder resurgió en el corazón de muchos.
Del temor a los toques de campana del Nazareno del Perdón y de ahí a un rápido paso por las calles de la barriada. Misma escena, pocos minutos después, con la Virgen de Nueva Esperanza, que con la velocidad característica de esta hermandad seguía a su Hijo cargado con la Cruz hasta la ermita de Zamarrilla, donde cada año se le hace un pequeño acto con los titulares de la cofradía del Jueves Santo.
Con el sonido de las cornetas y tambores que precedían el paso de Humillación y Estrella como sonido de fondo, el acto terminaba y ambos titulares se dirigían al centro por calle Mármoles, con los talones pisados por la cofradía perchelera durante el resto del Recorrido Oficial. El gran grupo de niños pequeños con faraonas iba descendiendo antes de llegar a la Tribuna Oficial. Tras el paso por la Catedral, comenzó un camino de vuelta tan largo como el de ida. El cansancio comenzaba a pesar en los hombros y pies de los penitentes y hombres de trono, cuyas caras eran el espejo de ese sufrimiento acumulado durante más de 7 horas.
Paso a paso, hora tras horas las calles volvían a repetirse y a volverse más conocidas para quienes aún permanecían en el cortejo. Con la noche como telón de fondo, los tambores volvían acelerarse al ritmo de los corazones desbocados y con un anhelo contradictorio de terminar el recorrido y no finalizarlo nunca. De nuevo calle Mármoles volvía a ser testigo de la Esperanza renovada de un barrio que alargaba el Martes Santo tanto como le era posible. Bajo la cruz, un ángel que ayudaba a Jesús con el peso hacía lo mismo con los hombres de trono, que afrontaban las últimas calles hasta las puertas de su casa hermandad.
La noche pasó a llamarse madrugada y los últimos toques de campana resonaban en ella llenando cada silencio escondido en las esquinas de Nueva Esperanza, que por fin vivían el comienzo de un Miércoles Santo sin haber terminado el Martes Santo para muchos.
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