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En el Molinillo la tarde comenzó con los nazarenos y hombres de trono vestidos de negro llegando dirigiéndose a la Casa Hermandad de Nuestra Señora de la Piedad. A las 19:30 era la hora en la que la cruz guía, desde el patio trasero del templo, se iba a dirigir a calle Alderete para empezar con su estación de penitencia, pero este año no fue así. Justamente a esa hora, los portadores comenzaron a pasar al interior de la casa. En el exterior nadie sabía lo que pasaba. La incertidumbre se notaba en el ambiente, ya que ellos eran los últimos en hacer pública la decisión de salir o no en procesión. Finalmente, la Piedad se quedó en su barrio y no llegó a pisar la calle.
El cortejo que esta hermandad que cada año realiza profesión de fe con el grupo escultórico de la Virgen sosteniendo sobre su rodilla el cuerpo inerte de su Hijo se quedó en casa. La obra, creada por Francisco Palma García en 1929 y rehecha en 1941 por su hijo, Palma Burgos, tras ser destruida en el 31, estuvo iluminada con un foco durante toda la noche.
En el patio trasero de la casa hermandad los hermanos lloraban el no haber salido a la calle este año. Muchos no se lo esperaban, otros sí, algunos no terminaban de creérselo, pero todos lo entendían. “El año que viene más y mejor” se aseguraban unos a otros al mismo tiempo que observaban cómo los hombres de trono se quitaban las túnicas y guardaban los ciriales y todas las insignias. Eso sí, no faltaron comentarios como "menuda Semana Santa la de este año", donde muchos expresaban su incredulidad ante lo sucedido estos últimos días.
Mientras que ellos lloraban, justo al otro lado de la pared, en la calle Alderete solo se escuchaban los pasos de aquellos que venían a lo lejos para ver a la Piedad. En completo silencio, la calle, repleta de gente, contemplaba a la sagrada titular del Molinillo mientras le cantaban una saeta desde el balcón de una casa cercana.
La Banda de Música de Zamarrilla era la encargada de la música tras el trono y, al no poder procesionar, interpretó algunas marchas a las puertas del templo. Este permaneció abierto durante horas para que todos los malagueños pudieran “ver a la Virgen y pedirle lo que quieran”, tal y como los hermanos de la Cofradía habían hecho a puerta cerrada minutos antes.
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