El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Málaga/Miradas al cielo y rodillas al suelo. Así salían los titulares de la cofradía de la Salud de Málaga ante una plaza de San Pablo que repetía multitudes tras el Sábado de Pasión. Al son de La Saeta, el titular crucificado asomaba por el arco de la parroquia y un suspiro contenido silenció la plaza en su totalidad. El metal de las campanas golpeadas por los martillos de madera replicaban en recuerdo y plegariaa los enfermos. Las manos, ya manchadas por los escalones de la salida, se dirigieron al metal de los varales que se clavaron en hombros y almas de los hombres de trono del Cristo de la Esperanza en su Gran Amor. La estampa se repitió con María Santísima de la Salud, tras media hora y un Ave María en el interior.
Cuando apenas había salido la Virgen, pasos previos a encarar la cuesta para llegar al puente de la Aurora, uno de los penitentes morados agarró en sus manos el martillo entrelazando los dedos ante la mirada Cristo crucificado. Las voces de uno de los mayordomos gritaba el motivo de que el nazareno se volviera capataz: “Pedimos por su padre, que está enfermo como algunos sabéis”. Con fuerza y firmeza, la plegaria se elevó en tres toques que conmovieron a un barrio.
Flotando sobre la multitud, con flores de cera enmarcando su rostro, la Virgen sequía a su hijo crucificado por el barrio trinitario y por todo el centro de la ciudad, que se agolpaba tras cada esquina bajo un sol abrasador. Bajo balcones dorados y burdeos, ambos titulares ejecutaban su estación de penitencia sobre unos hombres de trono que, cara tapada, hacían del dolor de hombros el impulso para continuar hasta la caída de la noche, donde las rodillas en el suelo cierran un Domingo de Ramos trinirario.
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