Del Nazareno a la vida misma

Pregón de la Semana Santa 2019

Paloma Saborido desgrana la vida de Cristo y del cofrade en una disertación reivindicativa con calado cristiano

Paloma Saborido interviene durante su pregón en el Teatro Cervantes.
Paloma Saborido interviene durante su pregón en el Teatro Cervantes.
José Luis Pérez

06 de abril 2019 - 23:06

Málaga/La rosa amarilla y la palma son, junto a la chiquillería que diría el añorado Antonio Guadamuro, dos de las principales señas de identidad de Pollinica. Tener a Paloma Saborido sobre el escenario del Teatro Cervantes garantizaba que, de una u otra forma, estos elementos estuviesen presentes en el pregón de la Semana Santa arropando a la cofrade. Y no sólo no faltaron, sino que fueron, casi sin pretenderlo, la línea argumental y simbólica de la disertación con la que los días de Pasión comienzan su cuenta atrás oficial.

Tras el concierto de marchas procesionales realizado por la banda de música de la Virgen de la Soledad, de la hermandad de Mena, que interpretó Entrando en Jerusalén, Pasan los campanilleros y María Santísima del Amparo, salió a escena el periodista Santi Souviron para presentar a la pregonera. Sobre la doctora en Derecho por la Universidad de Málaga, el presentador de Málaga Santa destacó que “una persona que defiende a boca llena que le fascina la vida de Jesús y el mensaje que nos trajo, que desde pequeña ha tenido como referente de vida a la Virgen María, en su advocación de Amparo, que se ha entregado desde siempre a las cofradías y ha crecido en torno a ellas, estoy seguro de que es una cofrade que hoy nos va a representar a todos”.

Levantado el telón, primero, la cruz. Hecha con palmas rizadas, un guiño a las que lucen cada Domingo de Ramos en manos de los hebreos de Pollinica. El fin a la vez fue comienzo en forma de versos de Santa Teresa de Jesús y de Gabriela Mistral, trayendo los que sonaros en el pregón de Jesús Saborido en 1978. En su introducción a la obra, Paloma Saborido se presentó como un lazarillo para que los asistentes viajasen por la Semana Santa, sus realidades y barrios siguiendo la vida del mismo Jesucristo y su experiencia bajo el capirote verde.

Junto a la pregonera, el inicio de su disertación. Una rosa amarilla para hablar de la Virgen María, siempre perfumada de flores en su Inmaculada Concepción. En los primeros minutos de su viaje por la memoria y los recuerdos llegó la primera reivindicación: por las madres embarazadas que, como María, deciden buscar cobijo en otros lugares y son presas del drama de la emigración cruzando los mares.

Una vez con Jesús hecho hombre en el mundo, Paloma Saborido siguió su peregrinar por los recuerdos de su infancia, descubriendo la Semana Santa, con los de un niño que viste entre sus miedos por primera vez la túnica nazarena y descubre, junto a su abuelo, la advocación de la plaza de San Francisco. Esa misma experiencia se trasladó a los recuerdos de cualquier infante pollinico que, bien en Pedro de Toledo o en Parras, ha hecho cola para recibir su túnica metida en una caja con el fin de acompañar a Jesús a su Entrada en Jerusalén: “Y se levanta con mayor ilusión que el día de reyes, pues hoy no recibe caprichos pasajeros caducos, sino que se prepara para absorber una lección de sentimientos, una enseñanza de adhesión imperdurable, una iniciación como seguidor de Cristo. Y corre hacia su túnica, y la abraza con delicadeza, y la desliza entre su cuerpo como si de un objeto venerable se tratase; tal y como su padre le enseñó a vestirla, a respetarla, a amarla”.

Ya ante un Jesús más adolescente, la pregonera dibujó el panorama de un cofrade en esas primeras experiencias dentro de una casa hermandad preparando la procesión o en las salidas con amigos, hechos familia, para ver las procesiones hasta que el cuerpo aguante. Junto al mensaje de Dios, puesto en práctica en “esa amistad imperdurable tan similar a la de aquellos seguidores de Cristo, discípulos descubridores de la Verdad, cuyo vínculo subsistiría eternamente hasta el final. Esa misma amistad que nos conduce a descubrir todo un reino de momentos que no por repetidos cada año dejan de ser únicos y extraordinarios”. En ese vínculo hizo espacio para hablar a ellas y de ellas, reivindicando su papel igualitario en las hermandades: “Viste una túnica, saca un trono, se acólita, o lo que te de la realísima gana. Porque hoy, aquí, no se trata de techos, ni de derechos, sino solo de Cristo y de su Madre, que a todos nosotros nos emplazan y nos igualan”.

En la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, la pregonera de la Semana Santa deshizo sus páginas para recordar las inquietudes y debilidades humanas, hechas presentes en dramas como la soledad o la muerte y puestas de relieve en imágenes del procesionismo malagueño. Incluso en la historia de una mujer que, para salir adelante, debía prostituirse en el barrio de la Trinidad con la esperanza de poder mirar a los ojos del Cautivo una vez salga de esa miseria, haciendo un símil a todas las situaciones en las que los cofrades se alejan de Dios, aunque éste siga siempre esperando a sus discípulos.

Lejos de tópicos, Paloma Saborido acudió a fuentes femeninas como Rosalía de Castro o la cantante Bebe para invitar a salir de las sombras y volver a la luz con la que seguir al Nazareno hechos sus pies, ojos y manos, en la experiencia bajo el capirote o en el varal.No cejó su empeño en trasladar un mensaje de triunfo en la cruz para que sea difundido, a partir de la bajada del telón, a todo el espectro cofrade.

Ya casi al final de su disertación dedicó tiempo y espacio a hablar de la Virgen del Amparo, a la que contó que “tras cada derrota esta soldado se arrastra ante tu mirada buscando Tu bálsamo de fuente perpetua. Porque te adueñaste de mi fe, que dejó de existir en el desierto de tu ausencia. Porque anhelo el embriagador tintineo de las campanillas de tu palio, que con cada sonido me advierten de la inmediatez de tu Belleza. Porque me escondes tu sonrisa cuando la humanidad me ciega, pero luego me la retornas como orilla que templa mi marea. Porque hasta me haces sonreír a la muerte si tu me esperas. Porque nos albergas, nos toleras y nos entregas”. Su exaltación final invitó a todos a que “salgamos a la calle, recémosle a este Jesús y a su Adorada Madre que procesionamos; y que no quede ni un rincón en esta nuestra Málaga al que mostrar que somos seguidores de Cristo”.

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