La tribuna
Los muertos de diciembre
Málaga/UNA procesión con 16 cofradías de Semana Santa el 30 de octubre, en pleno otoño, con el humo de las castañas en las calles, con los disfraces de Halloween preparados. Podía sonar a desubicación, a destiempo. A pesar de saber con cuanta ansia esperaban muchos la salida de sus Sagrados Titulares a la calle, después de dos citas perdidas por la pandemia, tener empatía podía resultar difícil para alguien no cofrade. Sin embargo, se convirtió en un sábado pletórico, repleto de imágenes nuevas, más sencillo, más centrado en la esencia. Sin largos cortejos, sin estandartes, ni enseres, ni penitentes, sin tantas calles amuralladas por las hileras de sillas. Moverse no resultó tan complicado como se temía y el trabajo bien hecho y puntual de las hermandades facilitó disfrutar de una Magna para el recuerdo.
La lluvia no cumplió su amenaza y todo se desarrolló según lo previsto. El intenso día comenzó pronto, al filo de las 12:00. A esa hora, una novia, con su precioso vestido de encaje blanco, esperaba del brazo de su padrino para entrar en la iglesia de la Esperanza mientras decenas de fieles hacían cola para ver el trono ya preparado. Con los nervios metidos en el estómago quizás se estuviera preguntado por qué la Agrupación había tenido que elegir su día. Cuando aún quedaba hora y media para la primera salida, el ambiente ya era ambientazo.
En la calle Victoria, su leve inclinación permitía una panorámica de hervidero humano, coloreado por globos de helio. El barrio se volcaba con la cofradía del Rescate, que abrió la jornada con su salida de la calle Agua. Llevaban año y medio sin sentir los tambores golpeando el corazón y se vieron rostros muy emocionados. Con María Santísima de Gracia en la puerta de su capilla, se abrieron las puertas de la casa hermandad para Nuestro Padre Jesús del Rescate. Con la marcha Tú eres la vida, interpretada por la Agrupación Musical San Lorenzo Mártir salió el trono a bendecir las calles de la cuidad. El primero, a escasos minutos de Pollinica, en abrir la procesión extraordinaria Camino de la Gloria. Se abrían claros en el cielo y el día se antojaba perfecto.
Hubo llantos emocionados, reencuentros esperados, piel de gallina, móviles imparables, fotos, vídeos, miradas que quisieron capturar el momento para no olvidarlo nunca. Quizás nadie imaginó cuando inauguraba el 2020 que ese año no vería a sus Sagrados Titulares en la calle, y no por la lluvia, sino por un enemigo más diminuto y mortífero. Así que la Magna se vivió como un resarcimiento y la música sonó como un grito aliviado ante tanta restricción y silencio.
La siguiente parada fue la calle Frailes. De allí, de puertas vecinas, salieron Nuestro Padre Jesús de la Columna, de la cofradía popularmente conocida como Gitanos, y 40 minutos después la Sentencia. Con cuatro tronos en la calle, o se elegía parar para comer o se iba a buscar otro punto importante de la jornada, la iglesia de Santo Domingo. De allí saldría, de forma totalmente inusual, la Sagrada Cena. Así que fueron muchos los que optaron por no perderse el momento. Con paso corto, sin mecer, con el dintel de la puerta prácticamente ocupado por el enorme trono inició la cofradía su participación en la Magna. La acompañaba la Agrupación musical La Redención, llegada desde Córdoba.
Tras la Cena, el flujo se movía de nuevo y justo enfrente, al otro lado del río, se observaba una nueva concentración. En las puertas de la casa hermandad de Fusionadas se esperaba la salida del Santísimo Cristo de la Exaltación, que estrenaba edificio y que contaba con un portador ilustre, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.
En la iglesia de San Pablo aguardaban los fieles para capturar otra imagen destacada, la complicada salida del Cristo de la Esperanza en su Gran Amor.Avanzando de rodillas, los hombres de trono volvieron a recordar el esfuerzo que hacen cada Domingo de Ramos para poner a sus Titulares en la calle. Avanzaba la tarde y seguían sucediéndose las salidas sin pausa. Era la hora del café, la cerveza o el gin tónica en calle Santa María. Había risas y ganas de pasarlo bien, aunque a pocos metros el Sepulcro tiñera de luto los alrededores de Alcazabilla. Esperó al Descendimiento, que entraba en la plaza de la Aduana, y recorrería la calle Císter justo antes.
El recorrido oficial ya había recibido los primeros tronos, que encontraron ciertas dificultades en la curva hacia el Ayuntamiento. Luego harían una breve parada frente a la Catedral para escuchar las lecturas preparadas por la Agrupación. Frente al barullo reinante en los entornos de la Alameda y el Parque, el silencio se hizo para presenciar la salida de Nuestra Señora de los Dolores de la iglesia de San Juan, acompañada esta vez por la Banda Sinfónica del Liceo Municipal de la Música de Moguer.
La Magna recordó estampas clásicas. La Esperanza pareció llenar de lado a lado la Alameda, se pisó su romero bendecido y se escuchó Soy el novio de la muerte de la Legión, que también acompañó a su Cristo de la Buena Muerte. Pero también supuso una colección de novedades que los más capillitas guardarán para el recuerdo. Ver el Resucitado de noche, con sus faroles encendidos tras el Sepulcro. A la Esperanza salir de día y a la Virgen del Mayor Dolor en el mismo trono del Cristo de la Exaltación. El Rico no liberó a ningún preso, ni María Santísima de Consolación y Lágrimas siguió al Cristo de la Sangre precedida por decenas de capirotes. Se pudo ver, con pocos metros de distancia, procesiones que nunca han compartido día. Sentir las calles llenas de cofrades, de tambores y cornetas, de flores e incienso casi rozando el mes de noviembre. La Magna hizo ayer posible algo extraordinario, convertir un otoño en primavera.
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