Lágrimas de Sangre en calle Dos Aceras el Miércoles Santo en Málaga
María Santísima de Consolación y Lágrimas y el Santísimo Cristo de la Sangre han encendido las velas de sus tronos para quedarse en su casa hermandad
Las fotos de La Sangre en el Miércoles Santo de Málaga
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Poco consuelo y muchas lágrimas a los pies de los titulares de La Sangre en su casa hermandad de calle Dos Aceras llegada la hora de la salida, que realmente nunca llegó a ser marcada. Los hombres de trono se despojaban de sus túnicas y reposaban sobre los varales sus hombros intactos.
Los más pequeños del cortejo, abrazados a sus padres y con las velas de la Virgen de fondo creando una escena digna de una película. La lluvia, que amenazaba con apretar durante la tarde, hizo abrir algunos paraguas de quienes esperaban sin resultado los toques de campana y los primeros pasos a la calle.
Las puertas se quedaron abiertas frente a corazones cerrados por el dolor de no poder disfrutar del incienso, la cera y los capirotes del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolacion y Lágrimas. En la parte superior de la casa hermandad, algunos de los que pertenecen a la cofradía contemplaban la escena a vista de pájaro y con las lágrimas constantes. La desazón continuó durante toda la tarde hasta la caída de la noche, que solo intensificó el tráfico de personas que se movía ágilmente entre los varales para ver a ambos titulares.
En el salón trasero las túnicas se metían en bolsas de cartón arrugadas por la propia frustración de quienes las dejaban ahí. Algunos arreglaban la sala mientras otros colocaban los enseres lejos del lugar intentando dejar atrás el día con una mano en el corazón y otra las campana de cada trono.
El goteo incesante de devotos que caían en oraciones a las losetas del salón de trono pedían sus promesas y contaban anécdotas a quienes les acompañaban en el amargo momento, como uno de los padres que con su hijo en brazo comentaba a su pequeño: “Cuando yo tenía 18 años empecé a llevar a la Virgen y algún día lo harás tú”. Como si entendiese algo, él sonrió y casi parecía que la Vrgen de llorar para mirar al futuro que le prestaría sus hombros para convertirse en sus pies en un Miércoles Santo lejano y sin lluvia.
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