Nuestra Señora de la Piedad, con la muerte en sus brazos
Desde el Molinillo partió la cofradía casi centenaria que lleva sobre su trono de caoba la preciosa talla de Palma Burgos
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Al mismo tiempo que lo hacía el Santo Traslado desde la calle Trinidad, al otro lado del Guadalmedina, en el Molinillo comenzaba la tarde para otra de las señas de identidad del Viernes Santo malagueño, Nuestra Señora de la Piedad. A las 19:30 la cruz guía partía del patio trasero de la casa hermandad, en la calle Alderete, junto a la capilla del Molinillo con sus hermosas pinturas murales.
Con ella se iniciaba el cortejo de esta hermandad que cada año realiza profesión de fe con el grupo escultórico de la Virgen sosteniendo sobre su rodilla el cuerpo inerte de su Hijo. La obra fue realizada por Francisco Palma García en 1929 y rehecha en 1941 por su hijo, Palma Burgos, tras ser destruida en el 31.
Unos 300 nazarenos de túnica negra con cirios color tiniebla y un grupo de mantillas formaban el cortejo, que fue precedido por los tambores sordos de la Banda del Carmen de Huelin. Para poner el trono en la calle, el presidente de la Diputación Provincia, Francisco Salado se encargó de dar los primeros toques de campana de esta hermandad fundada por un grupo de empleados de Correos en la Iglesia de la Merced en 1926. Tres años más tarde hicieron su primera salida procesional.
La Banda de Música de Zamarrilla puso la música tras el trono, que con una mecida suavecísima y elegante tras el giro necesario para su salida llegó a la calle San Bartolomé para pasar hacia Cruz del Molinillo y la calle Ollerías. En sus primeros pasos, ya fuera de la casa hermandad, se le recitó un poema y se le cantó una saeta desde un balcón vecino.
La hermandad discurrió por Carretería y el Pasillo Santa Isabel para entrar por Especería a la Tribuna Oficial pasadas las 22:00 y como la sexta cofradía de la tarde. Tras ella lo harían Sepulcro y Servitas para poner el broche final a seis días intensos de procesiones que culminarán el domingo con el Resucitado.
Unos 230 portadores aguantaron el peso del trono de madera de caoba de ocho varales que, tras el conjunto escultórico sobre un monte de flores moradas y malvas, muestra una cruz de madera con una paloma en su extremo, inspiración del artista Palma Burgos, que vio cómo una de estas aves se posaba en su ventana cuando realizaba la Piedad. La vuelta a casa por plaza de Uncibay, Tejón y Rodríguez y, de nuevo, Ollerías llevaría a la cofradía a su encierro, previsto para las dos de la madrugada.
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