La Trinidad, el reino de Cautivo
El barrio trinitario ha sido la viva estampa de la devoción y la pasión durante la Misa del Alba y posterior el traslado de los titulares
Los vídeos de la misa del alba y el traslado
Así te hemos contado el traslado del Cautivo en directo
Málaga/San Pablo bajó del cielo y se irguió sobre el barrio de la Trinidad en forma de torre que dibujaba el horizonte de un Sábado de Pasión color blanco y cardenal. La plaza de la iglesia donde Jesús Cautivo y María Santísima de la Trinidad permanecen todo el año y contienen la fe de un barrio, se convirtió en un auténtico mosaico de emociones que solo se viven una vez cada 365 amaneceres: la Misa del Alba y el traslado de ambos titulares a su casa hermandad.
Desde las 6:30, la calzada de la Trinidad y la plaza de San Pablo eran un ir y venir incesante con trajes de chaqueta, medallas y claveles, que estallaban en unos toques de campana en el interior del templo y en el chirriar de unas puertas que deseaban fervientemente ser abiertas tras el obispo Jesús Catalá. Una túnica blanca y un ágil rosario se movían lentamente desde el oscuro interior para postrarse bajo la luna de la inminente Semana Santa, que aguardaba en el cielo para ver salir al Señor de Málaga y a su Madre, como es tradición.
“Un año más, volvemos a encontrarnos al alba”, replicaba como comienzo del acto la voz del obispo de Málaga bajo la atenta mirada de los titulares que permanecían a unos pasos del improvisado altar. Un órgano, unos canticos en latín y unas medallas de plata con cara de Trinidad y cruz de Cautivo dieron paso a las lecturas del día y al Evangelio según el discípulo amado: Juan 11, 45-56. Con las palabras del santo flotando sobre los corazones de los presentes, el sermón del obispo lanzaba un interrogante que cada uno respondía en su interior: “Él es alfa y omega, principio y fin de todo. ¿Es Él el centro de mi vida?”. Tras la pregunta, una estampa hecha de reflexiones y del hilo que ata las manos del Señor: “Un año más acompañamos a Cautivo en su traslado. Queridos cofrades y fieles todos: el mal, el sufrimiento, el dolor y la muerte no tienen a última palabra. Jesús cautivo maniatado ha desatado a todo hombre de sus cadenas. La paz bajó en forma de recuerdo a quienes sufren, especialmente a los enfermos y a quienes continúan padeciendo la guerra de Ucrania".
Cuando los primeros rayos de sol rasgaban el horizonte, reflejándose en la corona de la Virgen, el obispo consagraba el pan y el vino elevándolo hasta convertirlo en cuerpo y sangre que compartió a modo de comunión. Un Padre Nuestro y un Ave María se entonaba al unísono por cientos de personas, que tras el “podéis ir en paz”, vibraban con las primeras notas de la marcha “Jesús Cautivo” interpretada por la banda de la Trinidad Sinfónica dando comienzo al traslado de los titulares.
Eucaristía en la calle: el traslado
Vellos de punta, pieles de gallina y lágrimas contenidas guardaban silencio ante las saetas y los toques de campana, que daban vida a un barrio con el aliento contenido. El sonido de los mosquetes chocando con el suelo gris creaban la antesala perfecta durante el camino hacia el Hospital Civil. Una lluvia roja de claveles incesantes coloreaba el cielo añil, fondo deseado por los cofrades. Los gritos, cántico popular que arañaba las gargantas pasionarias, salían irrefrenables solapándose con la banda: “¿Qué se le dice al Cautivo? ¡Guapo!”.
En un mar de elogios, navegaron sobre los hombros entrenados de los hombres de trono, que cedieron sus varales al personal sanitario del hospital, como es costumbre, para la visita a los enfermos. “Llevo 34 años llevando el traslado. Este es un día para los enfermos, no para nosotros”, aclaraba Manuel Cruzado, celador del hospital, con la mirada puesta en el tono blanco de las vestiduras del señor, que él comparte con su bata de hospital. Pacientes y familiares, recibían a los titulares entre aplausos, claveles y deseos, que se hacían tangibles durante la imposición de medallas y la oración del sacerdote Andrés Merino: “Pedimos especialmente por los enfermos de este hospital, de Málaga y de todo el mundo. Pedimos el milagro de la sanación de esa enfermedad que nos angustia y nos limita. Hoy le pedimos que nos mire, nos cure y nos salve”, rezaban las palabras del religioso a modo de súplica, que se repite con especial fuerza en los labios de Alfredo, presidente de una agrupación de pacientes y uno de quienes esperan en las gradas del hospital la llegada del señor: “Es un día muy especial por la cercanía con los enfermos. Siempre hay un familiar o una persona cercana por la que pedir o dar gracias al cautivo. En este caso es personal y es muy emotivo”.
Un micrófono encapsulaba la voz de Diana Navarro en una saeta proyectada entre las telas negras de encaje que adornan su traje de mantilla. Mano en alto, sentimientos a flor de piel y un tambor ronco de la banda de CCTT Jesús Cautivo, sacaron al Cautivo y a su Madre del Hospital para reencontrarse con los hombros de los hermanos portadores y con un barrio que cada veía más cerca de su Dios a través del verbo hecho madera.
Creando un camino de jolgorio y alegría, el sol apretaba el mediodía y poco quedaba ya del alba discreto y solemne con el que comenzó la eucaristía. El calor lograba confundir el sudor con las lágrimas cuando las imágenes llegaban a las puertas de la casa hermandad del Santo Traslado y la Soledad. Las campanas resonaban con gozo y fuerza en la mano de los hermanos del Santo Traslado marcando el ritmo de una petalada en tonos trinitarios.
Los tonos blancos y rojizos tiñeron al Señor y a la Virgen al encarar la calzada de la Trinidad para llegar al final de su recorrido. Los regulares, que llegaban los primeros al gran pórtico verdoso, dirigían sus miradas al final de la calle, donde la torre de San Pablo se colaba como una tercera imagen entre el Cautivo y Trinidad, entre religión y cultura, entre calle y templo. Uno de ellos, Guillermo Bello, apretaba con fuerza el fusil en sus manos al dar los últimos pasos: “Es el primer año que vengo. No esperaba que fuese a haber tanta gente. El año que viene no tengo duda de que repetiré”.
Otra lluvia de pétalos acompañas del replicar de las campanas encerraban al Señor de Málaga y su Madre trinitaria tras un último cara a cara con el barrio hasta el Lunes Santo. Con un final a modo de toque de campana y de crujido de puertas entornadas, finalizaba el ansiado traslado que un año más cautivó a una ciudad, a un barrio, que está a los pies de un manto blanco y cardenal.
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