La Zamarrilla, hacedora de milagros en la Trinidad

El Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura Coronada volvieron a dar ejemplo de la comunión que se produce entre un barrio y su cofradía

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El Cristo de Zamarrilla, este Jueves Santo en Málaga. / Domingo Mérida

Junto a la pequeña ermita de la calle Martínez Maldonado y su contigua casa hermandad se crea esa comunión que se produce entre un barrio y su cofradía, la Zamarrilla. Vecinos en los balcones, pero más aún a pie de calle, abuelos y niños, familias enteras, con sus sillas plegables a cuestas, con flores para honrar al Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura Coronada, llenaron las calles de sabor y orgullo propio este Jueves Santo.

Pasados unos minutos de las 18:25, hora marcada en el itinerario para su salida, comenzaron a procesionar los primeros nazarenos desde el interior de la ermita. El color morado, como las flores del monte Calvario sobre el que se yergue la cruz del Cristo, inundó la calle Mármoles camino del puente de la Aurora ante las miradas atentas de miles de personas que llenaban cada hueco de la acera. No fueron pocas las protestas a los que se atrevían a ponerse delante de los que llevaban horas esperando ver a sus Sagrados Titulares.

Unos 500 penitentes formaron parte del cortejo en ambas secciones, por lo que hubo que esperar un rato que se hizo un poco largo para ver cómo emprendía su camino el crucificado, una talla realizada por Francisco Palma Burgos en 1939 tras la muerte de su padre y la primera de su extensa obra. El Cristo de los Milagros fue llevado por 212 hombres de trono y acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Carmen. Algunos vecinos le mostraron su cariño con una pequeña petalada.

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La Virgen de Zamarrilla sigue los pasos del Cristo de los Milagros por la calle Mármoles / C. F.

Casi una hora después de que la cruz guía se pusiera en la calle, con los nazarenos burdeos precediéndola, María Santísima de la Amargura Coronada fue recibida por su barrio entre vítores y aplausos. Más de 270 hombres de trono la mecieron por la calle Mármoles, por el Pasillo Santa Isabel y la calle Cisneros hasta su entrada en el recorrido oficial. Le puso la música su Banda de Zamarilla.

La hermandad, constituida a finales del siglo XVIII, guarda una curiosa leyenda que, además, le da su nombre. Juan Zamarrilla era un bandido de Igualeja cuyos robos fueron haciéndose cada vez más famosos e incómodos para las autoridades. Decidieron ir en su busca, pero como solía repartir parte del botín con los más necesitados, lo amparaban a él y a sus hombres y no tuvieron éxito.

Un día consiguieron acorralarlo y huyendo, se encerró en la ermita de la Virgen de la Amargura. Cuentan que se escondió bajo su manto y que los soldados no lograron encontrarlo. En agradecimiento a la Dolorosa, le dejó una rosa blanca clavada en el pecho con su puñal y la flor se tornó en roja. Atónito por el milagro y arrepentido, ingresó como monje y dedicó su vida a los pobres hasta que fue asaltado y apuñalado por otro bandido.

Por esta tradición lleva la Virgen una gran rosa roja en el pecho. La talla del siglo XIX es atribuida al Antonio Gutiérrez de León y Martínez y fue comprada por el hermano mayor por 2.000 pesetas en 1934. Este año pasado fue restaurada por última vez por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

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