La lluvia arruina el Martes Santo en Málaga

Rocío y Nueva Esperanza iniciaron sus recorridos con normalidad, pero la lluvia las sorprendió en la calle, mientras que Penas, Rescate, Estrella y Sentencia decidieron no salir

Martes Santo en Málaga, en imágenes

El Nazareno de los Pasos, cubierto por plásticos.
El Nazareno de los Pasos, cubierto por plásticos. / Javier Albiñana

El Martes Santo comenzó con el ya tradicional comunicado de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga para el escenario improbable de lluvia. Hasta las seis de la tarde había probabilidades de agua y hasta las siete, de tormenta. Ya, por la noche, entre las siete y las nueve volvían a crecer las probabilidades: un 50% hasta las ocho y un 30%, hasta las nueve. Y, si el Domingo de Ramos y el Lunes Santo las precipitaciones respetaron los desfiles, el agua arruinó el Martes Santo malagueño y lo hizo de la forma más dramática y cuando más daño podía hacer.

La lluvia sorprendió a la cabeza de procesión del Rocío, a eso de las seis y media de la tarde pasadas, casi al final de calle Larios, en pleno recorrido oficial, después de una salida brillante a las cuatro de la tarde desde su casa hermandad; Nueva Esperanza iba hacia el Centro, pero ya estaba lejos de Nueva Málaga. Se dio la vuelta el cortejo y la lluvia volvió a sorprenderla de regreso y se refugió en la casa hermandad de Zamarrilla. Justo a las siete menos cuarto de la tarde, cuando el Cristo de la Agonía se hacía a la calle en la Plazuela Virgen de las Penas, comenzó a diluviar y, aunque el espíritu animaba a seguir adelante, el aguacero obligó a meter rápido el trono en la casa hermandad, resguardar a la sección de nazarenos del Cristo y a la Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza y cerrar las puertas del oratorio de Pozos Dulces. Diez minutos después, las Penas decidía no hacer estación de penitencia.

Pero hubo más: Estrella, en plena escenificación de su salida, debió pararla, sorprendida por la lluvia. Aún no había salido el trono de Jesús de la Humillación a la calle. Minutos después comunicó su decisión de no reanudar la procesión. En calle Agua, la hermandad del Rescate también debió darse la vuelta y suspender la procesión, mientras que, finalmente, Sentencia, que estrenaba el nuevo trono de procesión del Señor, decidió suspender también su estación de penitencia.

Ya completamente roto el Martes Santo y las ilusiones de nazarenos y hombres de trono arrasadas por el aguacero y el frío, se puso en marcha el plan B de las hermandades: Rescate abrió sus puertas hasta la medianoche para que los fieles pudieran visitar a sus imágenes en los tronos de procesión;las Penas organizó a las diez de la noche un momento de oración frente a sus titulares y Sentencia abrió las puertas de su sede hasta las 1:45 horas, momento del encierro.

Pero a otras cofradías les tocó lidiar con el peor morlaco de la tarde. Rocío había efectuado un inicio de procesión modélica. No cabía un alfiler en los alrededores de la plaza san Marcelino de Champagnat y la calle Párroco Ruiz Furest. Tras la llamada a la puerta por parte de un nazareno, a las cuatro en punto, la Banda de cornetas y tambores Suspiros de Pasión de Alameda interpretó la Marcha Real, justo tras la apertura de puertas de la casa hermandad. Los nazarenos del Señor, con túnicas y capirotes morados, precedían a Jesús en su tercera caída mientras se derramaban por Párroco Ruiz Furest.

Jesús de los Pasos se aproximó a la puerta con La saeta, mientras la Virgen del Rocío, luminosa con toda la candelería encendida, era mecida al compás de la marcha. Al llegar justo bajo el dintel, los hombres de trono han comenzado a mecer escuchando la marcha, deleitándose. Vivas al Nazareno de los Pasos y al barrio de la Victoria, para salir con la Marcha Real. Después, ya en la curva con Párroco Ruiz Furest, la Agrupación Musical de la Vera Cruz de Campillos interpretó Señor… seguimos tus pasos, preciosa pieza con solo incluido y palilleras, muy adecuado a esta imagen cristífera. Acto seguido, La reina de San Lázaro se aproxima y las cabezas de varal se colocan bajo el dintel de la puerta. Luego, Himno Nacional y ya en la calle, la marcha ‘Reina de San Lázaro’, para tomar la curva a Ruiz Furest, con petada incluida, y mecida lenta, deleitándose los portadores en la eternidad del movimiento elíptico. Para entrar en el Altozano, ya con los rayos de sol derramándose sobre el palio inmaculado, Esperanza Macarena.

La lluvia sorprendió a la cabeza de procesión al inicio de calle Larios. Los estandartes e insignias fueron cubiertos con plásticos. La dolorosa de San Lázaro vio cómo su manto y ella misma eran también protegidos con plásticos. El cortejo dio la vuelta por Strachan, abandonando así el recorrido oficial volviendo a su casa hermandad por las calles Cister, Alcazabilla y Victoria. Hubo muchas lágrimas, nazarenos absolutamente empapados, así como hombres de trono. Sin embargo, el regreso fue ejemplar. Ya en Alcazabilla, Jesús de los Pasos fue cubierto con plásticos. Ya antes de Larios, la lluvia azotó a la cofradía victoriana en la Tribuna de los Pobres y el Pasillo de Santa Isabel.

La hermandad de las Penas, por su parte, fue sorprendida por un aguacero cuando iniciaba su estación de penitencia. A las seis y media de la tarde ya habían caído algunas gotas y se abrieron los primeros paraguas, pero el aguacero pasó de largo y salió el sol. A las siete menos cuarto pasadas, un nazareno dio los tres preceptivos golpes a la puerta del oratorio de Pozos Dulces, cuando las hojas se abrieron de par en par y, en su interior,los tronos lucían imponentes, la Virgen de las Penas con la candelería encendida. Salió la cruz guía y formó la sección de nazarenos del Cristo de la Agonía en la Plazuela Virgen de las Penas y Pozos Dulces al completo. Después, la Banda de Cornetas y Tambores dela Esperanza interpretó el Himno Nacional y, con el trono del Señor ya totalmente fuera, un intermitente chispeo se convirtió en una tromba de agua. La música continuó y mayordomos y capataces trataban de aguantar el arreón acuático, pero no hubo nada que hacer, uno de los capataces señaló la casa hermandad con un golpe de mentón y el Cristo debió volverse. La banda se retiró, así como hicieron lo propio los miembros de la Banda de Música de la Paz. Todos iban absolutamente empapados y las caras translucían el estado emocional de quienes se encontraban en la plazuela. Poco después, se conoció la decisión de no salir, la más sensata, porque a medida que avanzó la noche el frío creció y hubo lloviznas intermitentes.

Con puntualidad, la Agrupación Musical Cautivo de Estepona entonó el Himno de España nada más asomarse el Nazareno del Perdón de la hermandad de Nueva Esperanza, el aplauso de los devotos fue instantáneo. A paso ligero, como con prisa, pero con calma, inició su marcha por Camino Castillejos, estremeciendo con sus andares a los allí presentes y dirigiéndose hacia el Centro. María Santísima de Nueva Esperanza, con ese manto verde que da nombre y sentido no solo al barrio, sino a la vida del vecindario y al suyo propio, no tardó en seguirlo. Bajo el son de la Banda Musical de Zamarrilla, la Virgen, en la calle Magistrado Salvador Barberá, fue objeto de un estruendoso recibimiento de su barrio. Un fuerte aguacero sorprendió a la cofradía, momento en el que tuvo que refugiarse en la casa hermandad de Zamarrilla. Tras unos minutos de reflexión, la Junta de Gobierno decidió volver a su casa y suspender su estación de penitencia.

Se abrieron las puertas de Santo Domingo y El Perchel enmudeció viendo al Cristo de la Humillación de la hermandad de la Estrella, y con Él, una luz que no era de este mundo: atardeceres que no se atrevían a ser noche. Desde el fondo de la iglesia comenzó a levantarse una Estrella, primero leve, después firme, como si la aurora brotara del interior del templo. El barrio, quieto, miraba con un ojo el cielo y con otro la estampa. El silencio no callaba, rezaba. Las aceras eran templo y la espera se volvió presencia. Otro año, otra primavera, el Cristo miró a los suyos, y tras Él, la Estrella que no guiaba caminos, sino almas. No hubo ruido. Solo fe. El cielo, la túnica y el aire se hicieron uno. Todo se detuvo, menos el pulso de Málaga por los percheleros.

Con las primeras gotas, sin haber sonado los toques de campana, la banda y los nazarenos del Cristo corrieron de vuelta a la casa hermandad, empapados a la llegada. En el corazón del templo, donde la luz de las velas bailaba con las sombras del incienso, la Estrella permaneció en silencio. No era su primera vez, pero ese año, el Martes Santo, pesó distinto. El bullicio no venía solo de fuera, sino también de dentro: rumores, decisiones, cambios impuestos por las demás Cofradías y la lluvia que ya había obligado a otras hermandades a quedarse recogidas en su templo o volver corriendo a ellos.

La Estrella se enfrentó a una decisión difícil: salir o no salir. Fue la última de la jornada en decidir no salir y brillar segura en el interior de su templo, ante la lluvia que lloraba Málaga.

El trono de Jesús del Rescate parecía cobrar vida en su salida. No eran figuras talladas: eran cuerpos, gestos, miradas. El drama era real, la entrega inminente. Málaga contenía el aliento ante una escena que dolía cada año como si fuera la primera vez. Y mientras Él estaba en primer plano, tras la sombra del gran árbol, se insinuaba la Virgen. La única dolorosa de estilo neogótico de la ciudad. Los capirotes negros la precedían como un llanto anticipado. El llanto de una madre que ya sabía lo que iba a ocurrir. Una profecía cumplida: su Hijo era entregado, y ese día, también, el cielo había cumplido la suya. Tras una hora de incertidumbre, había dado tregua para que Málaga viera salir al Rescate. Una calle que volvía a ser calvario, fe viva y consuelo. Porque había salidas que no eran principio, sino testimonio y evangelio. Y que, por desgracia, al poco tiempo se convirtieron de nuevo en llanto por una lluvia que los hizo volver apresurados a la casa hermandad cuando apenas la palabra se había convertido en procesión.

Y allí, en ese regreso inesperado, todos los nazarenos y hombres de trono lloraban ante sus imágenes, llevando la procesión por dentro y sacando la pasión por sus titulares, como si el alma no necesitara calles para caminar.

La Sentencia de Málaga aglutinaba a los hombres de trono, nazarenos y músicos a las puertas de su casa hermandad cuando cerca de las 19:00 horas un aguacero cayó y obligó a todos los miembros de la hermandad y público a resguardarse de la lluvia. Momentos después, el hermano mayor de la cofradía asomó por el balcón del salón de tronos para anunciar la suspensión de su salida procesional. En ese instante, los que allí aguardaban la decisión tomada suspiraron de emoción. Los miembros de la cofradía salieron a la calle para reencontrarse, entre abrazos y lágrimas, con familiares y amigos. El nuevo trono del Santísimo Cristo de la Sentencia, la nueva joya de la Semana Santa malagueña, tendrá que esperar, uno año más, a poder lucirse en las calles.

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