La corona de la Divina Pastora brilla por primera vez en las calles de Málaga

La Virgen se reune con su rebaño por primera vez tras su coronación para volver a su barrio de Capuchinos

Coronación Canónica de la Divina Pastora en Málaga: la Reina ya tiene su corona

La Divina Pastora, ya coronada, en las calles de Málaga.
La Divina Pastora, ya coronada, en las calles de Málaga. / Ana Jiménez

Málaga/Málaga se ha vestido de gala en la tarde de este sábado para celebrar uno de los momentos más esperados del año: la procesión de la Divina Pastora. Con el centro de la ciudad como escenario vivo a las 17:30, la imagen de la Virgen, ya coronada, inició su andar entre un mar de fieles y curiosos que, con el corazón desbocado se acercaron a rendir homenaje y a ser parte de un hecho histórico: elprimer reflejo dorado del sol en la recien colocada corona.

Desde el amanecer, el bullicio se apoderó de las calles. La Banda de Málaga Maestro Eloy García marcó el compás de la jornada, y al acercarse la imagen, resonó en el aire el himno del Málaga, elevando aún más el espíritu festivo. La salida de la Catedral, al son del himno de Andalucía, fue un momento especialmente emotivo. Cada nota resonaba en los corazones de los malagueños, un eco de fe que iba más allá de la religión. Era un recordatorio de que, en medio de los cambios y desafíos del día a día, las tradiciones se mantienen vivas, nutriendo el alma de la ciudad. Los malagueños, algunos con pañuelos en la cabeza y otros con velas encendidas, se agolpaban en cada esquina, esperando el momento en que la Pastora hiciera su entrada triunfal.

El paso, adornado con un esplendor de flores que reflejaba el cariño de su hermandad, avanzó lentamente, como si supiera que cada paso contaba una historia. La imagen, con los detalles delicadamente bordados y la mirada serena, parecía atraer no solo a los devotos, sino también a los que buscaban una conexión con la tradición, una pausa en la vorágine diaria.

A medida que la procesión avanzaba, las calles se llenaron de verdiales y aplausos. La Plaza de la Merced, siempre tan animada, se transformó en un refugio de fervor religioso. Los rostros de los asistentes reflejaban una mezcla de devoción y alegría, una comunidad unida en torno a la figura de la Pastora. Algunos ojos se humedecieron, recordando historias de generaciones pasadas, de abuelos que llevaban a sus nietos a ver a la Virgen.

Las conversaciones fluían entre risas y anécdotas, mientras los jóvenes compartían anhelos y sueños, abrazando el legado de su ciudad. La Divina Pastora, en su andar, se convirtió en el hilo conductor de una narrativa que entrelazaba el pasado con el presente. La coronación había elevado su estatus, pero, más allá de eso, había renovado el compromiso de los malagueños con su historia.

Al caer la tarde, la luz dorada del sol comenzaba a desvanecerse, y la procesión se acercaba a su final. La Divina Pastora regresaba a su hogar, dejando atrás un rastro de esperanza y conexión. En ese instante, cada uno de los presentes supo que, aunque la imagen se retirara, su esencia perduraría en el corazón de Málaga, un legado que se transmitiría a futuras generaciones.

El eco de la música se desvanecía, pero el espíritu de la Pastora permanecía. Una tarde que, más que una simple procesión, fue un abrazo entre el ayer y el hoy, un recordatorio de que la fe, en su forma más pura, sigue viva en las calles de esta ciudad tan querida.

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