Andaluces en el vuelo maldito
Dos familias completas, una malagueña y otra jiennense, desaparecen en el accidente del JK5022 · Gádor y Huelva también están de luto por la muerte de dos de sus vecinos
Antonia Martínez Jiménez, 27 años, natural de Úbeda, podrá contar el horror que se cernió minutos antes de las tres de la tarde sobre el vuelo de Spanair en el aeropuerto de Barajas. Ella tiene la suerte de engrosar la nómina de supervivientes. Esta auxiliar de vuelo, procedente de la base operativa en Barcelona, y que se encontraba en tránsito, tuvo más suerte que otros paisanos suyos. Ahora se encuentra internada en el hospital La Princesa de Madrid con quemaduras en el rostro y un brazo roto, así como varias costillas lesionadas. Aunque su pronóstico es grave, evoluciona favorablemente.
No podrán decir lo mismo dos familias completas de Málaga y Jaén, que perdieron la vida en la catástrofe. La primera estaba compuesta por Alejandro Villanueva, de 38 años, que falleció junto a su esposa, la canaria Carmen Isabel Santana, y sus tres hijos de 4, 10 y 12 años.
La pareja se había conocido en Málaga cuando la esposa estudiaba Magisterio. Hace 14 años se afincaron en Las Palmas, donde ella era maestra y él trabajaba en una empresa de mantenimiento de piscinas. La familia se mantenía unida a Málaga, a donde acudían a visitar a sus familiares cada año. El miércoles volaban de regreso a Las Palmas después de un periodo de descanso que habían aprovechado para visitar parte del centro y norte de España.
La segunda familia andaluza que ha desaparecido por completo en la tragedia de Barajas era la compuesta por Juan Muriana López, de 36 años, Mercedes Martínez Conde, de 34, y su hija Mercedes, de seis años, que viajaban a Canarias de vacaciones. Naturales del municipio jiennese de La Guardia, el el teniente de alcalde de la localidad, Antonio Godino, señaló que en el pueblo, "una vez que se conocieron los primeros datos sobre el vuelo, aumentó la preocupación, ya que sus familiares sabían que habían embarcado en el avión".
Godino comentó que se trataba de una familia "muy conocida" en el pueblo, ya que Mercedes Martínez regentaba una peluquería desde hacía quince años, mientras que su marido era electricista y "había trabajado en un buen número de casas del pueblo"
El dolor también llegó a Gádor (Almería). De allí era Telesforo Molino Rodríguez, un funcionario de prisiones de 38 años que se encontraba destinado en las islas Canarias y regresaba después de pasar las vacaciones con sus familiares. El mismo miércoles, a primera hora de la mañana, sus padres lo acompañaron hasta el aeropuerto de Almería, donde cogió un avión con destino a Madrid. "El grito de dolor de su madre al conocer la noticia retumbó en toda la calle", comentó una vecina.
"Era abogado, aunque ejercía como funcionario de prisiones y siempre estaba estudiando. Su pretensión era aprobar las oposiciones de notario y buscaba cualquier hueco en su agenda para coger los libros", explicó una joven que vive puerta con puerta con la familia, Carmen María Trujillo, quien además destacó que Telesforo era conocido entre los gadorenses con el apodo de Willy. "A su madre no le gustaba el nombre y desde pequeño empezaron a llamarle con este sobrenombre, con el que se quedó para siempre", explicó Carmen María mientras recordaba las tardes de juego que han pasado juntos en la puerta de sus casas cuando Willy aún vivía en Gádor.
Y en Huelva lloran la pérdida de Gabriel Guerrero Durán, un joven onubense de 32 años que también figura en la escalofriante lista de víctimas. Su nombre no aparecía en el listado de pasajeros. Tampoco formaba parte de la tripulación oficial del fatídico vuelo. Gabriel, auxiliar de vuelo, viajaba en el JK5022 porque le correspondía trabajar en el trayecto de vuelta a la península, confirmó una tía paterna del fallecido, Angélica Guerrero.
Antes de que la catástrofe conmocionara a Huelva -la constatación del fallecimiento del joven se producía en la mañana de ayer-, la desgracia golpeaba con toda su dureza un domicilio del Pasaje Manuel Machado, donde viven sus padres y hermanos. El dolor impactó al grupo Scout Saltés, al que estaba vinculado Gabriel Guerrero y toda su familia, y al Colegio Santo Ángel, en el que su madre trabaja como profesora.
Los familiares del joven onubense no tendrán que esperar las huellas de ADN para identificar su cuerpo. Tras la noche más dolorosa de su vida, el propio padre de Gabriel, Vicente Guerrero, tuvo que enfrentarse ayer al momento más duro: reconocer el cadáver de su hijo. El rostro de Gabriel, presentaba arañazos pero "no estaba deteriorado y su padre lo reconoció fácilmente", explica su tía entre sollozos y apenas sin voz.
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