La transformación del sistema alimentario global: salud para las personas y el planeta
Las enfermedades no transmisibles (ENT) constituyen en la actualidad el principal problema de salud pública, contribuyendo al 70% de las muertes que se producen en el mundo.
Dentro de ellas destacan cuatro grupos: las enfermedades cardiovasculares, responsables de la mayoría de las muertes (18 millones cada año), seguidas del cáncer (9 millones), las enfermedades respiratorias (3,9 millones) y la diabetes mellitus tipo 2 (1,6 millones).
Las ENT y la sostenibilidad
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó en el año 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la cual las ENT se identificaron como un importante obstáculo para alcanzar la sostenibilidad del planeta.
Esta Agenda contiene 17 objetivos de aplicación universal que, desde enero de 2016, rigen los esfuerzos de los países para lograr un mundo sostenible en el año 2030. En la lucha por la salud global de la humanidad y del planeta, es clave la alimentación humana, de una parte por su gran importancia para prevenir el desarrollo de estas enfermedades y de otra porque la producción, procesado, transporte y gestión de los alimentos amenaza la estabilidad climática y la resiliencia del ecosistema.
De hecho, se calcula que la industria alimentaria es responsable de más del 20% de la producción mundial de gases con efecto invernadero, siendo por tanto un factor clave en el deterioro del planeta.
Alimentación Saludable Planetaria
Ante este problema global, investigadores de prestigio internacional, expertos en salud y nutrición proponen la llamada Alimentación Saludable Planetaria. Se trata de un modelo de alimentación flexivegetariana, ya que debe basarse fundamentalmente en alimentos de origen vegetal, con frutas, vegetales variados, legumbres, cereales integrales, frutos secos y solo pequeñas cantidades de proteínas animales. Además, los alimentos deberían ser de cercanía y de temporada.
De estas consideraciones, uno de los puntos más relevantes es la reducción de productos cárnicos, en especial de carne roja, ultraprocesada o no, dado que la producción ganadera es la fuente más importante de emisión de gases de efecto invernadero y supone un importante consumo de agua y de sobreexplotación de la tierra. Otros alimentos que se deberían excluir de la Alimentación Saludable Planetaria son los productos con azúcar añadida y los ultraprocesados, sean cárnicos o no, incluyendo la gran mayoría de los alimentos precocinados, todos ellos implicados en la epidemia mundial de las ENT.
Desde una perspectiva práctica, en nuestro entorno geográfico, parecería tentador simplificar la recomendación de una Alimentación Saludable Planetaria proponiendo a la población una Dieta Mediterránea. Pero, la dieta flexivegetariana no es equiparable a la Dieta Mediterránea, por varias razones. En primer lugar, el modelo inicial de Dieta Mediterránea ha ido incorporando gradualmente una mayor proporción de proteínas animales. En segundo lugar, porque la Dieta Mediterránea se centra en alimentos saludables y ahora tienen que ser saludables para el ser humano y el planeta, lo que no siempre se corresponde. Un ejemplo de ello es lo que sucede con el pescado, cuyo sistema de pesca obliga a limitar su consumo, por ser fuente de producción de gases con efecto invernadero.
El nuevo modelo alimentario tendría que adaptarse a las condiciones geográficas, a las tradiciones culinarias propias y a las preferencias personales. Un ejemplo claro es el consumo de ciertos productos vegetales y frutas (como por ejemplo la cereza o el espárrago), que siendo de producción española, consumidas fuera de temporada proceden de países lejanos, e implican una grave carga de consumo de queroseno, diésel o gasolina.
Adicionalmente, los productos de temporada y proximidad tienen más riqueza en micronutrientes, suelen necesitar menos aditivos y conservan su sabor natural, lo que facilita su palatabilidad y mejor aceptación para los hábitos del consumidor.
Por todo ello, la Lancet Comission formada por 37 científicos y en la cual están implicadas diferentes organizaciones y líderes mundiales de diversas disciplinas científicas, recomienda que el sistema alimentario global debería garantizar dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles para 10 mil millones de personas en 2050, con lo que se podrían evitar 11 millones de muertes prematuras anuales, la mayoría relacionadas con las enfermedades no transmisibles.
El papel de las instituciones sanitarias
En este contexto las instituciones y corporaciones sanitarias, así como los profesionales de la salud que las conforman, juegan un papel fundamental para mitigar la prevalencia de las ENT. Inicialmente, podría pensarse que no tienen capacidad para influir en el empleo de energía fósil o de evitar la sobreexplotación de la tierra. Sin embargo, los profesionales sanitarios gozan de un alto grado de credibilidad y poseen una gran capacidad de permeabilidad e influencia social.
Un ejemplo muy claro de institución comprometida con el cambio de alimentación hacia un modelo sostenible es el del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) que es pionero en la promoción social e implementación de programas que ayuden en la lucha contra las enfermedades crónicas, mediante estrategias que sean sostenibles y que al mismo tiempo permitan educar a la sociedad. Para ello, se centran en este modelo de alimentación, en la dieta del futuro, así como en el desarrollo de la investigación para generar conocimiento científico sobre los beneficios de dicha dieta y, dentro de sus parámetros, definir cuál sería el modelo que se adapta mejor a nuestro entorno.
El Instituto de Salud Carlos III, sensible a esta problemática, le acaba de aprobar la financiación de un proyecto liderado por el Dr. Pablo Pérez Martínez del grupo de investigación de Nutrigenómica y Síndrome Metabólico del IMIBIC. Se trata de una estrategia dirigida a promocionar y mejorar la salud de la población vulnerable de Córdoba, que como fuerza tractora permita la confluencia de distintas instituciones, para luchar contra con este grave problema común al resto de población nacional y mundial.
El objetivo es buscar, sobre bases científicas, un programa educativo de promoción y alfabetización en salud sobre una población vulnerable, intentando que sea beneficioso para las personas y sostenible para el planeta. Se trata de una intervención básica inicial con refuerzos posteriores, que mejore la educación y el estado de salud cardiovascular de las personas, a largo plazo, pudiendo además mitigar su estado de inseguridad alimentaria. Si se demuestra que un programa de este tipo, poco complejo y poco costoso económicamente, tiene una repercusión favorable sobre la población, podrá proponerse como modelo para mejorar el estado de vulnerabilidad de estas poblaciones, lo que supondría un gran beneficio social, con un valioso retorno sobre los destinatarios finales.
Tanto el programa de educación alimentaria del proyecto tiene en cuenta el grave problema actual del cambio climático, para lo que la estrategia de alfabetización en salud incluirá recomendaciones de hábitos alimentarios sostenibles, tanto en la elección de alimentos como en el de la proximidad de su producción.
Se podría concluir con la afirmación de que existe una clara evidencia de la necesidad urgente de una transformación del sistema alimentario global, adoptando un nuevo modelo de dieta que además de saludable para la población humana, también lo sea para el planeta. Esta gran transformación alimentaria debe ir íntimamente ligada a la reorientación de las prioridades agrícolas, intensificando de forma sostenible la producción de alimentos.
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