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La lucha por volver a la normalidad en Tokio se encuentra en un punto muerto que sólo el transcurrir de las jornadas (quizás semanas) terminará por solucionar. A pesar de lo que se pueda ver, oír o leer, no parece que las sospechas sobre japoneses dominados por el pánico o un Tokio desabastecido tengan una acusada semejanza con la realidad.
La gente deambula con normalidad por las calles -incluso pasea por los parques y fotografían los primeros cerezos florecidos- y los establecimientos no están faltos de clientes. ¿Por qué hay entonces menos gente por las calles? ¿Por qué seguimos viendo estantes vacíos? ¿Por qué hay tanta gente con mascarilla? A pesar de que el riesgo de sufrir un terremoto de magnitud 7 en el área del Kanto disminuye con las horas y la ausencia de réplicas, las carencias energéticas de la capital nipona no dejan de ser castrantes para el desarrollo de la vida normal.
Hoy no tuvimos ningún problema para llegar a Ueno, uno de los muchos corazones de Tokio, pero las pantallas del tren no dejaban de avisar sobre tal o cual línea que suspendía su servicio o lo restringía para ahorrar electricidad. El temor a las réplicas, los apagones rotatorios y la dificultad de muchos para alcanzar su puesto de trabajo, debido a la dificultad en los transportes (un trayecto que no exageraría al asegurar que puede alcanzar las 2 horas y más de media), han obligado a muchas empresas a dar la semana libre a sus empleados. Un parón que la economía no tardará en acusar.
Por otra parte, si hemos de suponer que la principal prueba de pánico es el desabastecimiento de los supermercados, ¿cómo valoraríamos que la lonja de Tsukiji -la mayor de la ciudad- tenga los almacenes abarrotados de toneladas de productos frescos a los que no pueden dar salida? La razón es simple: la gente compra masivamente alimentos enlatados o de larga duración (como el pan o la leche UHT), además de otros productos como el papel higiénico mientras que muchos proveedores, carentes de personal o merced a los cortes de luz, cancelan pedidos. Masivamente porque, como ha comunicado Yukio Edano, jefe de Gabinete del Gobierno japonés y principal figura política de esta crisis, antes de exhortar a la población a detener el acaparamiento, en Tokio se está comprando el doble de lo habitual.
El acto de responsabilidad que debería poner fin a esta conducta lo contemplé ayer tarde en un konbini (tienda 24 horas) de la zona de Akihabara, que tomó la iniciativa de vender un solo paquete de papel higiénico por cliente. El ya viejo adagio de piensa globalmente y actúa localmente podría ser retorcido en a grandes problemas, pequeñas soluciones. La asociación de todos estos factores limitan la salida de esta situación de anormalidad dentro de la normalidad, y la buena labor del Gobierno será apreciada en la medida en que sea capaz de superar esta cadena de disrupciones.
Una solución que pasa por garantizar un suministro eléctrico. Y ¡ah!, al recurrente uso de la mascarilla de los nipones a la menor señal de resfriado, hemos de añadir que estos días son los de mayor concentración de polen en el aire, por lo que podemos valorar a la baja la sensación de catástrofe nuclear.
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