Michael Robinson nunca caminará solo
Obituario
Nacido en Leicester, en Blackpool le decian que sería descendiente de un gaditano y cumplió sus sueños de niño: jugar en el Liverpool y sentirse de Cádiz. El Mundial de Italia, narrándolo en TVE, le abrió las puertas de Canal +
Sonaba a Canal + y a Cadena SER, pero Michael Robinson también es una de las claves de la influencia de Movistar + a través de los reportajes de su equipo (qué gran homenaje a Fernando Martín y a la Quinta del Buitre en su última temporada) con Informe Robinson, el mejor programa de historias deportivas producido en España. Y antes de Canal + había sido una personal voz 'guiri' en TVE, en esos años que abrían los 90 en los acentos, por fortuna, dejaban de ser de castellano neutro.
Robinson, inglés de Leicester que jugó por Irlanda, campeón de Europa con el Liverpool el equipo de sus sueños infantiles, navarro de corazón y gaditano de vocación insondable, se hizo popular por sus descripción del juego en el Mundial de Italia de 1990, comentando a Inglaterra e Irlanda (por entonces Eire), en una afortunada competición de ambos conjuntos. Michael acompañaba a la voz asturiana del deporte (sobre todo el ciclismo) en TVE, Emilio Tamargo. El inglés, que se había retirado prematuramente con 30 años llevaba el balón en vivo, le ponía el color y la broma a las por entonces narraciones afectadas y ya se instaló para siempre en los micrófonos después de haber estado al servicio del Osasuna.
La primera vez que le vimos fue en una sobremesa otoñal de 1982. En el segundo partido de Miguel Muñoz como seleccionador la selección visitó a la irlandesa y en un partido correoso se empató a 3. De haber ganado no hubiera hecho falta el 12 a 1 de Malta y la épica de Rincón y Gordillo ya no habría sido la misma.
Cuando en El Sadar, donde estuvo apenas dos temporadas, escuchó que le decían "torero, torero", ya sabía que se quedaría para siempre en España, como relataba en un reciente y emocionante spot. Su segunda pasión, la cadista, nació cuando se enfrentó al Cádiz en aquella liguilla de la muerte del 87 con la que el colista amarillo se salvó en una eliminatoria a tres bandas (junto a Osasuna y Racing de Santander, que descendió) que se inventó el entonces presidente del club gaditano, Manuel Irigoyen. Malabarismos federativos de otras épocas, dignos de un temporada rota como ésta. Robinson se enamoró de ese espíritu indomable y superviviente del Cádiz y su afición. En su juventud, en su barrio de la ciudad costera de Blackpool, le decían que su pelo moreno, inédito en los contornos, se debía a algún marino gaditano náufrago que echó raíces por las costas irlandesas.
Él echó tantas raíces amistosas en Cádiz que unas instalaciones deportivas llevan su nombre. Qué menos por todo el cariño que entregó.
El torero de El Sadar ya sabía que se instalaría hasta los restos en España cuando el 2 de septiembre de 1991 debutaba en la segunda temporada de El día después, repaso futbolero sagrado, y pasaría a ser uno de los narradores del fútbol a rayitas de Canal + con Carlos Martínez. Sus partidos de la Liga inglesa en una TVE que programaba de todo le abrieron la puerta del Grupo Prisa para también participar en la SER en El larguero, de José Ramón de la Morena, y el Carrusel deportivo de Paco González.
Durante todos esos años, más de quince, hizo buenas migas en ambas redacciones. Tal vez el comienzo del fin se produjo con el enfrentamiento con González en Maracaná 05, en Cuatro en 2005, un desenfadado chiringuito para analizar el fútbol cada lunes y que no pasó de su primera entrega. De aquella mala experiencia desembocó en sus reportajes de Informe Robinson (nacido en 2007) en la televisión y en la radio (como Acento Robinson), por donde han pasado todas las glorias polideportivas posibles, triunfadores y derrotados.
Michael era mucho más que fútbol y vino a representar todo lo bueno y apasionado que tiene la rivalidad deportiva. En una de sus recientes entregas caminaba desde Anfield a Goodison Park, los dos estadios de Liverpool, las casas de dos rivales enconados, Liverpool y Everton. Como ya dijo en su último tuit, él sabía que nunca caminaría solo.
En diciembre de 2018 anunció un cáncer grave y optó por decirlo a media tarde junto a su amigo Carles Francino. En un repunte de humor en su drama, cuando le informaron de un tratamiento médico a su difícil enfermedad deseó que uno de los efectos secundarios fuera poder pronunciar mejor la letra erre. Se decía que en la intimidad hablaba bien castellano y que su pronunciación en pantalla era forzada. Qué más hubiera querido este irlandés gaditano. Su acento personal le convertía en un ser único.
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