Barcelona 92 se veía por la Segunda Cadena, no fuera que las cosas salieran mal
Nostalgia olímpica
Hace 32 años los Juegos Olímpicos sólo eran coto de La 2, cadena que tenía un 25% de la audiencia, casi como lo que suman Antena 3 y Telecinco juntas en estos momentos
32 años de los Juegos que lo cambiaron todo
"Ni se me pasó por la cabeza que podía fallar aquel disparo"
La 2, la Segunda Cadena, en el año 1992 la veía un 25% de la audiencia. Una cuota que es la que suman Antena 3 y Telecinco en la actualidad en sus mejores meses. Una cifra para hacernos idea de cuánto congregaba entonces TVE, tras 35 años de monopolio y con tres cadenas privadas dando sus primeros pasos y un puñado de autonómicas, algo más veteranas, con lugar preferente en sus respectivos territorios.
Los Juegos Olímpicos de Barcelona tuvieron a La 2 como su cadena monotemática, como había pasado cuatro años antes como Seúl. No estaban puestas todas las esperanzas en el acontecimiento en el que se había empeñado el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch. Incluso la ceremonia de inauguración, carta de presentación con la que España confirmaba su garantía de éxito, se vio por La 2, no por La 1, que prefería en aquella tarde del sábado 25 de julio emitir Juegos sin fronteras, un concurso enlatado de pruebas a lo Grand Prix entre distintos países, narrado por Guillermo Summers e Ignacio Salas, la mejor ironía de la casa por entonces, además del Telediario e Informe Semanal. Es inexplicable que La 1 no fuera la cadena que ofreciera la apertura de Barcelona 92, pero existían todos los recelos e incertidumbres sobre la cita barcelonesa.
Los Juegos de Barcelona no se vieron en La 1 y sólo hubo contados momentos, como la final de fútbol (medalla de oro ante Polonia con el gol in extremis del cadista Kiko). el sábado a la ceremonia de clausura, fiesta que sí, al fin, con la euforia, se ofreció en el . La 2, cadena históricamente maltratada por la dirección de RTVE, la destinada a las minorías, fue la encargada de los Juegos del 92 (y en Cataluña, junto a TV3). La 1, que casi tenía el 50% de cuota, estaba tan sobrada de audiencia que no se sentía la necesidad de que ofreciera los grandes acontecimientos. El director general era Jordi García Candau, primer responsable de la horripilante deuda que fue sumando la corporación pública.
En aquellas semanas de juegos y medallas imprevistas (nadie apostaba en realidad, al principio, que los deportistas españoles fueran a acopiar más de una decena de metales), la competencia de TVE iba a su bola que le terminaría siendo rentable. En Telecinco, que llevaba dos años de emisiones, acuñó su lema de contraprogramación: "las Olimpiadas de la risa", con programas de humoristas y mamachichos. En la noche de la inauguración había un especial de Queridos padres, programa diario de Concha Velasco, entonces millonario ficjaje (500 millones de pesetas por temporada, 3 millones de euro, al cambio actual unos 5 millones), en el que familias exasperantes mostraban cuánto se conocían. Antena 3 emitía aquel sábado su maratón de películas Polvo de estrellas, nombre que ya había acuñado el gritón Carlos Pumares en la radio. En aquella tarde Antena 3 emitía El golfo, con Raphael, y El expreso de medianoche, y Telecinco tras lo de Concha Velasco, Tiburón 3D . Canal Sur emitía aquella tarde su programa de flamenco Al buen compás presentado por Martirio, y tras las noticias, el show musical del pesado de José Luis Moreno, Entre amigos. Canal +, a rayitas, estrenaba aquella noche a las diez el drama médico Constantes vitales que al cabo de las décadas dio nombre a una iniciativa pro-ciencia de La Sexta.
En aquella ceremonia de apertura con el excelente montaje escénico de La Fura dels Baus estaba la selección lírica española, Alfredo Kraus, Plácido Domingo y José Carreras, que junto a Sarah Brightman cantaron (en play back) el himno Amigos para siempre. El himno inicial, Barcelona, con Montserrat Caballé y Freddy Mercury se quedó en la trastienda. Por supuesto el cantante de Queen no estuvo ahí: había fallecido el año antes. La tamborrada de Calanda, la bailaora sevillana Cristina Hoyos marchándose a lomos de un caballo jerezano fueron otros de los momentos de aquella inauguración que sobre el papel parecerían tópicos fueron vestidos con innovación en aquella noche culminaba por el pebetero encendido por el arquero Antonio Rebollo, culminación de una lucida fiesta con decenas de jefes de Estado acompañando a los Reyes (que se sentaron con el himno catalán Els segadors para contrarrestar los impertinentes silbidos indepes. Los cachorros de Jordi Pujol se desahogaron ya con don Juan Carlos en 1989 en la copa del mundo de atletismo.
El momento del arquero fue visto por 7 millones de espectadores (más del doble que el minuto de oro de este año, pero lejos de lo que podría haber generado tal instante histórico) y la ceremonia de inauguración sumó 5,8 millones de espectadores de media, más del 62% de cuota. La clausura tuvo una cifra similar. TVE sumaría 31 de los 40 espacios más vistos en las dos semanas olímpicas del 92, pero al margen del deporte lo más visto fueron películas como Operación Cabaretera, en La Primera, o Don Erre que Erre en Telecinco.
Matías Prats y Olga Viza fueron los encargados de narrar en TVE la apertura de Barcelona 92 (y para los espectadores en el estadio de Montjuich, Constantino Romero e Inka Martí, futura nuera de la duquesa de Alba). Y en esa ceremonia es donde el mundo se emocionó con las lágrimas de la infanta Elena al aparecer su hermano Felipe, el Príncipe de Asturias, como abanderado de la delegación española. Prats y Viza lucieron su desparpajo de tantos años conduciendo espacios deportivos en TVE y ella fue fichada por Antena 3. Su compañero le siguió los pasos en 1998, tras el Mundial de Francia (cuando le pillaron con el "pero ¿esto qué es?"). A partir de su narración en los Juegos del 92 dicha pareja se convirtió en la de más credibilidad en la pantalla, unida a los felices días catalanes.
Los Juegos de Barcelona se habían relegado al segundo canal pensándose que se sucederían las decepciones. Pero no. Desde la prueba de velocidad en la que el chiclanero Moreno Periñán se colgó el oro, las medallas llegaron en un chaparrón impensable, desbarantado del todo la desconfianza que existía sobre Barcelona 92. El chasco de Naranjito estaba aún cerca, diez años de frustración de distancia, sin grandes logros que lo enmendaran salvo cosas esporádicas como la plata en baloncesto en Los Ángeles, el Tour de Perico Delgado o el primer Roland Garros de Arantxa. Aún no había despuntado ni el tenis ni el ciclismo. Aún menos el fútbol de la selección. Los oros en judo, en natación o en atletismo fueron un sueño que despertó de la pesadilla del fatalismo en el deporte español. El ya por entonces veterano Ramón Trecet, conductor de las noches olímpicas, lloró con la medalla en decatlón de Antonio Peñalver tras tres décadas de ingratitudes y crónicas en la pista.
En RTVE se rindieron al éxito deportivo imprevisto en Barcelona y la clausura se ofreció en la Primera, en La 1. De aquella ceremonia aún resuena la voz Constantino Romero pidiendo aquello de "atletas, bajen del escenario", mientras los juerguistas atletas tapaban a Peret. Barcelona 92 acabó bien, pero el 92 de la Expo acabaría peor, en una crisis económica por los excesos.
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