Morante, gravemente herido en la tarde triunfal de Ponce en Huesca

Martín Pena (Efe) / Huesca

11 de agosto 2013 - 01:00

Enrique Ponce abrió la Puerta Grande de la plaza de toros de Huesca, en el primer festejo de su feria de San Lorenzo, mientras que José Antonio Morante de la Puebla cayó gravemente herido en el muslo izquierdo por su primer toro. Lo que prometía ser un interesante mano a mano entre Ponce y Morante se quedó en una encerrona improvisada del primero de ellos, saliendo, a la postre, bien parado ya que supo aprovechar la ocasión y cortar las orejas que se ganó para salir a hombros de una plaza que con un lleno total, tuvo otro protagonista en lo negativo, Morante, que se cobró una cornada fuerte, pero limpia.

En el primero del lote que correspondió a Ponce no pudo hacer nada ya que fue el más flojo del encierro.

El segundo, un toro de 453 kilos, huidizo y de nombre Oloroso, lo recibió Morante con ganas de hacer cosas, y lo cierto es que se lució desde el principio con buenas verónicas en el capote. Después se fue a los medios y también le sacó buenos pases naturales y de pecho. Cuando mejor se encontraba el torero, ajustándose y arrimándose mucho al toro, tal vez en un descuido, en el tendido de sol cinco, fue cogido en el muslo izquierdo, inundando la plaza de un sobrecogedor miedo hasta que pudieron retirarle a la enfermería, para ser operado de urgencia en la misma plaza. Seguidamente el toro fue matado por Ponce que recibió la oreja del toro para su compañero Morante.

A partir de la cogida grave de Morante, y con el susto de todos los aficionados en el corazón, todo el peso de la corrida pasó para Ponce, y la verdad es que sacó su repertorio y aprovechó unos toros de poco peso y que, aunque escasos de fuerzas, cumplieron y no se vinieron abajo. En el tercero, Ponce toreó con temple y sabiduría, aunque sin exponer mucho. Una entera le hizo acreedor de dos orejas y coger confianza de cara a los tres últimos toros que aún le quedaban por matar.

Al cuarto, toro que no estuvo mucho por la labor de colaborar, Ponce quiso sacarle pases y lo consiguió con varios redondos que agradaron al público sobre todo de sol, muy bullicioso, pero con la espada no tuvo fortuna.

Como en la corrida se alternó lo bueno y lo malo, en el quinto tocaba hacer cosas interesantes y Ponce, que ya estaba entregado a los toros y al público, y dispuesto a abrir la Puerta Grande, echó toda la carne en el asador, y, de principio a fin, estuvo bien tanto con el capote como con la muleta.

Si a esto se añade que mató de una entera, las dos orejas que le concedió el presidente ya le servían para redondear una buena tarde, y de paso abrir la Puerta Grande en la primera de feria y desquitarse de actuaciones anteriores en el coso oscense donde no tuvo la oportunidad de sacar tanto provecho.

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