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Santander | Feria de Santiago
Plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander
GANADERÍA: Seis toros de El Pilar de gran nobleza y faltos de fuerza en general.
TOREROS: José María Manzanares, de nazareno y oro, aplausos en ambos. Alejandro Talavante, de nazareno y oro, aplausos y leve petición de oreja en el quinto. Tomás Rufo, de nazareno y oro, oreja y dos orejas.
CUADRILLAS: Destacaron a pie Diego Vicente, Álvaro Montes, Javier Ambel, Sergio Blasco y Fernando Sánchez; a caballo, Manuel Jesús Ruiz Román y Óscar Bernal.
INCIDENCIAS: Quinta corrida de Feria de Santiago en tarde nublada y ventosa. Se cubrió casi todo el aforo. Tomás Rufo salió en hombros por la Puerta Grande.
TERMINANDO de digerir el acontecimiento del día anterior, con el comentario común insistiendo en lo que significa el retorno de ese brujo llamado Morante para el bien de la Fiesta, se anunciaba otro cartel interesante, bastante interesante, con lo que las ganas de ver toros se venían arriba. Luego pasó lo que tantas veces pasa en esta disciplina del toreo, que el torero dispone y el toro compone o descompone. Y ayer, el envío de El Pilar estuvo a punto de dar al traste con lo previsto. Corrida de toros acorde con las exigencias de una plaza como Santander, trapío suficiente y muy buenas hechuras, pero con una falta de fuerza que se hizo especialmente ostensible en el lote que le tocó a Josemari Manzanares.
Era todo en una tarde rica en curiosidades, pues ya es raro que la terna vista con los mismos colores. El mismo color en este caso, en singular, pues los tres acudieron a la cita en Cuatro Caminos vestidos de nazareno y oro. Y nos acordamos de aquel Corpus en Sevilla tan triunfal en el que la terna apareció por Iris vestida de verde y oro. Manolo Vázquez, Curro Romero y Rafael de Paula para una tarde inolvidable. Una causalidad que ayer se repetía y que contaba con una curiosidad que rara vez hemos vivido. Y es que tres toros, el lote de Talavante y el primero de Tomás Rufo llevaban el mismo nombre. Compartían el nombre de Niñito, los tres de capa colorada y nacidos en la misma primavera de 2020. Fueron tres toros nobles y que humillaron y con el problema de la falta de fuerza menos acusado que en el resto de sus hermanos.
Llegaba Josemari Manzanares a Cuatro Caminos con la necesidad de dar un golpe en la mesa del toreo, pero se encontró con un lote que no rompió hacia delante por una falta de fuerzas que obligaba al matador a ejercer de enfermero y no a lo que estaba previsto. Su primero, Potrico, salió abanto, rumbo a ninguna parte y en la muleta el alicantino anduvo en la triste tarea de cuidar que el inválido se cayera lo menos posible. En cualquier otra plaza, el escándalo hubiera sido mayúsculo, sobre todo porque era el que abría el festejo, pero Santander es plaza amable y las protestas fueron muy leves en el arrastre. En cuarto lugar y con la corrida animada por Tomás Rufo salió una pintura de toro, una preciosidad de pelo castaño que se llamaba Canastero y que arrastraba los cuartos traseros. Mantenerlo en pie era labor ímproba y Josemari, visto el panorama, optó por abreviar bajo la complacencia del bondadoso público cántabro.
Alejandro Talavante estuvo toda la tarde muy por encima de sus presuntos enemigos y acorde con su positivo estado de ánimo le brindó a la plaza la muerte de sus dos toros, colorados de nombre Niñito y con los que pudo el pacense cortarle las orejas de haber estado más acertado con los aceros. Está Alejandro en un momento bueno, pero anda necesitado de un triunfo importante y la verdad es que toda la tarde estuvo persiguiéndolo. Brillante con el capote y vibrante con la muleta, sus habituales improvisaciones eran celebradas por un público que le hubiese premiado con generosidad, pero sendos pinchazos antes de la estocada más o menos caída jugaron en su contra.
Triunfo clamoroso de Tomás Rufo, torero que anda abriéndose camino a machetazo limpio en este complicado mundo. Con el Niñito que le tocó para abrir boca estuvo desde una apertura de redondos de rodillas en los medios que le conectó de inmediato con un público que se le entregó hasta el último muletazo. Otra curiosidad en esta curiosa tarde es que también brindó la muerte de sus dos toros a la plaza. Se llamaba Busconito el colorado que cerraba la tarde y con él arrasó el talaverano tras un acertado planteamiento de faena que tuvo su cima en dos tandas con la izquierda en que unió temple y ligazón, estoicismo e improvisación para ponerle el pase de la firma con una estocada en la que el torero tiró la moneda al aire, siendo espectacularmente cogido, como para asustar al mismísimo miedo. Las dos orejas fueron para un torero que sigue subiendo ni se sabe hasta dónde, pero sí que para llegar alto, quizás a lo más alto.
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