Mario Saint-Supéry y Álvaro Folgueiras, conclusiones que son de oro
Los subcampeones de Europa júnior se adentran en una generación memorable, llamada a cotas estelares; una medalla de plata con gran acento malagueño
La crónica de la final
Se quedó a las puertas la selección española sub 18 de completar una semana mágica en Nis, testigo de una generación que se visualiza especial. Gestionar el runrún de estas semanas ha tenido su proceso, desde una lista de Javi Zamora donde a estos jugadores juveniles, aún en etapa de formación, se les exigía un oro muy representativo, categoría que es la entrada a la etapa profesional, de ahí ese punto romántico, como lo tuvieron a mayor escala los Júniors de Oro en Lisboa. Aday Mara, Hugo González, Lucas Langarita son nombres que deberían marcar una etapa hegemónica, diamantes aún por pulir, un pasado Mundial sub-17 donde ya se podía anticipar que por detrás viene una generación singular. Talentos que quiebran la norma y que tienen un espacio reservado en un lugar que no es de plata, sino dorado.
En una generación donde hay un buen aderezo malagueño, subcampeonato que pueden considerar propio en el Unicaja. Álvaro Folgueiras y Mario Saint-Supéry; todavía con dientes de leche cuando empezaron a competir entre sí, criados y forjados en Los Guindos, con pasado en El Palo, relación que ha perdurado hasta esta plata y quizá en un futuro puedan ser la base del Unicaja del futuro, ya dependerán un montón de factores. Importantes en este campeonato, haciéndose un hueco de inmenso valor dentro de un grupo de nombres mediáticamente más sonoro, a su manera, con un Folgueiras que engulló a Turquía en cuartos de final con coraje y dando a España esa sangre competitiva en momentos difíciles, optimizando esa imagen con Francia en la semifinal y allanando el camino a la final, donde el talentoso grupo español estuvo a años luz de su nivel. Ha sido Folgueiras héroe inesperado por momentos, mostrando esa garra como si estuviera en Valle-Inclán, su colegio en El Palo.
Saint-Supéry tuvo una mala caída frente a Italia, dolor en la cadera que no remitió; semana accidental porque también le afectó ese virus que salpicó a varias selecciones en mitad del campeonato, preparación para este Europeo donde andaba renqueante del tobillo. Aún así, Javi Zamora le dio siempre responsabilidades de jugador principal, porque así se le considera de puertas hacia adentro, como uno de esos señalados en esa nueva hornada. En la final fue el más lúcido en ataque, su mejor partido no estuvo orquestado con el resto de sus compañeros; días de bagaje que le vendrán de maravilla antes de iniciar la pretemporada con el Unicaja, ahora con una condición más asentada de jugador del primer equipo, entra en los planes más que nunca después del adiós de Brizuela, reestructuración donde se decidió apostar por él con honores. Dos semanas de procesar esta medalla y abrir ese nuevo capítulo. Ibon Navarro habrá tomado nota. Merece mención además Rubén Vicente, verano especial en la formación del mallorquín, con esa inclusión en el panel icónico de Los Guindos hace unas semanas y ahora formando parte de esta selección, disminuyendo su papel progresivamente, pero tuvo algún partido de mérito.
Se rellenarán páginas en los próximos días aludiendo a ese potencial que se conjetura a este grupo de jugadores, pese a una plata que ahora sabe a poco. Quinta medalla de seis para el baloncesto español entre categorías inferiores y la selección absoluta femenina, semanas gloriosas además para el producto malagueño. El oro de Victory Onuetu en el Mundial sub 19, plata de Elena Moreno y Daniela Abeis en el mismo, bronce de Carla Viegas en la sub 18, ahora con Álvaro Folgueiras y Mario Saint-Supéry en un Europeo júnior icónico, lecciones que son de oro para crecer.
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