La final que lo revolucionó todo
Barcelona-Unicaja de 1995
Mañana se cumplen 25 años del inicio de la final de la ACB de la temporada 1994/95, la explosión definitiva del baloncesto para acercarse a la élite
Mañana martes 12 de mayo se cumplen 25 años del inicio de la final que cambió el baloncesto malagueño, ese Barcelona-Unicaja en el que el equipo cajista puso contra las cuerdas al gigante azulgrana, dirigido entonces por Aíto García Reneses. Había, evidentemente, un arduo trabajo detrás, larvado desde los clásicos Alfonso Queipo de Llano, José María Martín Urbano o Manolo Jato y el respaldo de Caja de Ronda. Por otra vía había crecido en Maristas savia nueva y capital humano que fue transferido en la fusión de 1992 entre los dos clubes. Y es que a finales de los 80 y principios de los 90 convivieron dos equipos de Málaga en la ACB, dos entidades de la misma ciudad. Algo vedado fuera de Madrid y Cataluña. "La rivalidad era grandísima, pero creo que fueron los cimientos de un club en el que salió lo mejor de cada uno de ellos. El apoyo, la estructura y la seriedad de una entidad financiera que se quedó lo mejor de los recursos humanos del otro club", confesaba tiempo después Juanma Rodríguez, con pasado en Maristas y director deportivo de ese Unicaja (lo fue hasta 2010) y en la actualidad, del Betis.
La efervescencia del baloncesto en Málaga alcanza su punto culminante en la primavera de 1995. Después se han ganado cuatro títulos y se han jugado un puñado de finales más, pero hay quien sostiene que nada fue como aquello en términos de ilusión e histeria colectiva. No se ganó un título, pero Málaga se puso definitivamente en el mapa de poder del baloncesto español. Se truncó el eje Madrid-Cataluña que había monopolizado la competición. Desde 1956 a 1994 (desde 1983 se instauraron los play off), sólo equipos madrileños y catalanes habían quedado entre los dos primeros de la Liga. Y el Unicaja, que acabó esa temporada regular en segunda posición tras jugar de manera increíble, cumplió los pronósticos ganando con autoridad por 2-0 a un Estudiantes (83-80 en Málaga y 67-79 en Madrid) que unos años antes había jugado la Final Four de Euroliga y que tenía en sus filas a Alberto Herreros, los hermanos Martínez, Orenga, Mikhailov y Harper Williams, en cuartos de final, y por 3-0 al Manresa (campeón de Copa al año siguiente y de Liga cuatro años después con Chichi Creus, el canterano cajista Jesús Lázaro, Peñarroya, Esteller y un trío de extranjeros de calidad, con Linton Townes, Deon Thomas y Slavko Kotnik) en semifinales (80-62 y 87-79 en Málaga y 72-89 en tierras catalanas).
A principios de los 90 habían coincidido en la élite el Club Deportivo Málaga, el Caja de Ronda y el Mayoral Maristas en la ACB, el Puleva Maristas en la Asobal y un equipo de voleibol con diversas denominaciones, el deporte se había convertido en un indicador del dinamismo en la provincia. Pero la desaparición del Club Deportivo Málaga es un golpe duro. Pantallas gigantes en la Plaza de Toros de La Malagueta y en el Parque del Oeste y la sensación de que se vivía un momento histórico. Suele recordar Nacho Rodríguez, ahora director general del Barcelona, en el que jugaría años después, que en el primer partido el Palau aplaudió al equipo malagueño. El Barcelona había quebrado en los 80 el habitual monopolio madridista y era referente del baloncesto nacional, pero llevaba sin ganar la ACB varias temporadas tras dos títulos del Joventut y otros dos del Madrid de Sabonis, que pocas semanas antes había ganado la Euroliga. El baloncesto español, sobre todo en la primera mitad, en los 90 era ultracompetitivo. Barcelona, Madrid, Joventut y Estudiantes juegan una o varias Final Four en ese lustro. Y Baskonia y CAI Zaragoza ganan o juegan finales de Recopa. La figura del tercer extranjero (hasta entonces sólo se podían usar dos) iguala la competición. No juegan los play off el Joventut, campeón de Europa un año antes, el Fórum con Oscar Schmidt, un pujante Caja San Fernando que al año siguiente llegaría a la final de ACB o habituales en esa época en puestos altos como Elosúa León o Cáceres.
El Caja de Ronda de Mario Pesquera y aquel quinteto recordado con Ramiro, Vecina, Arlauckas y Brown más Grau o Blanco había conseguido dos quintos puestos, no había roto ese techo de los cuartos de final, algo que ahora sí había ocurrido. El Barcelona elimina en semifinales al Madrid flamante campeón de Europa en cinco partidos (3-2) tras liquidar al Andorra (2-0) en cuartos y llega con cierta sensación de superioridad tras eliminar a los blancos. "Habíamos ganado mucho durante la temporada regular, pero siempre tienes la duda de que el play off es distinto. Nos dimos cuenta de que algo serio estaba pasando cuando ganamos al Estudiantes, llegamos de Madrid al aeropuerto y había 300 o 400 personas esperando", recordaba Nacho Rodríguez en su época como articulista de este periódico: "Se celebró como un gran éxito llegar hasta semifinales. De hecho, tuvimos ese recibimiento increíble en el aeropuerto. Frente al TDK, en semifinales, demostramos que la presión no iba a poder con nosotros (vencimos 3-0 claramente). Es cierto que en esa época el equipo de fútbol andaba tristemente en Segunda B y eso contribuyó a que el apoyo fuese mayor. Pero a raíz de ese éxito todos nos dimos cuenta de que en la ciudad podía haber un equipo de altísimo nivel".
El jugador más veterano de aquel Unicaja era Mike Ansley, con 28 años recién cumplidos. La media de edad era de 23.6 años. El benjamín era Ricardo Guillén. Un núcleo de jugadores de la casa (Nacho Rodríguez, Curro Ávalos, Dani Romero, Gaby Ruiz, Ernesto Serrano y Ricardo Guillén), todos nacidos en los años 70. Dos nacionales de calidad, internacionales antes o después, Manel Bosch y Alfonso Reyes. Un trío de extranjeros (Babkov, Ansley y Miller) complementario y que se integró en la ciudad arrastrada por el grupo. Un técnico de sólo 34 años, Javier Imbroda, con mucha ambición. Aquello fraguó en un equipo de leyenda para el baloncesto malagueño. "Entre nosotros éramos muy amigos, todos juntos. Dentro del equipo todo funcionaba muy bien, éramos muy familia. Después íbamos a la discoteca. No bailábamos, sólo hablábamos (risas). Lo pasábamos muy bien", recordaba en su última visita a Málaga, hace pocos meses, Serguei Babkov. "Había una buena química. Éramos un grupo de amigos, dentro y, sobre todo, fuera, donde se hace piña. Era muy normal que estuviéramos 8 o 9 jugadores cenando, comiendo. Eso hace vestuario y se nota. Con los años hemos visto que fue de los secretos de la selección española de baloncesto y de fútbol era la química, que, aparte de muy buenos, era un grupo de amigos. Nosotros nos llevábamos muy bien. Existía buen equilibrio", incidía Nacho Rodríguez. En la misma línea se expresaba Curro Ávalos, que debió dejar el baloncesto con 26 años por problemas en las rodillas. "En el vestuario antes de salir apenas escuchábamos lo que hablábamos por el ambiente que había. Nos ganamos el respeto y venir a Ciudad Jardín era un dolor de muelas para los rivales. Éramos de aquí, aunque yo llegué desde Córdoba con 14 años, criados y crecidos aquí hasta que nos llamaron al primer equipo. Salíamos y nos juntábamos con la gente de aquí. Esa identificación es muy difícil de conseguir y lo hicimos, nos veían por donde iba todo el mundo, éramos accesibles, uno más para cualquiera", decía el cordobés.
El Unicaja tomó el Palau en el primer partido (77-84) en un gran partido, con un soberbio Serguei Babkov (23 puntos), al comando y tres hombres más en la decena (Nacho Rodríguez, con 15, Ansley con 11 y Gaby Ruiz, 10). El Barcelona tenía a veteranos, ya plata en Los Angeles'84, como Andrés Jiménez y Epi (apenas juega en la final). Más internacionales como José Antonio Montero, Ferran Martínez, Xavi Fernández (cajista años más tarde) o Galilea. También a Salva Díez o el rocoso Quique Andreu, que protagonizó algún momento de tensión y agredió a un miembro del staff cajista. Un núcleo nacional fuerte más un trío extranjero formado por los pivots Mike Peplowski y Darry Middleton (ahora asistente en el CSKA Moscú tras una larga carrera de jugador que le llevó a jugar con más de 40 años) y el escolta Corey Crowder (padre de Jae, actual jugador de Miami Heat).
"Los equipos de Javier siempre se caracterizaban por una buena defensa. Donde había alguna laguna defensiva con Serguei o Mike se suplía con Manel, Kenny o cualquiera. Después en ataque había talento con ellos. Yo lo veía claro, la ventaja era con Mike, que en el poste alto de cara las generaba. Había que aprovechar esas virtudes, en función de ellos se atacaba. Eran desequilibrantes", recordaba Nacho Rodríguez sobre aquella temporada. En el partido dos ya no había aplausos en el Palau. El Unicaja dominaba por nueve puntos en la segunda mitad (no había cuartos aún) y hubo una jugada clave que Serguei Babkov aún recuerda. "Ganamos el primer partido en Barcelona y en el segundo íbamos nueve puntos arriba e hice un tapón limpio al escolta tirador, creo que era Xavi Fernández. El árbitro pitó falta... 1-1 y ya se sabe la historia", decía el ruso sobre esa jugada clave. El Barcelona se llevó de manera ajustada el duelo (93-92).
“Ganamos a Estudiantes y Manresa y ya nos vimos ahí. Yo creo que esa final la debimos y merecimos ganar, pero... Recuerdo una anécdota con los árbitros del primer partido de la final [Mas y Sancha, dos clásicos de la época]. Le dijeron a Imbroda ‘Enhorabuena’. Javier les preguntó: ‘¿Enhorabuena por qué? ‘Por llegar a la final’, contestaron. ‘Venimos a ganar la final’, les respondió Javier”. La anécdota que revelaba Juanma Rodríguez era definitoria sobre lo que impactaba ver al Unicaja ahí y también sobre el espíritu con el que se afrontaba. La eliminatoria regresó a Málaga con 1-1. Y en el tercer partido el Unicaja se llevó el gato al agua (88-87) fabricándose un march ball de título. Los americanos se echaron el equipo a la espalda. Entre Ansley y Miller sumaron 46 puntos y 25 rebotes. Alfonso Reyes les daba minutos de calidad de resuello. Por fuera, gran trabajo de Curro Ávalos y Gaby Ruiz (22 puntos entre los dos).
Y se llegó al punto culminante, el partido cuatro. La expectación es enorme en toda España. Tres de los partidos de esa final están entre los 10 más vistos de la historia del baloncesto de clubes desde que hay audiencias, con picos de seis millones de espectadores. Málaga está en el mapa deportivo. Hay piques en la sala de prensa también con Aíto.
El Unicaja tenía la posibilidad de ganar un título en casa (después ganó cuatro, todos lejos de Málaga). La expectación es máxima. "Recuerdo a periodistas en la puerta de mi casa esperándome para entrar en la radio camino al pabellón. Aquello fue una locura para todos, para la ciudad", decía Javier Imbroda, hoy consejero de Educación y Deporte de la Junta. En un partido con un calor asfixiante en Ciudad Jardín, la igualdad es extrema, pega un tirón de seis puntos el Unicaja al comienzo del segundo tiempo pero el Barça vuelve y se llega a los minutos finales empatados. Ansley está en trance, lleva 37 puntos y el Barcelona domina por dos puntos y Javier Imbroda se decide por una jugada ganadora, un triple para el de Alabama. "Era el hombre. Si se volviera a repetir la situación sería idéntica. Ya le hubiera dejado la situación de si era de dos o de tres, a su nivel de confianza, ahí entra en juego el talento del jugador. El banquillo deja de tener importancia. Mike era un jugador decisivo en su manera de ver el baloncesto", explicaba el técnico. Se habló mucho sobre aquello.Hubo quien dijo que deberíamos haber jugado para anotar de dos y forzar la prórroga. Es posible, pero lo cierto es que la jugada salió según lo previsto. Ansley subió la bola, se jugó el uno contra uno contra Middleton y lanzó a canasta. Lo hizo limpiamente, sin que el rival le punteara. El balón iba bien dirigido, pero se salió de dentro. Ansley había metido 37 puntos ese día, con tres triples y unos porcentajes magníficos (7/11 en tiros de dos, 3/6 en triples y 14/15 en libres)", recordaba Nacho Rodríguez.
No entró el triple y quedaba un quinto partido en Barcelona, que el Unicaja peleó durante 30 minutos, pero ya derrengado y sin fuerzas acabó cayendo en lo que se convirtió en un homenaje a Epi en los dos últimos minutos. Fue el último partido del mítico jugador maño y acabó con el título de ACB del Barcelona, una final que el Unicaja dignificó. "Yo al año siguiente gané la Liga con el Barça y no había ni 100 personas en Sant Jaume. Un año antes, tras una derrota, aparecían 3.000 o 4.000 esperándonos", resumía Manel Bosch, que tras su gran temporada en Málaga ficharía por el Barcelona. "La Málaga del 95 no es la de 2015. La gente se agarró al equipo, lo cogió como una bandera reivindicativa, del orgullo de algo propio. No se hablaba de otra cosa. Se decía que era porque el fútbol no estaba... Esto eran palabras mayores. La gente lo hizo suyo, se transmitió fuera de Málaga y todo el país estaba pendiente. La gente se tiró a la calle. Se pusieron pantallas en muchos lugares de la ciudad. La gente nos pedía autógrafos y fotos, eso era inconcebible para nosotros. Y nadie nos enseñó cómo se procesaba todo aquello", remachaba Imbroda. Fue la final que se perdió, pero que lo cambió todo.
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