Brizuela: un iluminado que rozó el bombazo
El vasco completa el mejor partido de su carrera con 33 puntos, pero se queda sin el premio de las semifinales
Los grandes partidos siempre dejan grandes duelos en la pista y no fue excepción el Barça-Unicaja de la Copa del Rey de Madrid'21. Sin duda, el partido más competido de los cuartos de final. En el que estuvo más cerca la campanada. En semifinales estarán los cuatro cabezas de serie, en una circunstancia que hacía tiempo no se daba. Hubo protagonismo repartido en ambos equipos, pero algunas figuras sobresalieron. Uno de ellos fue Cory Higgins, que tiró de sangre gélida para definir un encuentro de postín. Es una navaja suiza el ahijado de Michael Jordan. Pero por encima de todos estuvo Darío Brizuela, imparable por momentos. "Estamos a tope", decía el vasco horas antes del partido. Lo que parecía una pose fue una actitud en la pista.
Fueron imponentes los primeros minutos del equipo malagueño, los mejores de la temporada de largo. A un nivel superlativo, para competir con cualquiera. La versión adelante y atrás fue de matrícula de honor. Y hubieron ventajas amplias, al límite de la rotura definitiva. Había en esos instantes un jugador que flotaba por el parqué del WiZink Center, esas tablas que tan bien conoce. Un día fue su jardín y aquello es como montar en bici. 14 puntos anotó el escolta cajista para abrir una brecha seria. Tenía sangre en los ojos, esa vena competitiva. "Yo he entrenado con él y cuando tiene estos días da igual lo que hagas", decía Sitapha Savané, que compartió vestuario con él en el Estudiantes. Había canastas de todo tipo, exhibía catálogo el de San Sebastián. Un triple por aquí, otro por allí, una bomba en penetración, una bandeja... Insuperable.
Se marchó al banquillo y la pólvora se mojó un poco, lo que coincidió con la mejoría blaugrana. Jasikevicius le cambiaba los defensores, con especialistas de primerísimo nivel en echar el cerrojo como Higgins o Hanga. No había quien cogiera el testigo en los de Katsikaris, que sufrían sin el alimento de Brizuela. Apenas un par de tiros libres. Aún así, los malagueños aguantaban la primera embestida del Barça, que empujaba cada vez más. Y ahí volvió a aparecer la Mamba vasca, que seguía insuflando veneno a los catalanes, el gran favorito del torneo. Ocho puntos ahora permitían escaparse de nuevo y rondar la decena de renta. Pero Calathes, con un estilo más pausado pero igual de efectivo, levantaba la mano en un momento crítico para su equipo. He ahí un líder de verdad.
Con Bouteille fuera de la rotación y Francis Alonso cortocircuitado, Katsikaris necesitaba de la anotación de Brizuela. Y emergió en un instante de mucha necesidad. Con 79-70 y el Barça con el colmillo afilado anotó un triple y levantó al Unicaja. Una canasta suya ponía el 79-78 y otra el 81-82. Había partido de nuevo. Se agigantaron los malagueños, que forzaron la prórroga en unos minutos donde mostraron un carácter competitivo que se le desconocía a este equipo. El vasco, con un volumen de juego altísimo en sus manos, le daba el balón a Abromaitis para que se inventara la canasta que regalaban cinco minutos más.
Los primeros puntos de la prórroga eran del vasco, desde el tiro libre. Aprovechando el bonus. No vería más el aro el escolta, bien cercado por los perros de presa blaugrana. Hanga y Higgins mordían. El partido acabó de mala manera, con una falta en ataque de Brizuela sobre el estadounidense, que terminaría con Pérez Pizarro pitándole una técnica a él y expulsando a Katsikaris, indignado con el arbitraje. 33 puntos /7/9 en tiros de dos, 5/8 en triples y 4/4 en tiros libres), dos rebotes y tres asistencias para 22 de valoración en 33 minutos. En su debe, nueve pérdidas. Números descomunales en el mejor partido de su carrera con 26 años en un escenario de máxima exigencia y con un rival feroz. Un iluminado en el WiZink Center que rozó el bombazo.
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