Carlos Cabezas vuelve a sus raíces

Baloncesto

El campeón del mundo malagueño emprende su aventura en Uruguay, la tierra de su familia paterna

Firmó dos temporadas con el Nacional, uno de los clubes gigantes del país

Las fotos de Carlos Cabezas antes de marcharse a Uruguay
Carlos Cabezas padre e hijo con Alejandro, sobrino del campeón del mundo malagueño. / Juan Roldán

Los bisabuelos paternos de Carlos Cabezas nacieron en Castilla, Galicia y el Piamonte italiano. Coincidieron todos en Uruguay, cuando al país sudamericano se emigraban desde Europa. La Suiza de América, se le llamaba por su prosperidad a mediados del siglo pasado. Allí se dirige este lunes el campeón del mundo malagueño, rebuscando entre sus huellas y desandando el camino. Sus abuelos y su padre nacieron y crecieron en Uruguay, pero la familia volvió a España cuando Hugo, tío de Carlos, fichó por el Betis. De fútbol, claro, a finales de los 70. Se unió Carlos padre, que jugaba en las categorías inferiores de Uruguay, pero al baloncesto. “Me casé con una sevillana, tuve un hijo malagueño y una hija granadina. Adoro Andalucía”, explica el progenitor del campeón de Korac, Liga y Copa del Unicaja, que durante casi 15años jugó a la canasta en Málaga, Córdoba, Granada y Lugo. Ahí comienza la historia de uno de los mejores deportistas de la historia de Málaga.

Carlos Cabezas, que cumplirá 39 años en noviembre, firmó en julio un contrato por dos temporadas con el Nacional de Montevideo, club gigante en el país sudamericano. Ha potenciado su sección de baloncesto, también lo está haciendo el Peñarol, el otro transatlántico. Es una experiencia con carga simbólica para el ex jugador del Unicaja. Ha jugado antes en España, Rusia, Francia, Venezuela, Argentina y Hungría, pero ahora va al país de sus ancestros.

Durante todo el mes de agosto se ha preparado en el Pabellón Carlos Cabezas, bautizado así en su honor, de Marbella y se ha ejercitado con el CB Marbella, que prepara su debut en LEB Plata, en los últimos días. La retirada ya empezaba a rondar su cabeza cuando una llamada para jugar en Hungría en enero pasado mantuvo su fuego competitivo. Ahora tiene una experiencia extra que en la familia se celebra. A las órdenes de su preparador físico, Frank Naundrup, Carlos Cabezas se exprime sobre el parqué para llegar a punto a un reto ilusionante y exigente.

Carlos Cabezas se prepara con Frank Naundrup.
Carlos Cabezas se prepara con Frank Naundrup. / Juan Roldán

“Uruguay tiene tradición de baloncesto, es medallista olímpica en baloncesto en Helsinki’52 y Melbourne’56, sendos bronces. El país vivía una bonanza económica, éramos grandes también en fútbol y el deporte se trabajaba muy bien. Óscar Moglia, por ejemplo, fue uno de los jugadores más grandes del baloncesto sudamericano y fue máximo anotador en Melbourne. Su nieto, Santiago, va a ser compañero de equipo de Carlos”, explica Carlos Cabezas padre mientras corretea por el parqué su nieto Alejandro, hijo de Silvia, la hermana de Carlos. Ataviado con la camiseta de Nacional, no para con el balón de fútbol aunque también se anima a lanzar a canasta.

El Nacional es, justamente, el club de la familia Cabezas en Uruguay, lo que da un carácter más emotivo a la experiencia. “Mi padre, Nelson, era de Nacional, mi hermano Hugo y yo también, aunque cuando nos hicimos profesionales jugamos contra nuestro equipo del alma, pero queda ese club de la infancia. Ninguno pudimos jugar ahí y se dio la circunstancia ahora con Carlos. En los años 60-70 se ideó un programa, La Gran Jugada. Peñarol ganaba año tras año, ganaba Libertadores e Intercontinenal, y Nacional hizo una estrategia económica. Propuso que todos los socios que pudieran se hicieran vitalicios pagando una cantidad muy alta de dinero. Mi padre puso dinero y hasta su muerte fue socio de Nacional. También trabajó con las inferiores del fútbol, hasta que yo pasé al jugar al baloncesto y mi hermano en el Liverpool de Montevideo”, explica Cabezas padre.

Carlos Cabezas hijo nunca había estado en Uruguay hasta que jugó en Venezuela y Argentina y, al acabar la competición en 2018, visitó Montevideo. “Estuve allí hace un año y medio, en Montevideo, vi la final entre Aguada y Malvín y me impactó mucho cómo se vive el baloncesto. El país es pequeño, pero acogedor y bonito. Era algo que tenía en la cabeza, si no acababa en España ir para allá. Que no quiere decir que termine, porque ya sabemos cómo es esto. A nivel familiar es un guiño a la familia, a mi abuelo que en paz descanse. Llega en un momento interesante. Fue fundamental haber estado en Montevideo. Me hubiera costado más del tirón. Estar cerca de Buenos Aires, haber conocido aquello... Está fresco, mantengo amigos, familia de mi padre. Voy a estar seguro arropado. Es fundamental ir a un sitio donde conozco gente. Sé el interés y la expectativa que hay en Nacional y es una motivación”, explica el base malagueño, que vislumbraba una retirada cuando llegó una proposición desde Hungría, desde el Alba Fehervar: “Era un momento de mi carrera muy complicado, con mi edad llevaba unos meses sin competir y me vino en un momento ideal, muy bien, jugar la liga húngara y la competición europea. Me hizo jugar muchos partidos y recuperar la confianza para sentirme muy bien y me ha dado este contrato por dos temporadas en Uruguay. Despreciamos muchas veces el baloncesto en estos países. Hay cinco extranjeros, comunitarios... No es la calidad de España, Italia o Francia pero hay jugadores interesantes y algún americano que salta a grandes ligas”.

Hay gente que me dice que por qué no me retiro, que no tengo necesidad de seguir... Siempre respondo lo mismo, uno hace lo que le gusta, tengo mercado, me siento activo, competir es lo que siempre me ha gustado, estoy sano... Todo lo que pueda disfrutar, tanto jugando como experiencia vital, eso que me llevo. Posiblemente pueda acabar en Marbella en el futuro, ayudando a los más jóvenes... Pero pienso en la temporada que viene, ya decidiré año a año”, explica Carlos Cabezas cuando se le pregunta por dónde encuentra la motivación para seguir compitiendo.

Los Cabezas, a las afueras del pabellón.
Los Cabezas, a las afueras del pabellón. / Juan Roldán

“Ahora es una experiencia ilusionante pero es exigente, hay una responsabilidad, allí hay que jugar y responder desde el primer día y demostrar. Nunca me meto presión, pero siempre intento competir al máximo y por carácter no va a ser. El Nacional es el equipo más grande del país junto a Peñarol, han salido jugadores muy importantes de fútbol y baloncesto... Esa motivación es bonita tenerla y, claro, también me gustará ir a un palquito en el estadio de Nacional para ver el fútbol, que me encanta”, bromea Cabezas, que recuerda que se crió en un ambiente en el que Uruguay estaba presente: “Es simbólico, mi abuelo estará orgulloso ahí arriba. Siempre me contaba sus historias de cómo empezó a jugar en Uruguay, desde pequeño Nacional era su club. Ellos han hecho un esfuerzo importante, me consta, y quiero estar a la altura de la institución. Se va a jugar Liga Sudamericana, jugar por América es algo espectacular. Tuve una experiencia así con Guaros en Venezuela y es muy bonita. La competición local es en Montevideo, no se viaja apenas y eso ayuda. En Argentina había viajes de 12 o 14 horas de autobús y era más complicado. Hay dos partidos a la semana, 40 minutos el viaje más largo. Puedes ir y comerte un asado. De una manera u otra me crié en un ambiente uruguayo aunque no estuviera allí, con argentinos y uruguayos, viendo fútbol y baloncesto y jugando con ellos. Han salido grandes jugadores de fútbol, hay cultura de deporte. Estoy seguro de que Nacional mueve mucha afición. Hay que hacer las cosas bien y ganar para que venga más gente. Son pabellones pequeños normalmente, pero hay un pabellón grande para jugar el play off desde semifinales”.

El baloncesto allí es un poco más agresivo que aquí, pero no es como antes”, advierte Carlos Cabezas sobre lo que se va a encontrar su hijo: “La presión de las hinchadas sí existe, son pabellones pequeños, con gente de las dos hinchadas... Nacional tiene historia de baloncesto también y ahora Peñarol va a ascender seguramente. A ver cómo le va a Carlos y si puede aguantar los dos años. Con el Nacional-Peñarol va a aumentar mucho el seguimiento. Aunque aquí nos quejamos a veces del Barça y el Madrid, lo cierto es que se ve más la ACB por eso. Pasará lo mismo allí”.

Carlos Cabezas y su grupo de trabajo en Marbella.
Carlos Cabezas y su grupo de trabajo en Marbella. / Juan Roldán

A nivel sentimental, para la familia Cabezas es un viaje con mucha carga. “Es algo muy bonito debido a las circunstancias. Lo lógico hubiera sido que Carlos se retirara jugando en la ACB, ojalá en Unicaja, pero al no poder ser y dar vueltas en los últimos años, siempre hemos hablado de la ilusión que nos haría que él conociese Uruguay, poder verlo allí donde yo crecí sería muy bonito. Ha cambiado el baloncesto uruguayo, hay tres americanos por equipo, él siendo hijo mío no ocupa plaza de extranjero. No esperaba que a los 38 años esté como está. Físicamente ha sido muy bueno y está estupendamente. Y ha tenido una oferta bastante buena de un equipo grande. Es la entidad más importante del país junto al Peñarol, con un organigrama más acorde a un jugador como Carlos. Se ha construido en Montevideo el Antel Arena, espectacular con cosas de NBA, donde se juegan semifinales y final. Van a jugar la Liga Sudamericana por la renuncia de venezolanos y jugarán en Colombia una fase... Sería espectacular verlo jugar en un pabellón nuevo que se inauguró hace poco. Se perdió una oportunidad de ir a China, se estuvo muy cerca”, contextualiza Cabezas padre.

“A Uruguay lo vi maravilloso, me parecía Miami tras estar en Venezuela”, dice Carlos Cabezas padre, que llevaba varios años sin ir hasta que estuvo con su hijo: “También hay miseria, pero en el centro de Montevideo parecía muy bien. De Mújica se habla bien y mal, pero el tema es que ha reducido un 28% la pobreza y eso son datos. Ha dado más bienestar. Hay un poco más de inseguridad, la justicia es igual menos severa con un gobierno de izquierdas. Pero no se puede tener todo, hay que saber manejarlo. Nos llamaban la Suiza de América, un país chico, con mucha agricultura, ganadería, agua pura, con la energía eólica está cubierta la electricidad... Ya llega Internet a los pueblos, todo niño tiene un ordenador, se ha abierto el conocimiento y el nivel cultural muy bueno”.

La camiseta de 500 partidos del Unicaja.
La camiseta de 500 partidos del Unicaja. / Juan Roldán

El Nacional acabó la pasada temporada tercero de la Liga. La renuncia de los equipos venezolanos propició la invitación para jugar la Liga Sudamericana. El 4 de octubre comienza la competición oficial. Son 14 equipos que juegan dos vueltas, como Apertura y Clausura. Los dos mejores de cada torneo y los cuatro restantes con mejores resultados conforman los ocho que pasan a jugar por el título. Hay una tercera liguilla a una vuelta para determinar las posiciones de primero a octavo. Los cuartos y semifinales son a cinco partidos y la final, a siete. “Hay tres americanos, que juegan de tres, cuatro y cinco. Se fichó a Souberbielle, que fue MVP de las finales hace dos años, tenemos a Santiago Moglia, familia de la leyenda del baloncesto uruguayo, hay algún jugador joven interesante... Lo vamos a pasar bien. El año pasado quedaron terceros jugando con Esteban Batista, que se fue a San Lorenzo, en Argentina. La idea es mejorar ese tercer puesto. El entrenador estuvo muy cercano, tiene mucha experiencia. Quedó campeón con el Maccabi de la liga de uruguay, se llama Leonardo Zylberstein. Hemos hablado de cómo queremos jugar, de los refuerzos...”, explica Cabezas sobre su nuevo equipo.

Aunque se marcha a Uruguay, Cabezas sigue pendiente de los equipos que más le marcaron. El Unicaja, el equipo de su tierra con el que conquistó Korac, Copa y Liga, y la selección española, con la que fue campeón de Europa y del mundo, tanto en junior como a nivel absoluto. “Siempre sigo al club, ha sido un año dificíl con lesiones importantes de los jugadores nacionales, eso mermó un poco el final. Yo creo que la temporada pasada debe olvidarse y ahora se ha renovado el equipo. Se mantiene ese columna vertebral con los nacionales. Suárez, Alberto y Jaime es un buen bloque, aunque se ha ido Dani a Tenerife. Esa identificación la tienen y ahora a intentar que se adapten los nuevos jugadores, que parecen muy interesantes y atléticos. Este año la Liga Endesa hay equipos muy reforzados, va a ser muy apasionante”, dice Carlos Cabezas, que también seguirá el Mundial de China: “Llega un relevo generacional, es el primer año sin nadie del 80. Es un gran equipo, con Marc como gran baluarte, el anillo le ha reforzado aún más. Ricky es fundamental. Hay que ver a los hermanos Hernangómez, que son muy atléticos y que creo que es su Mundial. Apuesto totalmente por ellos. Espero que Llull también dé un paso adelante. Tener a Sergio al mando es fundamental, conoce al grupo, lo ha ganado todo y ahora lo vi radiante tras su experiencia en la NBA. Tiene el respeto absoluto de los jugadores, es un entrenador que ha hecho historia en el baloncesto español”.

Carlos Cabezas, durante un entrenamiento.
Carlos Cabezas, durante un entrenamiento. / Juan Roldán

La aventura continúa, pues, para Carlos Cabezas, que si acaba su contrato en Uruguay habrá conseguido algo muy extraño de ver, jugar como profesional en cuatro décadas distintas, los 90, los 00, los 10 y los 20. Aún tiene hambre de baloncesto el malagueño, que se ha preparado en el mes de agosto de manera intensa para estar a la altura. Uruguay le espera.

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