El Cholo Ibon

El técnico vitoriano, muy gesticulante e hiperactivo todo el partido ante el Surne Bilbao, explicaba que "hay días que el equipo tiene energía y días que estaba más plano. El equipo necesitaba chute"

Las fotos del Unicaja-Surne Bilbao Básket
Ibon Navarro golpeando a Alberto Díaz tras una gran acción. / Javier Albiñana

Es un técnico expresivo Ibon Navarro. En el lenguaje gestual se le ve acelerado habitualmente. Pero en la victoria ante el Surne Bilbao Básket mostró una hiperactividad en la banda tremenda, áun superior. Consciente de la trascendencia del partido, el vitoriano parecía por momentos el Cholo Simeone corriendo la banda del Wanda Metropolitano e interactuando con el público, pidiéndole brazos arriba acción y jaleo. Un parte importante del trabajo del entrenador es conocer el hábitat en el que trabaja, qué teclas tocar y qué le gusta ver al aficionado. Las señas de identidad, de las que Alberto Díaz es un ejemplo inmejorable. Y el técnico vasco transmite hambre y que para él esta es una oportunidad especial en su carrera. Y lo contagia.

"Hay días que el equipo tiene energía y días que está más plano. El equipo necesitaba chute. Cada día tenemos que hacer lo que toca. Tocaba hacer estas cosas y cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer para ayudar al equipo. Sé que no es fácil venir un miércoles, pero las gracias a la afición porque ha metido varios puntos", respondía Ibon Navarro en la sala de prensa del Carpena tras la victoria ante el Bilbao cuando se le cuestionaba por esa excitación durante el encuentro. Estaba empapado en sudor, pero con la satisfacción del trabajo bien hecho y de un triunfo muy trabajado e importante. Es posible que había algo de sobreactuación también. Pero si el guión lo exige, se aplaude. Seguramente Sergio Scariolo conquistó al Carpena definitivamente el día que estrelló una silla sobre el parqué y le expulsaron para provocar la reacción del equipo y ganar al Panathinaikos de Obradovic.

Lo cierto es que hubo un momento con algo de magia, ya en el último cuarto, que no se había vivido desde antes de la pandemia, quizá desde la final de la Copa del Rey. La afición cantando a capela el himno en un tiempo muerto, vítores para Alberto Díaz después de varios esfuerzos continuados y una ovación espontánea a falta de un minuto después de haber visto un cuarto final tremendo y 15 minutos de un baloncesto de alto nivel. No es tan difícil llegar a la afición.

Ahí estaba Ibon Navarro pegándole empujones a un Dejan Kravic demoledor en ese periodo final, gritándole a Rubén Guerrero, abrazándose a Alberto Díaz tras un triple, charlando en un tono paternal durante un minuto con Darío Brizuela, al que conoce desde niño, después de un par de errores cuando estaba muy caliente y después dándole cariño en la sala de prensa a quienes peor lo habían hecho, destacando aciertos sobre errores, por ejemplo con Cameron Oliver. El americano, con problemas de faltas y con tres triples sin tocar el aro, sin embargo, saltaba la valla para celebrar la canasta de espaldas que metió Kravic en pleno festival. Con un lenguaje corporal particular, son detalles. Navarro destacó que trabajó bien sobre Inglis.

Es baloncesto, pero no sólo lo que sucede en el 5x5, también las condiciones para llegar ahí y el trabajo mental. Ibon Navarro intenta equilibrar quintetos, cuadrar rotaciones y se afana por tapar todas las carencias, que las sigue teniendo en abundancia aunque algo corregidas con los tres fichajes, la plantilla. Se ha casi conseguido espantar el fantasma del descenso y un tremendo mes de abril pondrá la nota definitiva a una temporada que hasta marzo ha sido la peor en 30 años pero que aún se puede enderezar.

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