Darío Brizuela, las claves de una metamorfosis

El vasco renueva su compromiso hasta 2026 para ser un jugador referente

Su maduración en el último año le lleva a ser uno de los líderes dentro y fuera de la pista

El dilema de Dylan Osetkowski

Ibon Navarro da indicaciones a Darío Brizuela.
Ibon Navarro da indicaciones a Darío Brizuela. / Javier Albiñana

"Veo que Darío tiene todo para ser un jugadorazo, para hacer un pedazo de historia en el baloncesto español y europeo. Estamos en ello. Yo a él le insisto mucho. Quiero aprovechar su talento. Tiene el físico y quiero que añada las cosas y que se centre para cambiar directamente su nivel de jugador. Que defienda mejor y que tome mejores decisiones en ataque y en defensa. Le falta esto. Si todo lo juntamos, va a ser grandísimo". Las palabras son de Fotis Katsikaris en marzo de 2021, después de que Brizuela diera una exhibición en Santiago de Compostela para tumbar al Obradoiro. Las condiciones estaban ahí, no ha habido una metamorfosis como la de Gregor Samsa en la mítica obra de Kafka. Pero sí un pulimento hasta contemplar la versión actual del jugador vasco, que con 28 años está en su espléndida madurez como jugador de baloncesto. Ha firmado para estar en Málaga hasta 2026, así lo confirmó este lunes el club

Hay momentos y personas claves que cambian una carrera. El potencial estaba ahí, lo veían los distintos entrenadores. Darío ya vino del Eurobásket mascullando algo distinto, el oro que había catado le había hecho comprender mejor cómo son los vericuetos hacia el éxito, cómo hay que regar en el día a día. Concienciado, como su íntimo amigo Alberto Díaz, con el que coincide desde que era un niño en la selección y con el que levantó la Copa en Badalona, en ayudar a crear una química fuera para que se notara dentro. “Queremos traer esa mentalidad, esa unión de equipo, al Unicaja. Ese buen rollo queremos traerlo aquí, es una de las claves para construir equipo. Queremos traer esa capacidad de competir de Rudy, de los Hernangómez, de toda la selección, aquí en Málaga. Es una herramienta para competir en torneos como la Champions, que para nosotros es muy importante. Puede ser clave”, eran sus premonitorias palabras en septiembre.

En abril, Brizuela extiende su compromiso hasta 2026, tres años más. Han pasado muchas cosas más. Brizuela ha sido padre, vivió un momento crítico días antes de la Copa cuando el pequeño Bruno, con apenas un mes, estuvo gravemente enfermo. Por suerte, crece sano y trajo un título de Copa bajo el brazo. El escolta vasco ha llamado la atención fuera porque ha testado su rendimiento en un Eurobásket y en una Copa del Rey. Tenía alguna oferta sobre la mesa, una proposición real, para jugar la Euroliga. El club ha hecho un esfuerzo. También ha valorado que el año pasado renunció a la selección en una ventana porque el equipo estaba en un momento penoso y él tenía un tobillo maltrecho. Priorizó entonces aunque eso le podía restar puntos para ir al Europeo. Se le dio absoluta libertad, así lo hablaron con él el presidente y el entrenador, para que viajara o no a Badalona por la situación de su hijo. Son detalles también que suman. El compromiso de una parte, el cariño y el tacto humano por otra.

Y, claro, la pista es la que habla. Se está viendo la versión más concreta y dañina de Darío Brizuela. Menos bote, más rentabilidad. Ha pasado de jugar 21 minutos por duelo la temporada anterior a hacerlo apenas 16 en ésta. Es el octavo jugador en uso del técnico. Tiempo suficiente para meter 11.2 puntos con porcentajes excelsos (86%, en libres, 57% en tiros de dos y 39% en libres), con dos asistencias por duelo y reduciendo pérdidas de balón. Además, lo que quizá es más importante, elevando su nivel defensivo. Ya lo exhibió en el Eurobásket. Tiene las piernas y ahora lo demuestra. Es la parte de trato por la competencia en la posición. O se defiende o no se juega. Ibon Navarro ha terminado de tocar la tecla precisa para que Brizuela haya escalado esa dimensión de jugador que Katsikaris vaticinaba, ha puesto orden en esa amalgama de cualidades. Mejor rodeado, cierto es, sin la necesidad de que meta 20 puntos para que su equipo gane, recibiendo el balón en las posiciones y con las ventajas para ser más devastador, con las dosis de libertad necesarias. Con ese punto de locura y descaro irrenunciable que también le convierte en imprevisible. Y también en un jugador que esté en la discusión para ser MVP de la BCL y que desmonte, ya lo hizo en 2021, al Barça en la Copa, esta vez con final feliz, en un partido inolvidable por lo que hizo en la pista y por lo que sucedía fuera.

Ese proceso de maduración no fue sencillo. Darío Brizuela pasó por épocas en la que no era tan valorado, a veces desesperaba, aunque no pocas veces era el único que se atrevía y se echaba al equipo a las espaldas. El verano pasado se asumió su permanencia en Málaga, había un año más de contrato. Se dudó con él o Jaime, que acababa y se fue a Tenerife. La materia prima, se ha demostrado, estaba. Había que ponerle orden. El donostiarra ha encontrado en la Costa del Sol la estabilidad personal y profesional. Hay las habituales cláusulas de salida en ese contrato hasta 2026, pero Brizuela va camino de ser un jugador legendario en la historia del Unicaja. "Desde que yo era pequeño recuerdo al Unicaja ganar una Liga y una Copa. Yo crecí con esa imagen de un equipo grande, es ahí donde el club tiene que estar. Yo quiero estar aquí mientras el club vuelve a conseguir esas cosas", decía hace un par de años en una entrevista en Málaga Hoy. Así ha sido.

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