Devin Williams y el 41, un número con mensaje

El americano lega para intentar reactivar el juego interior del Unicaja y demostrar que ha superado sus problemas físicos

Lleva ese dorsal de un hermano asesinado

Devin Williams celebra una canasta.

¿Qué Devin Williams se verá en Málaga? Es la duda que existe a la hora de valorar la contratación del pívot americano. El equipo malagueño prepara el debut en la Basketball Champions League aún sin el jugador de Ohio, fichado a expensas de que pase el reconocimiento médico. Se le espera este lunes en Málaga para empezar el proceso. Puede ser inscrito aún hoy en la FIBA, se pueden dar dos altas durante el Round of 16 de la BCL sin límites temporales. Es en el comienzo de los cuartos de final, a finales de marzo, cuando se cierra la ventana europea de fichajes.

Williams es un jugador que puede dar un salto de calidad si es el hombre que en la temporada 2019/20 brillaba en el Tofas Bursa, al que tenía en el Top 8 de la Eurocup y en puesto alto en la Liga turca. Con 27 años, ya ha jugado en cuatro continentes: América, Oceanía, Europa y Asia. Tras no ser drafteado y jugar las ligas de verano con Milwaukee comenzó en Melbourne (Australia), jugó en la G-League esperando ingresar en la NBA, probó en Puerto Rico, jugó Euroliga con el Buducnost después de destacar en el Buyukcekmece turco y también brilló en Bursa, su temporada más completa, cortada por la pandemia. Se marchó a China saliendo del radar continental y regresó a Turquía, al Bahcesehir, donde sólo jugó tres partidos antes de rescindir tras problemas físicos. Es lo que hace dudar de si puede tener el impacto deseado. Los informes que ha recabado el club dicen que sí, se constatará in situ en el reconocimiento y después en la pista.

La versión en Bursa es la más completa como profesional de Williams, jugador que tuvo al baloncesto como tabla de salvación para salir de los peligrosos suburbios de Cincinnati. La carrera de Williams tuvo altibajos tras una infancia complicada. Sus hermanos mayores jugaba al baloncesto y tuvo una experiencia traumática antes de acceder la universidad. “Mi hermano murió, fue tiroteado y asesinado y él vestía el número 41”, explicaba en la universidad el nuevo pívot del Unicaja, que tenía 17 años Williams cuando sucedió, cuando Donshae falleció. “Una mala noche, el lugar equivocado, el momento equivocado. Es triste, pero así es como es mi ciudad. Lo use como motivación para sacar a mi sobrino de allí y hacer lo mejor para él y para mi familia”, recordaba. Un número que ha lucido toda su carrera con un mensaje y un motivo.

“No tenemos poste bajo”, ha dicho alguna vez Katsikaris. Es la idea de la incorporación de Williams, dar herramientas y reactivar. No viene con las garantías idóneas sobre su físico, con problemas musculares que, según sus agentes, ya han remitido. Entre ese riesgo o el inmovilismo, el Unicaja ha optado por tomar decisiones y apostar. Se necesitaban también movimientos para constatar que la temporada no se deja morir. El mejor Williams sería un jugador que elevaría al nivel. Pronto se puede ver.

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