“En Brescia hay tradición de baloncesto y hay ambición”
Entrevista a Sergio Scariolo
Hijo de Brescia y predilecto de Málaga, Sergio Scariolo explica cuál es la situación del equipo que vendrá mañana al Carpena y da su visión sobre el baloncesto actual y el Unicaja en particular
La asociación entre baloncesto y Brescia, ciudad de donde llega mañana al Carpena para jugar contra el Unicaja en partido de la Eurocup remite de manera inevitable a Sergio Scariolo (Brescia, 1961). Tras tres meses intentos en la burbuja de la NBA, el seleccionador español y técnico ayudante de Toronto Raptors pasa unas semanas en Marbella esperando órdenes de la franquicia canadiense mientras prepara la próxima ventana de partidos internacionales de España, que serán en Valencia a finales de noviembre. Atiende la llamada de Málaga Hoy para hablar de un partido especial, al que acudirá in situ. Málaga HoyEl equipo de su tierra natal, donde estuvo hace pocos días visitando a su madre, que cumple hoy 91 años, y el de su lugar de adopción, del que es hijo predilecto, frente a frente.
–Baloncesto y Brescia nos llevan a Sergio Scariolo. ¿Hay allí tradición de baloncesto?
–Sí, sí, la hay. Nosotros llegamos hasta casi semifinales de la Lega, perdimos en cuartos de final ante Milán. Nos la robaron, vamos. Ha pasado tanto tiempo y era poco más que un niño, era segundo ayudante. Pero con rabia me acuerdo de ese partido aún, un tercer encuentro. Sería año 79 u 80. El equipo ha estado en play off en esa época. Después tuvo un bajón, bajó a la A-2. Se quedó allí unos años ahí y ahora ha vuelto arriba. Ha llegado a una final de Copa de Italia, también la perdió en el último tiro. Es un equipo de play off en Italia y con ambición de dar guerra para colarse más arriba. Si en la criba de los primeros cuatro (Milán, Bolonia, Venezia y Sassari) alguno falla, ahí estarán preparados.
–Es en Brescia su primer encuentro con el baloncesto. ¿In situ o por la televisión?
–Las dos cosas. Mi padre me llevaba a ver el equipo de su instituto, en una liga estudiantil. Los domingos por la mañana me llevaba allí. Yo en aquella época jugaba a fútbol y nadaba. Estaba encantando porque donde jugaban era justo enfrente estaba la casa de mi tíos. Eran como mis abuelos, que estaban más lejos. Eran mayores que mis padres y, claro, te miman y eso a un niño le gusta. Ese fue mi primer contacto con el baloncesto. Años después, la Ford de Cantú, equipo que era grande de Europa, construyó su pabellón y durante un año jugó en Brescia y ahí ya tuve contacto directo con el baloncesto de alto nivel. Después, en Brescia se sintonizaba Tele Capodistria, la televisión de la zona que era yugoslava, pero en lengua italiana. Es el lugar donde digamos están los ancestros de mi familia. En la zona de Istria, Zadar, Rijeka, Dalmacia... Te ponían a Delibasic, Dalipagic, Kicanovic, Slavnic... Recuerdo perfectamente que era el sábado por la tarde cuando daban un partido entero. Eran mis primeros contactos con el baloncesto.
–En aquellos años, Lombardía tuvo campeones de Europa con Varese, Milán y Cantú.
–Fue el momento en que se convirtió durante, yo creo que durante un par de décadas, el baloncesto italiano, esos equipos, en dominadores del continente. El Real Madrid, más raramente el Barça más tarde o el gran CSKA de entonces se colaban también. Pero Simmenthal e Ignis tuvieron 20 años, en general todo el baloncesto italiano, dominó. Yo crecí en esa época, de ellos aprendí. Básicamente, era la referencia de todo el mundo fuera de Estados Unidos en el baloncesto.
–Dijo alguna vez que su maestro fue Riccardo Sales. ¿Era también de Brescia?
–Era de Milán, pero entrenó en Brescia varios años. Coincido con él, es el que me ve entrenar a los niños de otro club. Me lleva a la cantera del club y como segundo ayudante del primer equipo. Había entrenado antes al segundo equipo que había en Milán y fue a Brescia unas cuantas temporadas. Es cuando llegamos a esos cuartos de final de la Liga contra Milán, temporada 79/80 o por ahí.
–¿Es la gente que lleva el club la misma que entonces?
–Son gente nueva. Son muy amables conmigo, siempre intentan hacer algún homenaje cuando voy, hacer cualquier cosa que pueda relacionarme con ellos. El General Manager, Sandro Santoro, es un muy buen amigo. También los presidentes, Graziella Bragaglio, Matteo... Siempre un trato exquisito. Ahora han traspasado el club a una nueva empresa aunque ellos siguen. Germani es una empresa de transportes.
–El entrenador, Vincenzo Esposito, fue su jugador en la Fortitudo de Bolonia.
–Lo tuve dos años, sí. Lo sacamos de Caserta, cuando empezó a tener problemas económicos. Ganó la Lega después de que se fuera Oscar Schmidt. Allí estaban Gentile [Ferdinando, padre del actual jugador del Estudiante] y Sandro Dell’Agnello. Cambiaron la estructura del equipo, se fortalecieron con Tellis Frank y Charles Shackleford y ganaron un campeonato que era durísimo. Vincenzo fue el fichaje estrella, alrededor del que construimos el equipo en la Fortitudo. Fueron dos años fantásticos. Tuvimos un grandísimo éxito de equipo, en tres años seguidos llegamos a la final y éramos recién ascendido. Y él fue reclutado por Toronto tras un cortejo muy largo, vinieron a verle muchas veces. Lo quisieron y le hicieron un contrato de tres años. No lo hizo mal, pero pasaba un poco lo mismo que a Navarro cuando fue, que necesitaba un equipo en el que ser muy protagonista. Era un jugador de muchísima clase, con gran capacidad de anotar, de pasar la pelota, con mucho talento, mucha habilidad, excelente mano, capacidad de generar juego de muchas formas... Muy elegante, realmente ese jugador de clase. Como todo estos jugadores, no era el mejor defensor. Tenía mucha personalidad, mucho orgullo, era la primera experiencia fuera de casa. Tuvimos altibajos en nuestra relación esos dos años, pero le tengo mucho cariño. Es de esos jugadores que te mejora, de los que te obligan a dar lo mejor en capacidad de gestión y en hacerte crecer como entrenador. Era un jugador que llega como estrella a un recién ascendido. Tienes que cuadrar exigencias. Él hizo un crecimiento tremendo y ese año después él y Rusconi fueron los primeros italianos en la NBA. Cuando dejó de jugar, empezó con el scouting. Antes que entrenar, empezó a ver jugadores, demostró esa capacidad de detectar el talento. Empezó a entrenar, lo ha hecho bien en equipos modestos. Con buen rendimiento, buenos resultados, demostrando su gran conocimiento del juego, hasta que le ha llegado esta oferta de Brescia, que puede ser un equipo trampolín. Está a mitad de camino entre un equipo del montón y un equipo que quiere colarse entre los mejores y puede dar ese salto.
–¿Cómo es esa sensación de ver como entrenadores a jugadores suyos?
–Agradable, no me hace sentir más mayor, como a algunos parece que le pasa (risas). Como hacen los americanos, es el árbol y las ramas de ex ayudantes y ex jugadores que están diseminados y ven dónde llega su influencia. En América lo valoran, lo cuidan más y hablan de ello mucho más, no como en Europa, que no interesa mucho. La mayoría de los jugadores que tuve que son ahora entrenadores son los que me han enseñado cosas per se, que me han obligado a crecer y mejorar. Cuanto mejores son los jugadores que entrenas, mejor entrenador tienes que ser, tienes que ser creíble.
–¿Cómo está el Pallacanestro ahora?
–Hay un poquito de tijera. Está Milán por un lado. Hay otros equipos, Bolonia, Venezia y Sassari, detrás. Bolonia teóricamente con un poquito más de proyección. El resto inventa jugadores, trata de cuadrar. Ahora con el Covid, con dificultades. La sensación es que la hemorragia de bajada de nivel, la cuesta abajo, se ha frenado y hay actualización. No está obviamente tan arriba como estuvo, pero al menos hay alguna señal de que en algún lado se mira hacia arriba. Milán ahora tiene un equipo sólido y cuadrado, más parecido a lo que es Ettore, en su segundo año. Bolonia está con esa aspiración de ir hacia arriba. Venezia y Sassari son escuadras consolidadas de unos cuantos años, jugando finales, ganando títulos y estando en la pomada.
–¿Cómo es su vida en estas semanas?
–Algo sí descanso, pero veo mucho partidos, estoy volviendo a ver encuentros de play off NBA. Estuve en el partido entre el Unicaja y el Barcelona. Veo partidos y trabajo con la categorías inferiores de la selección con Manolo Aller, para ayudarle y asesorarle. Y claro, también el seguimiento con los jugadores cara a la ventana próxima de noviembre.
–¿Qué enseñanza se llevó de la burbuja de la NBA?
–Ha sido tres meses largos casi. No puedo decir que haya sido una mala experiencia profesionalmente, al contrario. Ha sido muy positiva, con todo facilidades. De la cancha al hotel en cinco minutos, sin viajes. Se ha hecho bastante vida de equipo, con tiempo para ver a otros entrenadores y jugadores en pasillos, piscina o las canchas. El peso duro era estar alejado de tu familia durante mucho más tiempo. Hemos salido del confinamiento y hemos entrenado en la burbuja. Pero realmente es la única fórmula eficaz para llevar a cabo competiciones ahora mismo.
–¿Lo ve aplicable logística y económicamente a Europa?
–Logísticamente se puede hacer, se trata de copiar bien y sitios habría seguro. Económicamente es un poco el quid, habría que hacer cuentas. Soy más de letras que de matemáticas. El único problema real es el económico y se me escapa eso. Si se pudiera evitar, para evitar sangría de aplazamientos por positivos, el 0-20, luego no... No hay otra fórmula que la burbuja. Pero no sé si es viable aquí.
–¿Cómo está viendo al Unicaja? Estuvo en el Carpena el día del Barcelona allí. ¿Le vio más?
–Le he visto bastante, casi todo, el último el del domingo ante el Gran Canaria. La verdad es que el equipo ha recuperado bien, va dando pasos adelante, parece que los jugadores interiores que estaban tan discutidos están dando un paso adelante, van creciendo. También los exteriores, los pequeños españoles, me alegro mucho porque están dando la talla y siendo protagonistas. Lo de Nzosa es una bonita bocanada de aire fresco. Es imprevisto en los tiempos seguramente en los que se está produciendo, pero eso pasa muchas veces. Ricky debutó con 14 años no porque estuviese programado por el Joventut. Aprovechó su oportunidad y el resto es historia.
–¿Le ha sorprendido ver a Francis Alonso en este nivel tras un año de aterrizaje desde la NCAA sin protagonismo?
–No me sorprende. Habiéndolo visto tantas veces, con la sub 22 también in situ, honestamente no me ha sorprendido su capacidad anotadora. Sí pienso en lo que tiene que mejorar para adquirir de un escolta, o un base, que también podría ser, de nivel internacional. Entiendo y sé que es un jugador ambicioso y que debe mirar al alto más nivel. Debe crecer físicamente y en el playmaking, la creación de juego. Aunque siga como escolta se agradece un jugador ahí capaz de generar el juego. Francis tiene un don, que es talento natural y también muchas horas y repetición. Uno no tira bien sólo por puntería. Puso muchas repeticiones y horas extras. Esa cualidad del tiro es tan importante en el baloncesto de hoy, pero se puede trabajar y mejorar. Si la tiene hay buena parte del camino recorrido. El desafío de Francis es ser un gran jugador. Él sabe mejor que yo o que tú lo que tiene que mejorar.
–¿Le gusta el paso adelante de Alberto Díaz?
–No es una sorpresa. Siempre ha respondido bien cuando la barra se ha subido. Si la barra se ha quedado, él se queda. Pero si la barra sube, él la salta. Las responsabilidades por la lesión de Mekel son mayores y responde muy bien. Él se lo merece, por más consideración baloncestística que se pueda tener de él, como persona todo lo bueno que le pase.
–El año pasado hablaba con usted y decía que había que tener paciencia con Rubén Guerrero.
–La última defensa en Gran Canaria es de alto nivel. Jugó un buen partido. Se decía que intimidaba poco y el domingo fue importante en esa acción destacada. Es un fantástico tercer cinco y no se le puede achacar deficiencias de otros jugadores en el mismo rol que harían que tuviera que ser el primero o el segundo. Es como un ejemplo un poco exagerado. Estoy en un avión y a los dos pilotos les da un yuyu y me toca pilotar a mí porque estoy en primera fila. Rubén tiene que trabajar para ser un segundo cinco de alto nivel. Pero llegará. Que de repente la valoración tenga que ser negativa porque deba ser el primero o el segundo... Falla algo en la lógica.
–Habló antes de Nzosa. ¿Qué le pareció?
–Me llama la atención la tranquilidad con que juega. Eso es propio de los grandes. No tanto el ataque, la defensa o la técnica. El poso con el que está en la cancha, la capacidad de no cometer apenas errores. Tampoco de usar sus cualidades atléticas a destiempo, como casi todos los chavales de su edad harían, saltando a todo, o picando las fintas. La madurez con que responde impresiona. El partido de Andorra fue un partido que no puede no llamarte la atención, no sólo en pensar en lo que has visto, sino en darle una proyección.
–¿Es complicado analizar en parámetros distintos el baloncesto? El nivel NBA no es el mismo que la Euroliga, la Eurocup o la selección según el nivel de los jugadores que vayan.
–Es divertido porque debes hacer un ejercicio mental para adaptarte a parámetros físicos y de habilidad de jugadores. Obviamente no puedes ver play off NBA como un partido de Eurocup. Con ese criterio y con ese metro, estarías decepcionado. Hay que apreciar y valorar lo bueno que se ve.
–¿Ha cambiado algo la tendencia la final de la NBA con jugadores más grandes en el equipo campeón? ¿Peligra el pívot?
–Si es muy bueno, seguirá marcando diferencias. La cuestión no es el del muy bueno o el crack. El pívot de medio pelo era un jugador imprescindible, ahora no lo es. Es la gran diferencia en la evolución del juego. Para poder estar en el campo, un hombre muy grande debe tener movilidad, mejor si tiene tiro de tres puntos, debe tener velocidad, capacidad de cambiar defensivamente, de salir agresivamente. Cualidades que los muy buenos la tienen. El resto están destinados a tener un rol marginal, no a desaparecer.
–¿Y la necesidad de meter triples?
–Es una cuestión de capacidad de tirar. La capacidad de tirar de los jugadores hace que los espacios se abran para otras jugadas, para los 1x1, para que las grandes estrellas sean capaces de generar penetraciones, ir al aro, jugar al poste bajo o un aclarado. Cuanto más jugadores capaces de meter de tres puntos tienes, más espacio va a haber con 1x1 para los demás. A partir de ahí, el paso siguiente es que si los jugadores capaces de tirar tienen espacio tienen que tirar, porque no van a encontrar después un tiro con una ratio de mejor punto por posesión dentro de los 24 segundos. Cuando uno tenga un buen tiro lo hará. El tiro ideal, el tiro cero que lo llaman en EEUU, es el triple desde la esquina. Es la distancia es más corta. Cuando la línea se curva se aleja, a pesar de que la gente tira desde más lejos, baja. Pero el primer tiro que la defensa menos concede y el que todo el mundo tira con más ahínco, el que tiene mayores porcentajes de rentabilidad, es el triple desde la esquina.
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