“Éramos todos cancheros, de ir al frente"
Entrevista a Walter Herrmann, ex jugador del Unicaja
El carismático jugador argentino está de vuelta en Málaga y asistirá a la Copa
Recuerda viejos y buenos tiempos de aquel Unicaja campeón
Walter Herrmann Heinrich (Venado Tuerto, Argentina, 1979) conserva el porte de su época de jugador. De hecho, asegura que no se retiró aún. Ahora juega con el Colo Wolkowyski, también afincado en la Costa del Sol y también miembro de la generación dorada argentina, en una liga local. Sigue con la melena rubia al viento y con un cuerpo de baloncestista. "Dos kilos más que cuando jugaba, pero son de masa muscular", afirma. Fue miembro del mejor Unicaja de la historia, el que ganó Copa y Liga. Viene a la cita tras una sesión de gimnasio que no perdona. Ha vuelto a Málaga con su mejor, la malagueña Elena, y sus dos hijos, Bárbara y Leyton, de 11 y 9 años. En 45 minutos de charla, reflexiona sobre el baloncesto y la vida.
-¿Qué le trajo a Málaga?
-Sinceramente, la culpa es de mi mujer 100% (risas). Estuvimos nueve años en Argentina, con un año en Brasil, en Buenos Aires, Córdoba... Muchos sitios, pero ya con los niños en edad escolar la sede estaba en Argentina. Mi mujer no se acabó de adaptar para vivir allá. Me propuso probar en España. Hace años que vengo a Málaga, todas las vacaciones las pasaba aquí, conozco a mucha gente... Y hemos decidido probar aquí para cambiar de aires y a ver qué tal.
-Nos dio un susto hace unos meses con un problemilla en el corazón.
-Fue algo muy sencillo, pero coincidió en el tiempo con lo de Iker Casillas, que él sí tuvo un problema más serio, creo. El corazón empezó a latir a destiempo y me tuvieron que cardiovertir, te internan y te dan un shock eléctrico. Todo tiene sus riesgos, fueron 45 días de reposo y ya vida normal. Pero parece cuando te pasa algo en el corazón que saltan todas las armas. No es la rodilla o el tobillo, pareciera que te vas a morir, pero fue una tontería. Me agarró a final de temporada, no pude jugar los play off y terminó la Liga. Y ya vinimos para acá. Mi idea era seguir jugando.
-Aún se veía con cuerda con 40 años.
-Sinceramente, la edad es más mental que física. No he tenido lesiones graves. La única que tuve fue una en la rodilla izquierda en el Baskonia. Y fue una tontería. La plica sinovial se llamaba. Llevaba seis meses sin jugar en la NBA y empezamos la pretemporada súperexigente. De meter tanta caña, una pequeña piel al lado de los ligamentos se desprendió y se metió en el menisco. Una pavada, hay muchas lesiones que son tontas. Pero después nada, algún esguince pero poco más. Es una ventaja importante, no tener lesiones y dolores. Eso es básico para querer seguir.
-¿Ha notado muy cambiada a Málaga ahora que lleva más tiempo?
-Málaga ciudad, impresionante la mejoría y lo hermoso que está. Está divina la parte del Muelle Uno, por ahí. Antes era más irte a Puerto Banús y Marbella. Incluso en Argentina, aunque allí siempre hay un sube y baja económico, antes te vendían en los packs para viajar a Madrid y Barcelona sólo. Hay con la inestabilidad gente que piensa venir. Antes era Madrid y Barcelona o irse a Francia o Italia, pero ahora ofrecen mucho Málaga. Siempre le decía a quien me preguntaba 'Vayan a Málaga, a la Costa del Sol, que es precioso'. Las agencias antes no lo contemplaban, pero ahora se vende mucho más.
-Hay mucho argentinos en la Costa.
-Muchos, muchísimos. Es verdad que el idioma hace muchísimo. Hay mucha gente descendiente de españoles. Allí somos descendientes de alemanes, españoles, italianos... Pero mucha gente es descendiente de italiano pero busca mucho España por el tema del idioma. A mí me encanta la Costa, me da mucha tranquilidad, pero estoy acostumbrado a venir de vacaciones, no a vivir. A veces me dan ganas de irme a mi ciudad. Y vienen amigos míos de Argentina y me dicen '¿Qué quéres hacer allá en nuestra ciudad y mirá acá todo lo que tienes?'. Pero cuando te acostumbras a algo lo echas de menos.
-¿La retirada es definitiva?
-Nunca diré que estoy retirado definitivamente, jamás (risas). Después de esto del corazón me planteé algo más light, no hacer nada, no jugar más... Y llegué aquí y el Colo Wolkowisky, que está aquí también viviendo definitivo, me invitó a jugar un partido. En realidad, ya estaba allí la chica con mi nombre en la planilla, me metieron en una Liga. Ya jugué un par de partidos y súperbien. En el primer partido, un poco más de miedo, porque desde mayo no hacía nada. En el segundo bien, mucho mejor, es divertido, no tienes la presión y disfrutas.
-Se cumplen ahora 15 años del título de Copa del Unicaja. ¿Qué recuerdos tiene?
-Los mejores, los mejores. Bellos recuerdos. A todo el mundo le digo lo mismo, la Copa del Rey es un torneo aparte, otro mundo. Es como cuando empiezas un Mundial y empieza la etapa final. Un mal día y vas fuera y uno bueno y puedes ganar la Copa aunque no seas candidato. Recuerdo la semifinal aquella contra Valencia. Yo venía jugando más o menos bien, pero ese día metí 5 o 6 triples, 30 puntos, una locura... Si ese día no meto esos puntos porque tengo un día malo quedamos eliminados. Mucha gente me pregunta por el Unicaja, que si está irregular... A todos les digo lo mismo, es un torneo diferente. Tres buenos partidos y sos campeón. La gente tiene que animar. Es como que haces el promedio de todo el año y ves campeón al que va arriba, no te ves con chances... Para mí en torneos así puntuales, al ser un partido, está todo abierto. Y nosotros más, al estar de locales, tenemos ese plus.
-¿Qué relación tenía con Sergio? ¿Exigía mucho?
-Al principio chocábamos mucho, muchísimo. Yo tenía mi forma de jugar, más salvaje, más a mi aire. Venía del Fuenlabrada, hacía lo quería. También en Argentina hacía lo que quería. Dentro del esquema, claro, pero tenía mucha libertad. Con Sergio estaba todo mucho más estructurado. El primer año lo pasé regular, es normal, somos profesionales pero constantemente estamos aprendiendo. Hay cosas que no sabemos. Ya en el segundo y tercer año súperbien, ganamos Copa y Liga... La relación fue excelente, entendimos lo que quería. De hecho seguimos con una gran relación. Teníamos esos encontronazos al principio y por ahí salía que Herrmann y Scariolo estaban enfadados. Y no, no era así. Un equipo de baloncesto convive, es una familia. En la familia siempre hay discrepancias, es lo más normal del mundo. Yo por ahí salía enfadado de los entrenamientos y los partidos. Y enseguida parecía que teníamos mala relación. Y para nada. Vino después a mi boda, de hecho. Aprendí muchísimo de él.
-¿Le cambió él la forma de ver el baloncesto?
-A partir de tenerle me di cuenta de que, tengas la calidad que tengas, te pueden exigir un rol en ciertos equipos en el que, si lo haces bien en tu rol, haces que toda la maquinaria y la estructura del equipo arranque. Yo renegaba al principio de estar en una esquina parado. 'Parezco aquí un banderillero de fútbol', me decía. Y al final estás abierto y, cuando se cerraban, me llegaba la bola y podía meter. En los entrenamientos, al tirar de tres, los porcentajes eran muy altos y también después en los partidos. Mejoré muchas cosas con él, no te puedo decir una puntual. Insistía en la defensa, yo defendía poco, lo justo y necesario. Siempre te exigía un poquito más de lo que podías dar.
-Hay una cuña de la generación dorada argentina con Pepe Sánchez y usted en aquel equipo. ¿Ayudó ese carácter a ganar?
-Lo que pasa es que, por ejemplo, Jorge parecía argentino también. O Carlitos, Berni... Te pones a mirar y éramos todos cancheros, de ir al frente. Siempre se dice que los argentinos te dan carácter. Pero ahí estaba Marcus Brown el año siguiente, son jugadores de mucho carácter. En ese equipo, cuando había discusiones, eran discusiones fuertes. Pero después tirábamos para adelante. Si hay que tirar para el lado de uno te podría decir que la garra argentina ayudó, pero, siendo sinceros, en ese equipo había mucho jugador de carácter, se levantaba la voz y después se olvidaba... Por ahí igual Daniel Santiago era igual más tranquilo, tenía un carácter más reposado. En su mayoría congenió bien porque había la misma cantidad de jugadores que tenía un carácter fuerte con otros más tranquilos. Stéphane Risacher, por ejemplo, era mi compañero de posición de alero, también era más calmado. Pero qué calidad tenía, era excelente, era indiscutible su talento. Siempre me acuerdo de él porque se cortó el pelo porque tenía problemas cervicales. Y le dijeron que el pelo era el problema y se lo cortó. Me quedé pensando y me dije 'Aunque tenga problemas cervicales, yo no lo corto' (risas).
-No era sólo carácter ese equipo.
-Jugábamos muy bien, sí. Cuando el equipo acabó encontrando la filosofía que quería Sergio, el equipo acabó jugando igual que ahora la selección española. Cuando Sergio le encuentra la identidad a sus equipos, juegan bien. Eso no te garantiza salir campeón pero ves a un equipo que sabe lo que quiere, que juegan a algo. A veces veo partidos de baloncesto y no sé a qué juegan los equipos. ¿Cuál es la filosofía? Ganas un día porque uno te mete 30. Pero al siguiente perdés. Perdimos partidos porque no la metíamos, pero siempre sabíamos a lo que estábamos jugando.
-En el último Mundial se vio una final España-Argentina. Parece como si los hijos de aquellas generaciones vuestras ganadoras siguieran bebiendo de esa fuente.
-Nos hemos criado aquí, en España, muchos, casi todos los que fuimos campeones olímpicos en Atenas'04 o la selección española que ganó el Mundial dos años después. Salimos de la misma liga. Aquí se mejora muchísimo. Yo le digo a los chavales jóvenes que el sueño cuando nosotros lo éramos era venir a España a mejorar. El sueño del pibe era venir aquí, saltar a la NBA directo era impensable. Hoy en día se podría saltar en algún caso, la NBA se abrió mucho. En ese momento era muy difícil. Para un chaval entonces, era coger el pasaporte, venir a Europa y, si tenías cierta calidad, ya ir a la NBA. El chico cambió la mentalidad. Buscan más un buen contrato, muchas veces prefieren ir a Brasil, Chile, Uruguay... Son ligas parecida a Argentina. No buscan tanto Europa. Hablo de España porque es en la que jugué, las otras sólo jugué contra ellas. Para mí es la más fuerte en la que he jugado. Más que la NBA. Fuerte me refiero en la forma de jugar. Después la calidad es diferente. Es más difícil, para mí, jugar un partido FIBA que un partido NBA. El reglamento es diferente, no se puede hacer zona. Es muy difícil un jugador aquí en Europa verlo penetrar y anotar fácil. Allí te marcan tres segundos defensivos rápido, el juego es más veloz. Para mí, el baloncesto ACB es durísimo, durísimo.
-¿Ve más baloncesto ahora? Cuando era jugador recuerdo que intentaba desconectar una vez salía de la pista.
-Empiezo ahora a ver mucho más. Para julio comento los Juegos Olímpicos e intento ver jugadores de todos los equipos, estudiar más sus características. No es lo mismo opinar de un partido tal que estar ahí en la televisión e intentar explicar lo mejor posible lo que pasa. Voy a comentar para TeleMundo, desde Miami. Me invitaron diciéndome que iba a ser divertido, pero yo quiero hacerlo bien. Intento ver más baloncesto. Estoy de mediados de julio a mediados de agosto en Miami. Es una experiencia nueva. Hace un par de años empecé a dar charlas motivacionales, que no había dado en mi vida. Me parecía un mundo, muy complicado. Yo cuento mis vivencias, no tengo que inventar nada. Pararte a hablar de tu vida, nadie me lo puede discutir (risas). No soy un predicador, cuento lo que me ocurrió a mí. Mi experiencia de vida, cómo me fue. Hay gente que saca conclusiones, se da cuenta de que no todo era así como pensaba.
-¿Pensó en dedicarse a entrenar o algo más relacionado con el baloncesto?
-Estuve al final del año pasado con Wolkowisky al sur de Argentina, en Puerto Deseado, dando un clínic. Con niños de 8-9 hasta 17-18 años y lo pasamos muy bien. Yo tengo una escuelita de baloncesto, voy y doy alguna charla y ya está. Allí estuvimos tres días y lo disfruté, no lo descarto hacer más. Uno cuando está metido en el baloncesto lo ve y cree que nunca va a terminar de eso. Pero tienes aristas, mil cosas por hacer. Y me gustaría transmitir experiencias. Ahora tengo la experiencia, como suelo decir, pero todas las metidas de pata las hice yo. Lo que tenía que hacer y lo que no, todo lo hice. Cuando eres jugador hay cosas que no ves. Por ahí viene alguien y te lo explica. Hay jugadores que se complican cuando corrigiendo dos o tres cositas puntuales de su juego podrían mejorar muchísimo.
-Le leía hace unos días en una charla que dio con el programa de Berni que incluso había tenido que tomar antidepresivos al dejar el deporte.
-Lo conté porque no dejó de ser una anécdota, no fue tan complicado. Leyendo, no encontré mucha gente que empezara a tomar antidepresivos y lo pudiera dejar después. Trato de contar esto porque yo estuve seis meses después de dejar el baloncesto sin poder dormir. Veníamos de doble turno de entrenamiento toda mi vida. Y ahora estar ocioso todo el día, porque una hora en el gimnasio no es lo que está nuestro cuerpo acostumbrado, no es nada. Fui a un médico porque no podía dormir y me dio pastillas antidepresivas. Y no tenía nada que ver con la sintomatología que yo tenía. Estuvo cuatro-cinco meses tomando y cada vez iba peor. Eso era en Argentina. Vine a Málaga, fui a Granada a ver a un amigo. Y me dijo que por qué no la dejaba de golpe. Yo había leído, te metes en Google y lo peor que hay es buscar en Internet. Desde que lo corté estuve tres-cuatro meses hasta que se me limpió la cabeza de la química. Imagínate que no sales de eso. Por eso me gusta contarlo, igual hay gente que pasa por eso. Me acostaba y miraba el techo. Me gusta contarlo porque parece que la palabra del médico es santa. Y se equivocan como los deportistas, los periodistas, como todos.
-Tuvo varias desgracias personales muy serias cuando llegó a Málaga. ¿Le ayudó el baloncesto a superarlas?
-Muchísimo, muchísimo. Te distrae. Cuando juegas al baloncesto estás ahí centrado y no puedes pensar otra cosa. Pasa esa desgracia y vengo en Málaga. Es cierto que fue difícil mi primer tiempo aquí. Yo pensaba, 'qué hago yo acá'. Lo que pasa es que, con una desgracia así, o como pasó con Kobe ahora, el problema es para los que se quedan, no para el que se va. El que fallece no siente ya, por desgracia. Al principio era duro, pero el baloncesto me mantenía activo. Lo bueno de este deporte es que tienes objetivos a corto, medio y largo plazo. El corto, porque juegas todas las semanas, siempre está ahí. Entonces juegas ACB y pierdes, pero ya te viene la Euroliga o la Eurocup. A medio está la Copa, que ya te viene ahí a la mitad de competición. Sin dejar a largo plazo la Liga, que siempre cuenta. Entonces te mantiene ocupado en todos los planos. El que quiere jugar el Europeo, el Mundial, los Juegos, ir a selección... El baloncesto te hace llevar una vida que, cuando no la tienes, es difícil repetir cuando la dejas, tener ese corto, medio y largo plazo garantizado. Los hay, todo el mundo lo tiene. El trabajador de a pie a veces tiene ese reto de llegar al fin de semana y tirarse a ver la tele. Hay que buscar objetivos que te mantengan vivo, al menos en mi forma de ver la vida. Desde mi experiencia, debes tener esos retos. En el momento en que se acaba el baloncesto, estoy en mi casa sin hacer nada. Supuestamente es el sueño del pibe y fue donde peor lo pasé.
-Se fue de Málaga directamente a la NBA. ¿Le gustó aquello?
-Me encantó, me encantó. Disfruté mucho el tiempo que estuve, más cuando jugué, obviamente. La organización es impresionante. Sólo te tienes que dedicar a jugar al baloncesto, de lo demás se encargan ellos. Yo estaba empezando el calentamiento de un partido y me paró el presidente de Charlotte para decirme que me habían traspasado a Detroit. Al día siguiente, a las 9 de la mañana, tenía un vuelo. Evidentemente, es un transtorno para todo el mundo. Pero ese día yo tomé el vuelo y no me tuve que preocupar de nada más. Se encargaron de la mudanza, de todo. Me hubiese encantado poder haber seguido jugando teniendo minutos. Si hubiese tenido minutos me quedo hasta que me echen a patadas (risas). Estuve año y medio en Charlotte, ficho uno más uno y como termino jugando me toman la opción. Y a mitad de ese año me mandan a Detroit. Y luego Joe Dumars me renueva. Podían haber sido dos años, pero preferí uno para ver si jugaba. Como lo hacía poco decidí volverme. Porque el jugador quiere jugar, estés en la NBA o donde estés.
-¿Qué le impresionó más?
-Los jugadores todos. Recuerdo jugar contra Yao Ming, era impactante. Shaquille O'Neal, Kobe Bryant, Tim Duncan. Lo malo de esto es que llegas un punto en que no valoras nada. Lo ves todo tan natural... Mis amigos me iban a visitar y para ellos era impresionante y yo ya lo veía rutinario, normal. En el segundo año mío en los Pistons traspasan a Billups y traen a Iverson. Y claro, yo estaba jugando con Iverson, mis amigos no se lo creían. Al principio impresiona, pero los ves cambiarse a tu lado y son todos iguales, somos jugadores. Jugar en Los Angeles y ver a Jack Nicholson allí, saludarle y hablar con él. O conocer a Muhammad Ali. Pero no había selfies entonces. Imagínate ahora cómo tendría el Instagram (risas).
-¿Y el juego? ¿Hay tanta diferencia?
-Es verdad que hay un mayor nivel físico allí. El entrenamiento es diferente. Pueden tener cuatro-cinco-seis meses de pretemporada si te eliminan pronto. Puedes disponer de todo, tienes todo a tu alcance para mejorar. Se hizo un mito con que no controlan el doping y no es así. Allí cuatro veces al año vienen y te puede tocar. Noté el salto físico, pero también técnicamente son extraordinarios. Lo que tiene la NBA es que hay cierto número de jugadores que son distintos. Estrella es LeBron, eran Kobe y Shaquille, o Duncan. Hay buenos, grandes jugadores. Pero hay un grupo que es distinto y no son tantos. Hay jugadores indefendibles. Jugué contra Kobe alguna vez, me tocó defenderle. Recuerdo un partido que le ganamos a los Lakers en Charlotte, pero Kobe nos metió 58. Pasara quien pasara a defenderlo, era imposible. Era un jugador de otro planeta. Pasa con Harden ahora, con Curry. La Liga es espectacular para jugarla. Pero el concepto es diferente al FIBA, aquí se juega más en equipo, es más intenso. Mejor dicho, duro más que intenso. Aquí se pega más, allá no puedes pegar tanto. Ahora cada vez se permite menos. Defender a una súperestrella allí también es más complicado. Le respiras cerca y es falta (risas). Cuando jugué en Argentina, tuve la sensación contraria. 'Como éste jugó en la NBA, se le puede pegar', parecía (risas), por ahí me daban el doble de fuerte.
-Ha estado en un par de partidos del Unicaja. ¿Qué tal se encontró el club? ¿Muy cambiado?
-No, no. Cada vez que vengo me siento en casa. Estuve tres años y ganamos, fue una época muy linda. Vine en algún partido otras veces de vacaciones y a algún evento más. Ahora, como tengo a mi hijo con nueve años, Leyton, que juega al baloncesto voy alguna vez más. Le encanta, a mi sobrino también, que juega en El Palo. El otro día, de hecho, se enfrentaron el Benalmádena contra el El Palo, se juntaron los primos. Ganamos, bueno, ganó Benalmádena (risas). A raíz de lo que pasó con Kobe, es increíble, se enganchó más con el baloncesto. Ve vídeo, vídeo, vídeo. Le gustaba jugar, pero no ver por televisión. Ahora se mira la vida de Michael Jordan, la de Kobe Bryant, hasta de cosas mías, fíjate (risas). El otro día, el profesor de educación física le preguntó a los niños si conocían a algún deportista olímpico. Y ni mi hijo ni mi hija dijeron nada. No hablamos de baloncesto en casa, menos de lo que pasó en 2004. Ya se enterarán. Hice mi carrera con ellos pequeños. Se acuerdan de que salí campeón con San Lorenzo, que toda la familia es muy hincha, y poco más. De ahí para atrás, tienen 11 y 9 años, ya mirarán los vídeos.
-¿Y le ha gustado el Unicaja?
-Hay partidos buenos, otros no tan buenos. Y eso a la gente le molesta. Pero hay que tener paciencia. Formar un equipo no es tan sencillo, que todos congenien no es tan sencillo. Recuerdo la época nuestra. Casi todos hicimos dos o tres años mínimo y esa fue una de las claves, cuesta armar un equipo, que todos se conozcan, que se entiendan. Lo malo nuestro es que hay mucho exitismo en nuestro deporte, pierdes y la gente se pone loca. Veía el otro día que pitaban al entrenador y me incomodaba, no creo que hagan bien a nadie. Pero, claro, la gente tiene derecho a protestar. Yo sí tengo claro que he ido a dos partidos y hemos ganado los dos (risas). Suerte le llegó. Iré a algún partido de la Copa.
-¿Cómo está en Argentina el baloncesto? ¿Creció a raíz de vuestros éxitos?
-No, sinceramente no creció tanto. En realidad, lo económico tiene que ver. Tenemos un equipo muy fuerte, que es San Lorenzo. Es el equipo en el que pone dinero Tinelli, un presentador de televisión. Ha hecho un súperequipo. El resto se mantiene como puede, pero hay mucha diferencia. Es una liga en la que todo el mundo sabe quién sale campeón y monopolizó la liga. Hay paridad, con uno por encima. Pero el nivel no ha levantado. No sé si el error fue nuestro, igual de los jugadores. Igual tampoco nos atrajeron a nosotros. No se publicitó mucho igual, no se hicieron campamentos para que los chicos nos conocieran. Me parece raro que ganáramos lo que ganamos y no hubiera un boom. Por ejemplo, en el rugby fue diferente. Su marketing con los Pumas ha sido muy bueno, excelente. E igual a nosotros nos faltó eso. El fútbol acapara todo. En deportes minoritarios, si no tienes ese altavoz, se nota. No aprovechamos la generación dorada, los primeros años de Ginóbili en la NBA. Creo que no se dio ese salto. La situación económica es siempre inestable, nunca es buena. Eso hace que chicos de 17-18 se planteen estudiar o trabajar porque no pagan. Siguen saliendo jugadores, pero la liga no creció, tuvo tiempos mejores.
-¿Y el país?
-Son tiempos de cambio, estamos a la expectativa. Siempre esperanzados en que mejore. Desde que tengo uso de razón, siempre es igual. Damos vueltas en círculo y nunca terminamos de salir a flote. Pero en algún momento debe cambiar.
-¿Ve mucha diferencia con España? Aquí también hay quejas de cómo se está.
-Quejarse es cuestión de la humanidad, los humanos nos quejamos siempre (risas). Si tienes 10 quieres 11 y si tienes cuatro quieres cinco. Noto la diferencia desde que estoy aquí es que España tiene la ventaja del euro, que es una moneda fuerte. Nosotros el peso nunca sabes cuánto va a estar en comparación con dólar o euro. Y la seguridad. No en Venado Tuerto, mi ciudad, allí está bien. Lo malo que tiene Argentina es que los canales de televisión lo monopoliza todo Buenos Aires. Todo lo que ves en España de Argentina es Buenos Aires. Es muy, muy raro que veas aquí una noticia de interior. No ya de mi ciudad, pero es muy raro que pongan algo de Rosario, Córdoba o Santa Fe, que son ciudades grandes. Todo pasa en Buenos Aires. Parece que Argentina es el caso de Buenos Aires y es mucho más. Se enfoca ahí, son 20 millones en el Gran Buenos Aires y otro 20 en el resto del país. Si pasa algo de inseguridad ya parece que toda Argentina es así. Hay que ver en su medida. Cualquiera tiene un móvil, lo filma y te enteras de todo. Igual antes pasaban más cosas y no te enterabas. Aquí tienes un teléfono nuevo y vas por la calle tranquilo. Allí no. Dejé de tener Twitter, de hecho, porque opinabas de algo y saltaban 40 personas a insultarte gratuitamente porque tienes una opinión. Dejé de usarlo justamente por eso. Y la agresividad trae más agresividad. En el Instagram veo menos crispación. No veo debates tan agresivos. Mi experiencia en Twitter es una carnicería. Como sociedad nos tenemos que plantear cosas, pienso. A la mínima está todo filmado, masificado.
-¿Habla de todo esto en sus charlas?
-Hablo de todo. Hemos hecho una con Wolkowyski y tratamos el tema de las adicciones también. No la vivimos de cerca, pero sí conocemos gente que pasó y tratamos con psicólogas que nos dieron opiniones. Hay temas que con 13-14-15 años no se tocan, son tabúes. Al niño hay que prepaparlo para todo. En la NBA te dan clase de educación sexual y ya somos mayores. Cómo saber si una persona está infectada o no, por ejemplo, a simple vista. Te explican mucho, de pequeño de finanzas no te hablan nunca. Hay muchas cosas que deberían saberse de niño. Nos reímos diciendo que todo lo aprendimos metiendo la pata. Queda gracioso porque no pasó nada grave. Pero haces inversiones malas y te arruinas. En la NBA debes ir al Rookie Transition Program, es obligatorio si no al primer año, al segundo. Es obligatorio. Dura tres días y tomas lo que quieres. Pero te hablan de cómo manejar tu dinero, de cosas básicas. En Argentina y Europa no está esa posibilidad. Fernando Hierro lo decía en la charla, deberíamos tener psicólogos, que se les explique a los jugadores que no se va a ganar este dinero siempre, fórmulas para controlar gastos. Los amigos que desaparecen, los amigos que son sólo del campeón y sólo quedan dos o tres. Hay jugadores que proyectan una vida en la que creen que el deporte les dura toda la vida y se les complica. Hice charlas con Maravilla Martínez, el boxeador, y coincidíamos en lo mismo. La idea es contar la experiencia y que la gente al menos lo escuche. Puede hacer caso o no, pero al menos lo escuchas.
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