Javier Imbroda, el mago que llevó el baloncesto en Málaga a otra dimensión

Con 27 años llevó al Maristas a ACB y con 34 años al subcampeonato de Liga al Unicaja en una carrera llena de aventuras que cambió el paradigma del baloncesto malagueño y andaluz

Javier Imbroda, en Ciudad Jardín, escenario de sus grandes éxitos. / Daniel Pérez

Es imposible comprender la dimensión del baloncesto malagueño y andaluz sin la figura de Francisco Javier Imbroda Ortiz (Melilla, 1961), fallecido en Málaga a los 61 años. Fue conocido en sus últimos años por su salto a la política, pero el poso para la posteridad que deja y su gran obra pública es el del baloncesto. Del patio de colegio de Maristas, para el que fue fichado desde Melilla y donde se convirtió después en profesor, hasta Juegos Olímpicos y Mundiales. Fue una carrera meteórica y con un sello particular. El mundo del baloncesto le dio dos grandes reconocimientos con su estrella en el Paseo del Carpena y el homenaje en la Copa del Rey de Granada en los últimos meses, cuando su estado de salud era ya muy delicado.

Hay un antes y después en el baloncesto de aquella final de ACB del 95. Hasta entonces, sólo equipos madrileños y catalanes la habían jugado. Málaga rompió ese eje de poder para rozar con los dedos el campeonato de Liga. "Fue un título sin trofeo", refirió alguna vez Imbroda. Los centímetros que separaron el triple de Mike Ansley de entrar fueron los que distaron de completar la gesta ante el Barcelona de Aíto. Pero su papel en la germinación y extensión de la canasta en Málaga es inmenso.

Imbroda llevó a un equipo de colegio a la élite del baloncesto español. En pocos años se formó un grupo que ascendería a la ACB y estuvo en ella cuatro temporadas antes de que se consumara la fusión en 1992 con el otro equipo malagueño en la élite para formar el Unicaja que hoy en día se conoce. "Seguí dando clases hasta que subimos, aquello daba para lo que daba y había que comer... Yo empecé en el año 84 con el equipo, con 23 años. Mi sueño, cuando me preguntaban lo decía, era jugar contra el Madrid o el Barcelona. No entrenarlos, sino competir contra ellos con mi equipo", decía Imbroda en un reportaje con Málaga Hoy sobre el 30 aniversario de aquel ascenso a ACB: "Y les llegaríamos a ganar. La clave fue entrenar mucho con mucha intensidad. Hacíamos un baloncesto en el que creíamos, diferente a lo que había. Nos encontramos algo más táctico. Nuestro juego era más atrevido y divertido de ver y de jugar, con mucho trabajo. En Estados Unidos hubieran hecho una película con esa historia. Lideramos como una revolución. En Cataluña o Madrid iban a vernos para contemplar algo diferente. Era un baloncesto atractivo, que llegaba. Fue algo innato, lo fui descubriendo por mi pasión y amor al baloncesto. Conforme iba entendiendo más más me enamoraba y apasionaba. Ese proceso que viví, posteriormente, lo he ido aplicando en otros equipos, pero no era lo mismo hacerlo con un equipo colegial que con equipos que juegan ACB y Europa, no era posible". Los americanos Mike y Ray Smith más un grupo de canteranos y nacionales que hacían un baloncesto diferente, con Nacho Rodríguez al mando, dejaron huella en la ACB. Los jugadores de aquella época destacaban su capacidad para llegar a la mente del jugador como un motivador sin par, más allá de sus conocimientos.

Tras aquella época, cotas mayores. El Caja de Ronda había competido en Europa, pero el Unicaja llegaría a la Euroliga con ese subcampeonato. Para constatar la precocidad de Imbroda, llega a la final de la ACB con sólo 34 años. Con una mezcla de canteranos (Nacho Rodríguez, Curro Ávalos, Dani Romero, Gaby Ruiz, Ernesto Serrano...), nacionales (Alfonso Reyes y Manel Bosch) y extranjeros inolvidables (Mike Ansley, Kenny Miller y Serguei Babkov). Una mezcla, un grupo de amigos fuera de la pista con Imbroda como engrasador. "Aquel equipo era 80% de la cantera y consiguió algo impensable. La perspectiva del tiempo hace crecer aquella gesta. Romper ese monopolio y encima decirle al Barça ‘te quiero ganar’ estaba fuera del guión establecido, era algo nuevo. Con pasión sólo te lo puedes pasar bien, pero cuando hablas de

competición era un equipo que descansaba en la defensa. Ofensivamente la distinción la marcaban Ansley y Babkov. El equipo jugaba en función de ese talento. Nacho era un base muy organizado, con la cabeza muy buen amueblada y llegaba hasta donde sabía, equilibraba con el apoyo de Curro Ávalos y Serrano. El juego colectivo partía de una defensa extenuante. Aprovechábamos las cualidades de cada uno. Miller no era muy grande pero era muy brutal intimidando. El equipo rival siempre tenía dificultades para encontrar nuestras debilidades. Disfrazábamos nuestros puntos débiles y jugábamos con sentimiento", resumía el técnico sobre aquel equipo.

Entre medias había vivido una aventura increíble. La recién independizada Lituania participaba en los Juegos Olímpicos y Javier Imbroda fue a Barcelona'92 con un grupo de jugadores liderados por Arvydas Sabonis. Fue miembro del cuerpo técnico, aunque con mucho peso a la hora de dirigir. El regalo impagable fue una medalla olímpica de bronce.

Su carrera se desplazó después a Sevilla, donde también llevó a cotas muy elevadas al equipo de la capital andaluza, el Caja San Fernando. Perdió una final de la Copa del Rey ante el Baskonia de Sergio Scariolo y pocos meses después una final de ACB contra el Barcelona. Tuvo años de un baloncesto enorme en Sevilla, llevó al equipo también a competir en la Euroliga. Y el paso siguiente fue la selección española. Puede decir que fue quien hizo debutar a Pau Gasol a nivel absoluto, en un amistoso en San Fernando ante Grecia. Había sido ayudante de Lolo Sainz previamente. Conquistó una medalla de bronce en el Europeo de Turquía con cuatro jugadores de 21 años o menos: Raúl López, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes y Pau Gasol. Al año siguiente, en 2002, España fue quinta en el Mundial de Indianápolis venciendo en el último partido a Estados Unidos. Ahí llegó un momento crítico en su carrera. Le quiso también el Real Madrid y entonces se sacó una ley por la que el seleccionador nacional no podía entrenar a un club de ACB, algo que todavía hoy persiste. Eligió el club blanco y la experiencia no fue óptima.

Dirigió 605 partidos en ACB, que acabó con experiencias en Valladolid y Menorca. Fue comentarista de televisión durante varios años y, tras un tiempo dedicado a sus negocios, en 2018 dio el salto a la política con Ciudadanos y fue consejero de Educación y Deporte hasta la actualidad.

Su faceta política

Acostumbrado a hacer frente a grandes retos deportivos y empresariales, Imbroda se estrenó como político en 2011, cuando le encomendaron la tarea de hacerse cargo de la dirección de la empresa municipal Málaga Deportes y Eventos y de la Fundación Deportiva, sustituyendo entonces a Antonio Jesús López Nieto. Estuvo al frente del cargo durante cuatro años, el tiempo que se había comprometido con el alcalde, Francisco de la Torre. Fue el propio Imbroda quien anunció su marcha a través de las redes sociales.

Hace tres años llegó a la Consejería de Educación tras el pacto de gobierno en Andalucía entre PP y Ciudadanos. Desde su nombramiento se dedicó a sentar los cimientos de un cambio en el sistema educativo con el anhelo de que su labor sirviera para futuras generaciones.

Imbroda siempre tuvo la pretensión de imprimir a su trabajo como político los conceptos que desarrolló como entrenador de baloncesto de la Liga ACB y como seleccionador español en 2001 y 2002: no bajar nunca los brazos y afrontar los retos por muy difíciles que fueran.

Cuando hablaba de Educación recordaba la tarea que desarrolló desde el sur de España para ser subcampeón de Liga ACB con el Unicaja Málaga en la temporada 1994-95. Por eso pedía que se actuara sin complejos desde Andalucía, que los andaluces no se consideraran menos que otros ciudadanos de zonas más ricas.

Imbroda decidió participar en la política de la mano de Ciudadanos - aunque su hermano, Juan José Imbroda, presidió Melilla con el PP- como un nuevo reto en su trayectoria vital, que también extendió al mundo empresarial, y se propuso que la educación andaluza alcanzara los mismos niveles de excelencia que logró en el deporte.

Quiso que los niveles de abandono escolar fueran menores que el de otras autonomías, firmó acuerdos con multinacionales para el desarrollo informático en los centros educativos y reconoció sin dobleces las debilidades del sistema educativo.

El actual consejero de Educación sabía que estaba de paso en la política, y cuando se le preguntaba por sus aspiraciones futuras dentro del mundo convulso de Ciudadanos repetía que se limitaba a ir "día a día", que no se planteaba retos a largo plazo. El cáncer le obligaba a sesiones médicas que le dejaban exhausto, lo que se reflejaba en su aspecto físico, pero, a pesar de todo, mostraba optimismo y una eterna sonrisa.

Pero antes de aterrizar en la Consejería de Educación -y lidiar durante dos años con los sinsabores de la pandemia del coronavirus que le supuso el reto más complicado- había sido accionista del Instituto de Formación Profesional Medac, que en la actualidad pertenece al fondo de inversión norteamericano KKR.

En 2010 creó la Fundación Javier Imbroda con el proyecto Medac como herramienta activa para educar en valores. La fundación sigue desarrollando, a través del deporte y el aprendizaje, una importante labor entre jóvenes de entre 4 y 16 años en riesgo de exclusión social en Málaga.

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