Las pulsiones de un club grande (77-78)
Resultado y crónica del Baskonia - Unicaja
Gran remontada del Unicaja, que perdía por 17 puntos en el tercer cuarto, en el Buesa para conseguir la primera victoria en ACB
Capital Casimiro, que ordenó una zona 2-3 en el tercer cuarto y confió en un desatinado Jaime, que acabó ganando el partido
El Baskonia habita en una dimensión distinta a la del Unicaja. En los momentos en los que los dos equipos mantenían un pulso director por ser el mejor equipo no futbolero de España, los vascos aguantaron y subieron la apuesta. De hecho, ahora cuentan con el respaldo de un club de fútbol también. El Unicaja siguió ahí peleando, con el impagable respaldo del banco, pero se mantuvo a la misma velocidad. Y hubo vehículos que subieron de marchas y velocidad hasta un estatus que sólo puede ser alcanzado en situaciones concretas por el equipo malagueño.
En el Unicaja, no obstante, aún persiste esa pulsión de equipo grande, que no ha dejado de serlo aunque no haya tenido continuidad en la excelencia. Y ese ADN brota en ocasiones e irradia felicidad a sus aficionados. Por ejemplo, con una victoria de tronío en el Buesa Arena, ante un Baskonia que había llevado a la prórroga al Barcelona y había ganado con solvencia en Kaunas. A ese mismo equipo el Unicaja le levantó un partido (77-78) en el que creyó hasta el final aunque empezó torcido. Perdió hasta por 17 puntos (53-36) medidado el tercer cuarto y su primera ventaja en el marcador fue a 12 segundos del final del partido con un brutal triple de Josh Adams, un iluminado que tendrá faenas de orejas y rabo y otras de almohadillas. Pero que es, indudablemente, un jugador de un talento especial, que decanta partidos aunque su lectura no sea siempre ideal. El remate, a 1.2 segundos, fueron dos tiros libres de Jaime Fernández tras sacar una falta a Pierria Henry que irritó al Baskonia. Está en esa frontera que se puede pitar pero que enerva si se está en el equipo al que se le castiga. Fueron los primeros puntos del madrileño en el partido. A distancia sideral de su mejor nivel, pero con una virtud. Puede estar fallón, pero no renuncia y, al mismo tiempo, no es tóxico para el equipo.
La victoria da crédito a Casimiro. Porque tuvo mucha culpa en ella. El técnico manchego ordenó una zona en el tercer cuarto que le dio a su equipo aire, el impulso que no tenía aunque desplegaba energía y no le perdía la cara el partido. También tomó decisiones que, en el momento, pudieron parecer contraproducentes. Mantener a Jaime en pista aunque perdía balones (cinco) y fallaba (0/4 en tiros de campo y -2 de valoración). O mantener a Suárez en el banquillo, clave en la remontada con un parcial de 2-18 en el tercer cuarto, para dar cancha a Thompson. O darle minutos de máxima trascendencia a Rubén Guerrero, con exigencia tremenda enfrente. El marbellí no produjo menos que Elegar o Gerun. Son síntomas de que Casimiro está construyendo, de que va con las luces largas pese a la necesidad que había, y no quiere dejar a nadie fuera. Es cierto que comprimió la rotación en la segunda mitad, dejando fuera a Avramovic y potenciando el protagonismo de Ejim o Adams. Pero la labor del entrenador baloncesto se trata de tomar decisiones que pueden salir mal o bien. Y salieron bien.
La victoria da mucho empaque porque el rival, aun con las bajas de Granger y Stauskas, tiene muchísimo nivel. Por momento, sobrepasó al Unicaja (29-20 al final del primer cuarto, 43-29 al descanso). No le llegaba al equipo malagueño con entrega y la superioridad baskonista, en el cuerpo a cuerpo, era evidente. En el Unicaja lucían los chispazos de Adams, pero había fugas de agua por varios lugares. El rebote se competía dignamente, pero el desequilibrio en Vildoza, castigando a Adams, o Shengelia era evidente.
No salió mal librado del primer tiempo el equipo malagueño, le valió para estar en partido. Aunque cuando Fall empezaba a dominar en las dos zonas y el Baskonia dominaba por 17 puntos, pensar en la victoria parecía un ejercicio de ilusos. Casimiro se jugó la carta zonal. Una 2-3 sin alardes, pero que cambió el ritmo de un partido que, de esa forma, sólo tenía color azulgrana. El Baskonia empezó a dudar. Ejim y Suárez se hacían omnipresentes y Casimiro abogaba por un quinteto de seguridad, con Alberto Díaz y Adams juntos. El de Arizona no es un base cerebral y, con el transcurrir de la temporada, quizá se vean más minutos como director a Jaime Fernández. Pero puede ser mortífero. Su capacidad de desborde es altísima y sus muelles le permiten equilibrar tiros desequilibrados. Pero fue percutiendo, con Suárez, Ejim y Adams, como el Unicaja creció en el partido y le endosó un parcial de 2-18 al Baskonia.
Un tremendo triple de Adams dejó el marcador 60-59 con 10 minutos por jugar. Perasovic, que había estado algo contemplativo en las rotaciones para resguardar a sus ases de la tralla, puso a toda su guarnición y el partido pareció virar (69-61) de suerte. Justo ahí metió Casimiro a Guerrero. Justo ahí apostó por Thompson. Y justo ahí le dio la bola a Fernández. Un triple de Janning a tres minutos (72-66) tras una buena defensa fue dañino. Pero el Unicaja se hizo fuerte. Fall metió un tiro libre a un minuto y medio (75-70). Y ahí emergió Adams, más aún, con dos triples rozando la inconsciencia, para colocar el marcador a favor a falta de 12 segundos (75-76). Los árbitros le pitaron una falta a Suárez sobre Shengelia y el georgiano puso el 77-76 con tiros libres. Quedaban siete segundos y no había tiempos muertos ya para Casimiro. El balón llegó a Jaime y cabalgó hasta cerca de la línea de tres. Henry puso el cuerpo, también algo del hombro, y los árbitros vieron una falta que, ciertamente, en un contexto así no suele pitar. Pero quizá el baloncesto premió a Jaime Fernández y a la apuesta de Casimiro por él. Le concedió la opción de ganar un partido desde los 4.60 metros. Y el madrileño, en un lance que le debe hacer espantar fantasmas, respondió sin vacilar para darle la victoria a 1.2 segundos a su equipo. El posterior tiro baskonista, también sin tiempos muertos, no fue peligroso.
Y el Unicaja celebraba sobre la pista del Baskonia un triunfo tan necesario como importante. No es una victoria más, es un espaldarazo de confianza al proyecto, a las decisiones y la idea de Casimiro, y un refuerzo moral impagable para jugadores y aficionados. Ganar en Vitoria vale mucho. Y, en esta coyuntura, aún más.
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