Sudar, gozar, ganar (53-73)

Resultado y crónica del Urbas Fuenlabrada-Unicaja

Un Unicaja repleto de energía doblega al Fuenlabrada con un primer tiempo soberbio, sufre en el tercer cuarto y emerge para conseguir una victoria importantísima para creer

Jonathan Barreiro realiza un mate. / Acb Photo

Sí, los de blanco eran el Unicaja. Había que pellizcarse para creerlo. Pero era verdad, ese equipo defensivamente agresivo y hambriento que compareció en el Fernando Martín era el cuadro de Ibon Navarro. Dejó el partido en franquía con un primer tiempo en el que borró del mapa al Urbas Fuenlabrada y supo sufrir en el segundo, cuando el rival subió líneas y metió más presión tras 20 minutos sometido. El Unicaja ganó por 53-73. El sufrimiento fue por la incertidumbre de ver al equipo con esa diferencia arriba al descanso (19-41) y al rival apretar y bajarla a ocho en el tercer cuarto. El rebote fue un boquete grande, que costará derrotas si no se subsana. Y hay mucho que mejorar, pero parece haber una senda en medio de la oscuridad. No se había visto a un Unicaja así, tan potente, fuera de casa en todo el año, donde había perdido 10 de los 13 partidos jugados. Para dimensionar la victoria, en el último mes y medio habían perdido en el ruidoso cubil fuenlabreño, dos equipos de Euroliga (Baskonia y Valencia) y el Lenovo Tenerife y el Madrid ganó muy ajustado. Allí venció el Unicaja por 20, en el primer triunfo de la era Ibon Navarro. Es tentador caer en el triunfalismo, pero también hay que disfrutar un poco tras sufrir tanto esta temporada. El Unicaja no había recibido tan pocos puntos esta temporada, rebajó en 30 la media habitual del rival. Jugó un primer tiempo soberbio y un segundo más mundano, con alguna duda. Pero ganó sobrado.

El Unicaja metió candela desde el inicio y agarró el partido por la solapa, no estuvo contemplativo y rindió a unos niveles defensivos no vistos con continuidad en mucho tiempo. Energía desbordante, robando y provocando pérdidas, con el único lastre del citado rebote (50-36 al final del partido). Es una faceta en la que el equipo ha sufrido todo el año y el Urbas Fuenlabrada hurgó para intentar seguir con vida el mayor tiempo posible. Al son de un Alberto Díaz en plan capo, que parece liberado, más audaz para mirar al aro y también para atreverse con pases que antes exhibía con más asiduidad, el Unicaja iba minando a un Fuenlabrada superado por la energía rival. Ibon Navarro continuaba ahondando en lo que había esbozado en el partido ante el Real Madrid, quintetos equilibrados buscando restar debilidades. Nzosa con Guerrero, Brizuela y Bouteille sin coincidir, Barreiro como tres para intentar hacer al equipo más físico. Había detalles interesantes, pero lo que marcaba era la desbordante actividad. El balance defensivo ha sido lacerante durante toda la temporada y se negaban las canastas fáciles, se daba un mejor uso a las faltas antes del bonus.

En ataque, sufriendo a veces en el 5x5, se castigaba mucho cuando se corría. La coincidencia de Nzosa y Guerrero cubre mucho espacio atrás pero en ataque mata algo de hueco. No obstante, el congoleño sorprendía con una salida con bote desde la esquina y una buena asistencia para Guerrero. También se atrevió, sin éxito, desde cinco metros. Pero son indicios de que va recuperando ánimo. Brizuela repartía juego, tenía temple para no mirar aro siempre y daba nueve asistencias al final. La diferencia iba creciendo. 5-10-15 y hasta los 22 puntos del descanso (19-41).

Era previsible que el Urbas volviera. No era normal que no hubiera metido ningún triple, había fallado varios tiros cerca del aro. Y el Unicaja, que tampoco rebosa confianza, se asustó. Perdió balones en campo propio, el rival sí metía triples y en apenas cinco minutos estaba a ocho puntos. Pero se sostuvo el equipo malagueño en el partido. Leo Meindl hizo un butrón (23 puntos y 15 rebotes) y los quintetos ya no estaban tan cuadrados ante el contrario, que castigaba debilidades.

Se compartió peor la bola, aunque no se dejaba de correr y eso daba puntos fáciles que antes se echaban de menos. Pero fue encontrando asideros Ibon Navarro, como Mooney, con aplomo y jerarquía para sostener en momentos delicados con puntos. Es verdad que no hacía jugar al equipo, pero se las apañaba para producir. Y, en la situación actual del Unicaja, no se pueden pedir filigranas aunque haya ese amplio campo de trabajo. Volvió a los 20 puntos y celebró la victoria de un equipo que no parecía el mismo. Tiempo para trabajar, tiempo para crecer.

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