Recapitulación de Murcia
El empeño que mostró el Unicaja por dar la vuelta a la final y unas señales evidentes para el futuro, aunque la Supercopa deja también secuelas
Diop, prueba fallida
Manteniendo el perfil bajo, un mensaje de prudencia con todo el sentido, insistente y no saliéndose de ese discurso lineal. Pero el Unicaja verificó en la Supercopa que Málaga va a vivir otro buen año de baloncesto, al menos hay señales inequívocas de que los cajistas aspirarán a cotas altas, que la voracidad se mantiene, y que incluso la distancia con estructuras opulentas de nuestro baloncesto se acorta. Madrid y Barça están en otra órbita, pero ahí estará el Unicaja como una mosca cojonera, con la etiqueta de Robin Hood; es la única alternativa real a ese monopolio, a la espera de cómo vayan creciendo otros proyectos como Baskonia, Valencia o si Tenerife mantiene el pistón, pero se tiene esa ventaja con el resto de los mortales. Y en Murcia fueron mensajes, pese a la derrota en una final, siempre dolorosa, pero más soportable por el cómo, además de unos condicionantes que eran negativos da igual por dónde se escarbara. Se tuvo contra las cuerdas a un Real Madrid también construido, ya es muchísimo. Asombroso el ya llegar vivo al último minuto.
Con un tercer cuarto que define bien a este Unicaja de Ibon Navarro, una losa infinita de tener el partido cuesta arriba al descanso; sin pívots, con Barreiro tocado, Diop fuera de onda y una plantilla que cenó a la 1:30 de la madrugada de la noche anterior, con varios efectivos pasando por la habitación de Mario Bárbara (fisioterapeuta) a tratarse, así que el descanso fue mínimo. Sin entrenamiento el día de la final, poco habitual, directos con las legañas a jugar una final donde el Madrid llegaba entonado. Con Campazzo como hijo pródigo murciano por sus temporadas en UCAM, todo el potencial blanco luciendo y unas caras en los malagueños que denotaban tristeza. Con todo eso, el Unicaja se puso por delante en la segunda parte, momentos en los que faltó un empuje más. Especular, pero con un conjunto malagueño medianamente sano y en su rotación habitual, habría olido más sangre. El competir siempre, otro grupo menos cohesionado lo natural es que se deje ir. Es difícil encontrar la causa de cómo el Unicaja pudo dar la vuelta a la final. En un pabellón con simpatía por los madridistas, salvo varios centenares de aficionados malagueños que se hicieron notar durante el fin de semana, una mayoría seguro que regresó a casa orgullosa y satisfecha.
Y es la lectura constructiva que se extrae de un fin de semana que deja consecuencias, plantilla todavía más diezmada que hace tres días y que no estará en condiciones plenas para enfrentarse este sábado al Lenovo Tenerife; sí para competir, innegociable. Dar refrigerio a los mundialistas era obligado, cruzar los dedos para que Sima y Kravish puedan incorporarse cuanto antes y todo ese proceso que aludía Ibon Navarro en las últimas comparecencias, que supone hacer ajustes y conlleva sus plazos. No va a ser una semana sencilla para el Unicaja, también con un arranque de ACB que no ayuda a retomar la frescura: tres partidos en siete días que pondrán de nuevo al límite a una plantilla que tiene habilidad para esquivar obstáculos. Pero ya tener esta coyuntura en septiembre supone un desgaste enorme.
Recapitulación de Murcia que es extensa. Se ha jugado la 13ª final en la historia del club, la segunda en los últimos siete meses (la tercera si se incluye la Final Four de BCL). Hace poco más de un año, se estaba peleando por no bajar a LEB Oro, con un panorama por delante que no podía ser más calamitoso. Ahora aparece en las últimas rondas de los títulos que disputa, y mirando de tú a tú a cualquiera, compitiendo da igual las circunstancias. Disfrutar de ese proceso y una temporada que se avecina apasionante. Volverá a gozar el Carpena.
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