Harakiri en Zaporizhia (70-69)

REsultado y crónica del Prometey-Unicaja

El Unicaja ganaba por tres puntos y tenía balón a falta de 20 segundos, pero encadena una sucesión de decisiones lamentables que le hacen encajar una nueva derrota en Ucrania

Las fotos del Prometey-Unicaja
Mooney, en un lance del partido. / Prometey

El Unicaja se sobrepuso a un partido horrible, en la misma línea que con el entrenador decapitado, pero se había fabricado una oportunidad de ganar, tenía la victoria en la mano en Zaporizhia con el único mérito de haber sabido sufrir, que no es poco. Pero los 20 últimos segundos del partido son de museo de los horrores, de cómo hacerse el harakiri en directo. Qué manera de tirar un partido, un despropósito demencial. El equipo malagueño ganaba 66-69 y tenía el balón para sentenciar. Mooney intentó pasar entre dos rivales y perdió la bola estrellándola en el pie de Bilan. En el siguiente ataque ucraniano, el Unicaja aún podía hacer falta sin que hubiera tiro, no estaba en el bonus. Mooney, en la cultura americana no entra esa idea de hacer faltas en las últimas posesiones, dejó que Dowe llegara a zona de lanzamiento y el americano se deshizo de él. Suárez llegó a la ayuda tardísimo y cometió la falta, que daba el adicional porque metía un triplazo.

El capitán había salido para defender la jugada. Y cometió un error impropio de su experiencia, sobre todo en un jugador que ha destacado por su inteligencia en el juego. Pero ya las piernas no responden a las órdenes de la cabeza. Dowe metió el tiro extra y quedaban ocho segundos. Se preparó una jugada para Brizuela, bien defendido, y el balón le llegó a Suárez, que lanzó un triple que no tocó ni el aro, sin apurar el tiempo y punteado por dos rivales. 70-69, una derrota que deja sin margen de error en la Basketball Champions League y que hunde más a un equipo escaso de autoestima y que juega al baloncesto de manera deplorable. Ángel Sánchez-Cañete intentó dar un poco de orden al juego, no había tiempo material para cambiar nada. Era un partido de jugadores. Y los jugadores, una vez más, fallaron. Son los que tienen que sacar al equipo de esta situación y ahora mismo parece que ni el mejor Phil Jackson podría reactivarlos.

La puesta en escena del Unicaja fue lamentable, el primer tiempo en general, casi todo el partido salvo ese tramo en el último cuarto en el que se pudo voltear el duelo. Se entiende que es un equipo huérfano de confianza, en colapso, al que el baloncesto no le fluye de manera natural. Cuesta un mundo anotar, el balance defensivo era penoso. Pero cuando los rivales arrebatan el balón de las manos con una candidez exasperante hay poca defensa. Es un dolor de muelas ver al Unicaja, sólo el extremadamente fiel o el que debe ver el partido por obligación aguanta la tortura.

En el nivel BCL, el Unicaja está siendo el equipo que menos puntos recibe de toda la competición, ello le permite estar en los partidos. Después de que Brizuela se retirara lesionado con problemas en el tobillo, el Prometey aceleraba y metía un parcial de 10-0 (31-22). Fueron cinco minutos sin anotar. Cinco ataques seguidos sin siquiera lanzar a canasta, extraviando el balón, matándose espacios entre jugadores que llevan años jugando juntos, choques a la hora de cortar, tiros que no tocan aro... Es complicado de entender. Cinco puntos seguidos de Mooney y Alonso aguantaban mínimamente el marcador (34-27) al descanso. ¿Se podía jugar peor? Francamente difícil. El equipo ucraniano es un equipo físico y atlético, ante los que el Unicaja sufre bastante. Pero sí, se seguía en la misma línea.

El equipo malagueño se movía a los impulsos de Brizuela, al que se le sumaba Mooney con un par de triples. Rubén Guerrero mejoraba defensivamente a un Kravic que se marchó del partido sin anotar un solo punto. Y el Unicaja era capaz de endosar un parcial de 2-13 cuando peor estaba y perdía por 11 puntos para igualar. Quedaban los minutos finales y Brizuela estaba caliente, metía un canastón en rectificado a tabla con el reloj a cero para dar esa ventaja de tres puntos en el minuto final. Una buena defensa permitía tener una bola para sentenciar el partido. Mooney la perdió y el efecto dominó de despropósitos comenzó hasta dar la victoria al Prometey. Una sensación terrible y mucho trabajo por delante para Ibon Navarro.

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