25N
Manifestación en Málaga

Viaje a ninguna parte (82-87)

Resultado y crónica del Unicaja-Valencia Básket

El Unicaja, tras una buena puesta en escena, se desquicia enredado por el arbitraje y recibe un baño de baloncesto para después soñar con una remontada histórica no consumada

La clasificación para la Copa del Rey ya está imposible

Brizuela se queja tras ser golpeado. / Marilú Báez

Tras el espejismo del partido ante el Zaragoza, la realidad golpeó de nuevo al Unicaja. El Valencia le zarandeó con un baño de baloncesto ante el que el equipo malagueño ofreció un ejercicio de impotencia sólo salvado con un ramalazo final de orgullo liderado por Alberto Díaz que permitió soñar por un momento con una remontada histórica y adecentar un marcador (82-87) que iba camino de la humillación. Tras una buena puesta en escena, el equipo de Katsikaris se diluyó desde el segundo cuarto hasta quedar borrado del mapa. Se desquició con decisiones arbitrales adversas y diríase que encontró una excusa ahí para dimitir del partido. Se abandonó hasta recibir una derrota hiriente. A mediados del segundo cuarto aún dominaba y a mediados del tercero, 10 minutos después, perdía por 20. No se podía perpetrar esta actuación lamentable en el Carpena, jugándose la Copa del Rey. El suelo de fieles va bajando. Y hay circunstancias externas, pero el espectáculo que se ofrece no invita a acudir al Palacio. Sólo en la agitación constante que no logra prolongar encuentra este equipo estímulos para ser superior. Pero eso no basta para ganar a equipos mejores, como lo es el Valencia Básket.

El Unicaja comenzó a buen nivel el partido, con un punto más de dureza y concentración que el Valencia, mejorando en la deficiente salida de los partidos que se acostumbraba. Con la baja de Jaime, Katsikaris tuvo que recomponer la rotación. Colocó de salida con Cole a Francis Alonso, que respondió anotando siete puntos casi seguidos de arranque para dar alguna ventaja (18-11) interesante. Defendía a buen nivel el Unicaja, con el americano marcando una línea alta de intensidad, sólo en algún bloqueo directo se sufría. Labeyrie jugaba como tres y maniataba a un Bouteille que tras hacer un partido de MVP el martes no se enteró de qué se estaba jugando. Poco a poco iba costando más anotar, cuando Joan Peñarroya fue ajustando la defensa al Unicaja se le fue haciendo de noche progresivamente.

Un problema que tiene el Unicaja es que los jugadores más desequilibrantes del equipo no tienen una gran visión de juego, una lectura óptima de lo que está pasando en la pista y lo que más necesita. Y lo paga en momentos de duda, cuando no hay viento a favor. Cole y Brizuela pueden ser notables jugadores pero necesitan un contrapeso. Por momentos lo puede hacer Carlos Suárez, que daba algo de temple y dureza atrás. Pero al final el balón está mucho tiempo en sus manos. No se esconden, pero no eligen bien. Se notaba la ausencia de Jaime, pero es algo que hay sobrellevar mejor.

Poco a poco el Valencia Básket fue recortando terreno y ya mediado el segundo cuarto obtuvo la primera ventaja del partido (28-29) tras un triple de Van Rossom. Con el equipo malagueño en colapso ofensivo, con varios ataques agotados y sin ideas de manera consecutiva, llegaron varias decisiones arbitrales que encendieron a equipo y afición. Pagar la frustración con los árbitros es humano, por momentos rozaron la falta de respeto con el Unicaja. Benjamín Jiménez, acompañado de Bultó y Baena, ha vuelto en forma tras su ausencia, pitó varias técnicas y se sintió protagonista. Es también una consecuencia de la evidente pérdida de estatus del Unicaja en la ACB, no es cosa de un día, y de un trabajo de pasillos que se dejó de hacer adecuadamente y en el que los nuevos rectores tienen faena. Pero, siendo honestos, el colapso llegó antes, en el juego.

El Unicaja, mezcla de impotencia y nerviosismo, se metió en una espiral de la que no salía y al final del primer tiempo se veía en una situación bastante delicada. Entre el festival de tiros libres del rival (14/15 al descanso, 15-9 en faltas), el alto número de pérdidas (10-10, pero con tendencias cambiadas) y la pérdida del control del rebote (12-18) al Unicaja se le escapaba el caballo progresivamente y al descanso la diferencia era ya bastante peligrosa (32-44).

La diferencia de baloncesto estaba en esplendor al comienzo del tercer cuarto (32-49). Las carencias estaban ya al descubierto. En el festival de faltas y técnicas del tramo final, Michael Eric se había colocado con cuatro. Y el equipo apareció desconectado, aún en shock. No habla bien de cómo digirió las emociones el bloque de Katsikaris, que se vio empequeñecido, recibiendo un parcial de 4-25 que decantó el duelo. Con Van Rossom llevando la batuta de manera magistral, incidiendo en los defectos defensivos, del Unicaja, ahora al descubierto totalmente, el Valencia llegaba a los 20 puntos de renta (39-60) y se exhibía con un baloncesto de otra dimensión muy distinta, la que separa a un equipo de nivel Euroliga con otro de Basketball Champions League.

Todo pintaba negro y hasta se lesionó Abromaitis. Pero Alberto Díaz se negaba a ser humillado en su propia casa. El contagioso espíritu del pelirrojo propició un momento de locura en el Carpena en el que incluso se soñó con levantar del partido. Del 50-73 de a falta de siete minutos se pasó al 72-77 a falta de dos minutos. Pero volvió Cole a la pista y el Valencia tuvo un poco más de cordura para sacar adelante un partido extraño, con picos y valles, pero en el que ganó el mejor.

El Unicaja sólo ha ganado a Murcia y Breogán de los que le preceden en la tabla, síntoma del nivel del equipo tras una primera vuelta de la competición. Es una ausencia en Granada totalmente merecida. La travesía del desierto, o el viaje a ninguna parte, del Unicaja se prolonga en el tiempo, cada vez con menos testigos en la grada (3.248). Pese a esa reacción final, es una bofetada de realidad.

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