Rubén Vicente, un tirador llegado del fútbol

El mallorquín llegó como preinfantil a Málaga y en su sexta temporada en Los Guindos debutó con el primer equipo de manera oficial

Subcampeón del mundo sub 17 en el Carpena, es uno de los referentes del equipo de EBA y su familia pudo ver su estreno desde la grada

Rubén Vicente y Mario Saint-Supéry, en el banquillo. / Javier Albiñana

Rubén Vicente (2005) llegó a Málaga con 13 años desde Mallorca. Cerca de cumplir los 18 años jugó sus primeros minutos en la ACB con el primer equipo del Unicaja. En la grada le veían su padre, Kymo; su madre, Cati; y su hermana, Paula. Desde que Rubén vino a Málaga en edad preinfantil intentan pasar siempre el día de Reyes juntos. Esta vez vino con un regalo inolvidable.

No era la primera vez que el alero cajista jugaba un partido oficial en el Carpena. Formó parte de la selección española sub 17 que el pasado verano se proclamó subcampeona del mundo en una final que será más recordada con el tiempo ante Estados Unidos. Es Rubén el quinto jugador que debuta en la ACB de aquel equipo tras Aday Mara y Lucas Langarita (Zaragoza), Hugo González (Real Madrid) y Lucas Marí (Valencia Básket). El desembarco de generaciones españolas con mucho talento es progresivo. Y Vicente, como otro malagueño, Álvaro Folgueiras, forma parte de la de 2005, la que más promete.

Tras destacar en campeonatos de comunidades autónomas, en órbita FEB desde niño, llegó el interés de varias canteras de ACB. Y la familia y Rubén eligieron Málaga, después de ser rescatado desde el fútbolrescatado. Le gusta mucho el balompié, es muy mallorquinista, pero desde la familia le indujeron a la pelota naranja. Su padre es presidente del CB Consell, el club de su pueblo, donde empezó a jugar. Su madre es tesorera y la familia está involucrada. “Era muy movido, un trasto, se aburría y ya veía que botaba bien la bola sin haberle dicho nada. Era un club que empezaba, pequeñito, y el niño se aburría. Decía que no quería jugar más al baloncesto, pero yo le decía que de acuerdo, pero que tenía que hacer deporte. Se echó al fútbol, era muy grande, destacaba físicamente, le gustaba”, recordaba el padre del tirador cajista, que tuvo que urdir un plan para ‘invitarlo’ a que volviera el baloncesto, como relataba divertidamente: “Tengo un hermano que había sido jugador también y que entrenaba y le dije que no le podía obligar, pero que había que incitarlo. Se venía al campo del baloncesto a ver entrenar a las niñas y ahí empezó, porque se aburría y lo metíamos con ellas. Así le convencimos”.

Kendrick Perry habla con Rubén Vicente. / Javier Albiñana

Rescatado del fútbol, Rubén Vicente es un tirador de mucho nivel y un notable defensor. Mide 1.98 metros y con esas dos características muy demandadas en el baloncesto moderno puede hacer carrera profesional. Se trabaja para que pueda poner más el balón en el suelo y generar, este año está atacando más el aro en EBA, pero sus cualidades extrapolables a la élite están claras. Lleva ya un par de años haciendo pretemporada y trabajando con Katsikaris e Ibon Navarro en pretemporada. En Los Guindos se le ve como ejemplo de comportamiento e integración, aunque lógicamente ha habido momentos duros para un chaval que sale de casa recién entrado en la adolescencia. En esta temporada es referente en el equipo de Liga EBA, más aún tras la lesión de Álvaro Mena y con Mario Saint-Supéry en el primer equipo. Ahora en junio acaba su etapa junior y, como pasó en años anteriores, la ausencia confirmada de un equipo puente en LEB Plata hará que haya que tomar decisiones.

Hay ya 16 jugadores en la historia del club que han debutado oficialmente como menores de edad en la élite. Rubén Vicente lo hizo con 17 años, 10 meses y 20 días. Curiosamente, siete días más que Ignacio Rosa, que jugó también los últimos minutos con el Bilbao, y uno menos que Germán Gabriel. En la pista le esperaba Mario Saint-Supéry, el más joven, que fue a recibirlo para darle ánimos. Fue sintomático cómo Ángel Sánchez-Cañete e Ibon Navarro le pedían de manera vehemente a Tyson Carter que hiciera falta para que Rubén Vicente tuviera oportunidad de jugar sus primeros segundos. Quedaban 17 y había pedido el cambio cuando quedaba más de un minuto. En los tiros libres del Bilbao, Kendrick Perry hablaba con el mallorquín para intentar pasarle la bola en el último ataque, pero finalmente no pudo y se fue sin tocar el balón, pero con una gran sonrisa y una foto para el recuerdo abrazado a Saint-Supéry.

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