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La ansiedad acabó devorando al Unicaja ante el Valencia. También un equipo de Euroliga, lógicamente, enfrente que ha apretado las tuercas y físicamente es un bloque más granítico que el año pasado (76-82), como demuestran las victorias consecutivas en Tenerife y Málaga tras el traspié con el Girona de arranque. Jugó el cuadro malagueño con unas urgencias inusuales y cometió errores poco frecuentes. Desaprovechó opciones de aumentar rentas puesto que dominó durante tres cuartos el partido. Pero se desenvolvió con prisa, con una sobreexcitación extraña para el comienzo de temporada con todo el crédito que tiene la plantilla. Una semana antes, tras el recital ante el Tenerife y con la pretemporada que se había realizado, parecía en combustión el Unicaja. Dos derrotas consecutivas recuerdan la realidad de la ACB. Hay desajustes en la rotación con los regresos de los pívots, hubo jugadores que estaban en buena línea que hicieron un partido algo fantasmal. No hay ningún drama, pero viene ahora una semana larga de ocho días para entrenar y resetear la cabeza. Entra dentro de lo lógico perder ante un equipo de Euroliga, pero hay que recomponer algún equilibrio que se ha desajustado en el equipo.
El Unicaja comenzó cargando el juego con Osetkowski en ataque. El americano puede sufrir atrás con cincos grandes, pero delante es un arma versátil que, con las bajas de los pívots, se potenció. Vuelven Sima y Kravish, ambos aún lejos de su mejor momento, pero empezó el californiano el partido ahí. Las riendas las llevaba el Unicaja y el primer cuarto fue de gran nivel defensivo, lo que permitió correr. Estaba con energía el cuadro de Ibon Navarro. La salida de Perry dio otro foco anotador, metió dos triples lejanos (de no muy alto porcentaje habitual suyo) y el equipo mandaba 26-17 cuando Mumbrú pedía tiempo. La respuesta en el minuto final del primer periodo y el arranque del segundo fue un parcial de 0-10. Había detalles tácticos. Ibon emparejaba a Djedovic con Jovic cuando el serbio tomaba las riendas. Las faltas de Sima y Perry obligaron a adelantar la salida de Kravish, perdido lógicamente en sus primeros minutos de la temporada, y a que Carter jugara unos minutos de base. El Valencia Básket empezó a leer mejor el ataque rival y el Unicaja a fallar tiros liberados de tres que hasta entonces había metido. El partido entró en un momento de peor baloncesto, con pérdidas y precipitaciones de los dos equipos, algún correcalles, con alguna bola para haberse marchado por siete u ocho puntos. Pero Jones metía sobre la bocina una canasta que dejaba la diferencia en un punto (38-37) al descanso.
En la segunda parte el partido siguió derroteros parecidos, con el Unicaja estirando, tuvo hasta 11 puntos de renta tras triples lejanos de Barreiro y Perry. Quizá llegó antes la distancia que el juego. Y el Valencia recuperó rápidamente con otro parcial de 0-10. Ojeleye, el año pasado a las órdenes de Scariolo en Bolonia, pasó por encima de Taylor. Era raro ver a Alberto Díaz perder dos balones seguidos en dos transiciones por arriesgar pase. O a Osetkowski sacar mal dos bolas tras robo o rebote. El Valencia, con la táctica del conejo, se sentía libre y poderoso. Jones fobernaba y no hacían falta demasiados puntos interiores. Los grandes percutían y dominaban el rebote ante un Unicaja que veía cómo se iba el partido (55-64). Una reacción corajuda, con buenas defensas, dejó al equipo a dos puntos (64-66). Pero cuando no se pudo correr se tendió al Perrysistema. Y no suele ser un buen síntoma cuando se depende en exceso del base americano tanto para generar como para anotar. Hay ya más conocimiento en la Liga de cómo funciona el Unicaja, que ha tenido un frenazo en Zaragoza y ante el Valencia. Dos derrotas seguidas que recuerdan que hay que mejorar. Es sólo el principio de un largo camino.
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