El Unicaja es la revolución (82-93)

El Unicaja se convierte en el primer equipo de la historia que elimina al Barça y el Madrid en la misma edición para acceder a la final de la Copa del Rey en una exhibición de juego

Júbilo en Málaga

Osetkowski y Alberto Díaz celebran.
Osetkowski y Alberto Díaz celebran. / Acb Photo

Es la revolución del Unicaja, que ha reventado la Copa del Rey. Está a 40 minutos de conseguir alzar en título en la mayor gesta que vio el baloncesto español. Nadie, jamás, tumbó al Barcelona y al Real Madrid en una misma edición de este torneo desde que hace 40 años se instauró este mágico formato. En tiempos en los que se pensaba que los transatlánticos futboleros eran inabordables, el Unicaja ha sido mejor que ellos, por derecho. “Estoy aquí y te voy a ganar”, es el mensaje implícito en cómo ha jugado el equipo de Ibon Navarro, que está dando un clínic de baloncesto, en estos dos partidos. Mentalidad dura, cabeza fría, corazón caliente. “Queda un partido”, decía Osetkowski ante el público enfervorizado del Olímpic. Ése es el espíritu. Porque el Unicaja está en la final por derecho, dándole un baño a los dos gigantes. Se podrá perder, pero la actitud es la que debe ser.

Fue un baño de baloncesto tremendo al Real Madrid (82-93). Un pulso de fuerza igualada en la primera mitad y una exhibición de juego, con Ibon sentando cátedra y un grupo de lobos hambrientos y sedientos que ha venido a Badalona a levantar un título. Por juego está siendo sensacional, una maravilla. Ha tumbado a dos de los tres mejores equipos de Europa rebasándole. Lo fácil es apelar a la casta y los huevos, pero sería un erróneo análisis. Ha sido el noble arte del baloncesto el que ha llevado al equipo malagueño a la cuarta final de Copa de su historia, 2005, 2009 y 2020. Lo ha sublimado en estos dos días. Pero, ojo, queda una final.

Fue una sinfonía maravillosa, una ejecución perfecta del plan de partido, con todos los jugadores a un nivel estelar, hasta los que no anotaron. La profundidad de plantilla cajista, que ha macerado el técnico vitoriano en un tiempo récord, permite que el héroe de los cuartos, Darío Brizuela, se queda en un punto después de meter 27. Y que el equipo no lo note. Los rivales han perseguido sombras en estos dos primeros encuentros. Tavares causa pavor. ¿Qué ocurre? Los dos pívots, Kravish y Osetkowski, meten 34 puntos, castigándole desde fuera y también leyendo bien alguna ayuda del gigante. ¿Que el partido está en el rebote? El Unicaja concede un número apenas fisiológico de rechaces en su aro, cinco. Una proeza ante la caballería blanca, con cinco jugadores con más de dos metros simultáneamente en pista. Se vence en el cómputo global de esa faceta esencial (34-25), algo impensable en el encuentro.

El Unicaja masticó bien el partido. Un primer tiempo que se movió en un estrecho margen, cuatro puntos a favor del Madrid y tres a favor de los malagueños como tope. Alternativas, pero el partido que el Unicaja quería. Kravish haciendo daño. ¿No está fino Brizuela? Lo está Carter, con aplomo y seguridad para leer ventajas en bloqueos y continuaciones que no suele exhibir para repartir más asistencias que nadie (cinco). En la orquesta de Ibon nadie sobra y todos hacen falta. Ejim hace trabajo de zapa y ahí está el Unicaja al final del primer tiempo (39-39).

La salida tras el descanso es esencial. Al Unicaja no le tiemblan las piernas y empieza a poner un ritmo anotador excepcional, fueron 54 puntos en la segunda mitad. El tío Will vuelve a sacar la sombrilla y la silla de playa para colocarse en la esquina derecha del ataque madridista. Y allí ordena el juego como un guardia de tráfico y hace añicos la defensa blanca. Vuela el Unicaja, vuela el Olímpic, un pequeño Carpena que quiere una final sin futboleros y sin equipos de Euroliga, como así será. Hay momentos claves. Un triple de Kalinoski para colocar el +7, otro de Kravish para el +9. Pasa la frontera de los 10 puntos y el triunfo empieza a tocarse (66-80), pero una antideportiva de Ejim cuando falla una canasta para el +14 de nuevo propicia que el Madrid baje a ocho. Nervios de acero, aplomo. El lenguaje corporal del Unicaja es espectacular, los jugadores del banquillo avisan de cambios tácticos del Madrid a los técnicos, los del campo piden tranquilidad a los que están fuera para que no caiga una técnica. Musa y Tavares salen con golpes porque el Unicaja hace una guerra de cada rebote, como hay que jugar estos partidos. Cada tiempo muerto de Ibon es una respuesta con varias acciones positivas. Y sí, es verdad, hay que pellizcarse, pero el Unicaja está en la antesala del quinto título de su historia después de dos exhibiciones monumentales ante los dos mejores equipos del baloncesto español y la superélite europea. “Si mañana no ganamos, esto no vale de nada”, aleccionaba Alberto Díaz a la grada al acabar. El capitán sabe cosas. Y quiere una foto como las de Berni Rodríguez y Carlos Suárez.

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