Un alma en pena (96-57)
Resultado y crónica del Valencia - Unicaja Baloncesto
Ridículo malagueño en Valencia, donde el Unicaja es zarandeado por un Valencia más hambriento y acertado que hizo sangre con saña
Ni rastro del equipo que, a finales de septiembre, ilusionó en el primer partido oficial con un gran partido ante el Valencia Básket. La comparación actual es indigna. En abril, el Valencia es un cañón, ya tiene la Eurocup y el billete para la Euroliga. Y hambre de sobra porque se siente poderoso y disfruta. Quiso hace sangre y la hizo, con un contundente 96-57, ante un Unicaja que es a día de hoy un alma en pena, un fantasma. Un equipo que transmite unas sensaciones pésimas, que se ha desplomado. Ha perdido ocho de sus últimos 12 partidos oficiales, no gana desde 2018 lejos del Carpena en la ACB y la perspectiva es que la temporada se va por el desagüe, otra vez de manera triste.
El sorpasso valenciano es un hecho. Sí, tiene más presupuesto, Juan Roig ha aumentado la inversión y tiene más poderío. Como lo tenía en 2004, cuando se cambió la historia arrebatándole una eliminatoria que valió una década larga de prevalencia del Unicaja. Pero definitivamente se le ha entregado el testigo al cuadro valenciano, ya hay cuatro clubes claramente mejores en el baloncesto español que el Unicaja. El balance es abrumador, 15-5 en los enfrentamientos directos para los taronjas, en los últimos cinco años. Apenas queda ese milagro de la Eurocup como recuerdo bello ante los valecianos. Lo demás son golpes en el hígado, el último este funesto miércoles en La Fonteta.
El regodeo empezó antes del partido, con la subida de la bandera conmemorativa del título de la Eurocup al techo de La Fonteta. Siguió durante el partido, desde el primer cuarto (25-16) pasando por el descanso (48-27), cuando el partido estaba ya decidido. Jugó, de manera sintomática, el Unicaja último minuto del primer tiempo con Morgan Stilma y Viny Okouo simultáneamente en pista. El mensaje era evidente para Wiltjer, Lessort y Shermadini. También evidencia el desconcierto que existe ahora mismo en el banquillo y la plantilla.
El Unicaja en ningún momento supo igualar el deseo del Valencia, que le dio una lección mientras hubo partido real. Negando opciones de tiros fáciles, entrando insaciables al rebote de ataque, otra vez una fuga intolerable en el aro propio. Apenas encontró algo de alimento en los triples de Salin y Waczynski. Si en una canasta había un movimiento de balón ágil, circulaciones y situaciones de tiro claras, en la otra no había nada de eso, un dolor de muelas. Ello explicaba la creciente distancia, sin que hubiera remedio desde las piezas que salían desde el banquillo. Ni ideas nuevas que cambiaran la tendencia.
Ya se otea el play off, que aún habrá que amarrar en lo que queda de temporada regular, y el Unicaja es hoy peor equipo que en noviembre, mucho peor. Sin personalidad para ganar fuera de casa (con la excepción del primer partido ante el Alba) en meses, con defectos estructurales irresolubles y con crecientes gestos en el lenguaje corporal de los jugadores de que esto no funciona ni lo hará. Jaime Fernández y Alberto Díaz pagan la inactividad y aún distan de su mejor nivel. Sin Carlos Suárez, el equipo queda aún más desnudo. Pero escudarse en las bajas es hacerse trampas al solitario, intentar engañarse. La temporada se va al garete y, con ella, se pueden despeñar varios jugadores. Y puede que el entrenador. Habrá que mirar también hacia arriba, obviamente, no sólo en la pista.
El segundo tiempo fue a beneficio de inventario. Viny tuvo minutos en la salida y el Valencia bajó algo el pistón. Pero rápidamente se enchufó y llevó la distancia hasta por encima de la frontera de los 30 puntos. Y hasta los 40. Lo que se ha convertido en casi rutinario cuando se va a Valencia. Un rival que quizá ya no se deba considerar directo porque está claramente por encima en el escalafón. Igual que se escapó el tren del Baskonia se va marchando el valenciano. Y van sonando bien otros proyectos que llegan por detrás con la ilusión de pisar tierra nueva o reconquistarla. Algo que el Unicaja no puede hacer por la brillante historia de sus dos últimas décadas. Una sensación difícil de digerir. Pero a la que, tristemente, hay que acostumbrarse.
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