Un caníbal vestido de blanco

Copa del Rey de Baloncesto Málaga 2020

El Real Madrid esconde su espíritu de depredador de finales en un año con altibajos en el juego pero con fiabilidad en las clasificaciones

Lance del partido de semifinales entre el Real Madrid y el Valencia. / Acb Photo
A. Espinal

16 de febrero 2020 - 09:00

Málaga/48 finales y 27 títulos, ésas son sus credenciales en el torneo de baloncesto más antiguo de la Península Ibérica, la Copa del Rey antes de la presente edición malagueña. Hay que sumar otra final y, quien sabe si otro trofeo. El transatlántico llamado Real Madrid defrauda poco en las citas importantes desde que Pablo Laso está al mando. Este verano volvieron a escucharse voces que pedían una renovación amplia de la plantilla mientras el club movía sus fichas en las incorporaciones para contar con jugadores ya conocidos, tal vez menos mediáticos de lo que esperaba el gran públicos, pero de eficacia demostrada. Irregular por definición esta temporada, el equipo encaja parciales grandes que es capaz de remontar casi por arte de magia.

En Euroliga y en la ACB han tenido más de un caso así y no sobreviven, avanzan. Laso distribuye minutos y se ha apoyado en tipos como Deck y la gran forma de Laprovittola para navegar con mejores resultados que sensaciones: a estas alturas de la temporada sólo el Anadolu Efes ha ganado más partidos que el equipo merengue en la Euroliga y Laso mantiene segundo a su escuadra en la ACB. Nada que temer y sin embargo se ha dudado de hombres como Llull, y la rotación sufre con el estado físico de algunas piezas tan enormes como Rudy Fernández, quien tuvo una presencia testimonial en el arranque de la competición que se celebra en la capital de la Costa del Sol. No está bien. La profundidad de plantilla le permite rotar un extranjero en esta Copa del Rey como ha hecho entre los cuartos y las semifinales. Thompkins sustituyó a Mickey. El juego del ala-pívot de Dallas no fue lo más destacado del choque de cuartos contra el Bilbao.

Laso conoce a su plantilla, entiende la exigencia de una temporada repleta de partidos en la que debe de guardarle esfuerzos a los hombres con más experiencia que coinciden con los que cambian finales apretados por títulos. Porque en las finales de Copa, el Madrid se alimenta de su estilo, de sus ganas por correr de sus pequeños detalles que permiten tiros fáciles a sujetos tan disciplinados y eficaces como Carroll o tan mortíferos como Llull. Para acabar exprimiendo a sus estrellas en el momento clave, el estilo vivo y total de la armada argentina asentada en la casa merengue está siendo clave en este tramo de la temporada. Laprovittola, Deck y Campazzo son parte de los cimientos de un equipo como la selección Argentina, ahí es nada.

Para colmo piezas con menos focos como Taylor o Causeur tienen argumentos para desequilibrar un partido en un día inspirado. No son la parte más alta de la pirámide merengue, pero pueden ser claves.

Los tipos altos de este Madrid también son dinamita. La presencia de Tavares, el polivalente Randolph y el aporte de Thompkins. Todos saben exactamente cómo quiere Laso que jueguen, algo que les ha costado más a otros equipos de alto nivel con demasiados cambios en su plantel en verano. Tantas piezas con vitrinas relucientes forman parte de un equipo que aspira a ganarlo todo aunque sus vaivenes, sus desconexiones puntuales, no le permitan tener un cartel del favorito tan grande como en otras temporadas. Pero hay algo que a menudo olvidan los mentideros en torno al equipo blanco: es un caníbal cuando huele un título.

Devora variantes defensivas rivales, encuentra rupturas de ritmo del partido por las bravas. A base de perímetro, de talento o de sistemas. Normalmente, cuando el rival aprovecha una pequeña siesta merengue sabe que le espera una respuesta dura en el cuarto siguiente. Así funciona el Madrid, que llegó como un gigante dormido a la competición pero fue capaz de resolver una y otra vez los problemas de cada jornada copera con inteligencia.

Desde el sábado la motivación se multiplicaba por horas. Algo muy peligroso para los rivales del Real Madrid, que encuentra el baloncesto de alta escuela a partir del coraje. Es una bronca permanente a la intensidad del rival. Cuando puede, el físico de las piezas clave se lo permite y el contrario entra en esa inferioridad mental de jugar contra un caníbal deportivo, que hace lo imposible justo en el momento apropiado. Es la mano para ganar la partida del proyecto Laso: lo sembrado, lo ganado, el éxito conocido.

Las incógnitas para la final será el estado físico de hombres como Rudy Fernández. Permanentemente entre algodones, peor capaz de desequilibrar en defensa o en ataque. Como Llull sigue su camino hacia un buen estado físico cuando la temporada le demanda. Otras piezas como Felipe Reyes es posible que tengan algo que decir en un partido tan importante como la final. El caníbal vestido de blanco tiene otra cita con un partido histórico. Manda la Copa.

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