La fuerza de la manada
Varios detalles de unión grupal que destacaron en una victoria ante el Barcelona que despertó los mejores sentimientos en la afición malagueña en el Olímpic
La resiliencia de Brizuela
“El Unicaja es un equipo muy emocional”, definía en la previa del partido a su rival Chus Mateo, entrenador del Real Madrid. Cinco años en Málaga le valen para conocer bien la idiosincrasia del club. Se refería a lo que transmite el equipo dirigido por Ibon Navarro. No han sido semanas fáciles en el vestuario. La gestión de las derrotas ante el Gran Canaria, donde el equipo se sintió ultrajado por el arbitraje, fue dura, como perder ante el Baskonia un partido que se ganaba por 14 puntos mediado el tercer el cuarto. Nada comparado con lo que le ocurrió humanamente a Darío Brizuela. Su hijo Bruno, aún en la UCI, debió ser operado de urgencia a finales de la semana pasada. “Los peores días de mi vida”, decía el escolta vasco tras el encuentro entre lágrimas. Se derrumbó después de unos días al límite.
Se había pedido discreción por lo delicado del asunto, desde la Federación obviamente se le respetó el deseo de jugador de estar tras la Copa unos días con su familia y no jugar los partidos ante Islandia e Italia de las ventanas. El vestuario le arropó. Empezando por su íntimo amigo Alberto Díaz, pero también el núcleo americano. Tyson Carter era el primero que se acercó cuando acabó el partido. Y en el vestuario, tras el encuentro, Dylan Osetkowski hizo un discurso que puso los pelos de punta a los compañeros y a quien allí estaba sobre lo que había hecho Darío y la lección que le había dado a todos jugando a ese nivel, tirando del equipo, tras lo que había ocurrido. El americano había anotado la canasta bisagra del partido, ese triple de alta dificultad para empatar el duelo a un minuto, volviéndose y pidiendo a la afición malagueña más candela.
“Este es un equipo especial”, decía aún en caliente Kendrick Perry sobre para destacar la fuerza de un bloque en el que el jugador con más minutos en pista en un partido con prórroga y con una rotación de un jugador menos tras la lesión de Sima fue el propio base de pasaporte montenegrino, con 26 minutos. Esa gestión de vestuario que no sólo afecta a lo deportivo sino a lo humano y que rebasa las fronteras del 28x15 se apunta en el interior del grupo como una de las claves para el buen funcionamiento del equipo malagueño.
Hubo más detalles de grupo especial. Tras la técnica a Ibon, la imagen de los cinco jugadores en cancha abrazados junto a él para intentar canalizar la energía y conjurarse para el último esfuerzo, el descanso de la prórroga apurado hasta el final mientras el Barcelona estaba 30 segundos antes... Al final el partido está en que la bomba con nieve de Perry bota dos veces en el aro y entra y en que el tiro de Laprovittola que hubiera propiciado el dos más uno se sale. Pero la fuerza de la manada empuja, también en situaciones complicadas. El Madrid ya sabe que enfrente habrá batalla.
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