El impacto Ibon Navarro
Este jueves se cumple un año desde su llegada al Unicaja: alma máter del actual proyecto, el encargado de reconducir el rumbo del club después de la peor temporada de su historia
30 victorias y 19 derrotas, su bagaje en 365 días de montaña rusa
Este jueves se cumple un año del aterrizaje de Ibon Navarro en el Unicaja. De forma casual, inesperada, de la volatilidad que sufren los entrenadores, al vitoriano le esperaba un destino caprichoso después de haber salido de Andorra, su primer proyecto sólido y con su firma, donde se hizo historia. Aún de luto y el dolor que le supuso decir adiós al Principado, recibió la llamada desde Málaga, justo al terminar de arrastrar el escudo, por enésima vez, en Zaragoza, con una continuidad de Fotis Katsikaris que ya era insostenible, injustificable por las sensaciones que daba el equipo sobre el parqué; prácticamente ipso facto, se pusieron los altos dirigente del club manos a la obra para cerrar la llegada del vasco. Una tentación irrechazable, el reto más ambicioso de su carrera: reconducir el rumbo del Unicaja y devolverlo a su sitio, sabiendo que se tenía que pagar el peaje de acabar la temporada pasada, la que iba camino de ser la peor de la historia del club. Desgraciadamente, así fue. La negociación tuvo su complejidad, pero en Los Guindos tenían claro que no era algo temporal, pero se quería tener potestad en verano para decidir, aunque de forma sibilina la intención de ambas partes era construir un binomio fuerte y sólido.
365 días que han dado para mucho. Tuvo que tragar el preparador cajista con una plantilla que no le daba opciones de hacerse notar como gestor de grupo, también en lo baloncestístico. Un ambiente de autodestrucción, sin química, un equipo acostumbrado a perder y donde la falta de valores identitarios con el club brillaban por su ausencia. Difícil aceptar un contexto así, pero Ibon Navarro decidió meterse en el berenjenal que era en ese momento dirigir al Unicaja, demolido también socialmente; con un Martín Carpena apagado, y los adeptos que aún quedaban inmersos en la desgana. Los resultados al final de temporada fueron desastrosos, con seis derrotas seguidas al final, de ridículo en ridículo, que pusieron por momentos en duda su continuidad, también hizo mucha pupa a su figura la ronda de cuartos en BCL con Manresa. Se habló poco de la racha de cinco triunfos que se consiguió en primavera, que sirvió para ahuyentar un descenso a LEB Oro, porque si el Unicaja hubiese llegado a las últimas jornadas con opciones de bajar, quizás no se hubiese mantenido. Sin embargo, pese a que incluso un sector de la afición fue escéptico con su continuidad, el club no dudó un ápice de que Ibon Navarro debía comandar el nuevo proyecto, ahora sí como arquitecto y no recibiendo una herencia envenenada.
Juanma Rodríguez e Ibon Navarro se encargaron de construir lo que es hoy este Unicaja: una plantilla experimentada, fiable, adaptada a lo que te exige el baloncesto actual, y con carácter ganador, sobre todo esto último. Mientras López Nieto buscaba soluciones para seguir en BCL, condición indispensable para el crecimiento, se tuvieron que tomar decisiones nada sencillas: el adiós de Carlos Suárez, o la marcha de los canteranos Francis Alonso y Rubén Guerrero, entre otras. Difícil digerirlas, pero estabas obligado a ello. A partir del final de verano, se produce un subidón fulgurante, con esa fase previa de BCL que se supera, el punto de partida para que el Unicaja, de los nueve fichajes, complete una primera mitad de temporada muy sólida, asentado entre los cinco mejores de la Liga Endesa, clasificado para la Copa y muy bien posicionado para ganar la BCL, el gran objetivo del club esta temporada. Y todo con un Carpena que ha recuperado el colorido de antaño, entregado a su equipo y donde se supera el ambiente festivo del partido anterior. Un Unicaja que además encandila por su forma de jugar y arrollar, otra seña de identidad de este equipo. ¿El techo? Aún desconocido, pero es imposible no imaginarse cosas importantes.
Y mucha responsabilidad la tiene Ibon Navarro, muy querido, idolatrado por una afición a la que también le faltaban referencias. Es una simbiosis aparentemente perfecta, en cada presentación en el Palacio se lleva de las ovaciones más sonoras, gusta mucho su personalidad, y parece que el Unicaja ha encontrado un entrenador para años. El impacto que tuvo su llegada, hasta hoy, ha sido colosal.
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