"Me veo jugando con 40 años, amo el baloncesto y me mantiene activo"

carlos cabezas jurado. jugador de baloncesto

En la terraza del Alcazaba Premium Hostel, uno de los negocios de los que es socio, el base malagueño campeón del mundo repasa su último año y una trayectoria a la que aún quedan capítulos

Viene su vigésima temporada

"Me veo jugando con 40 años, amo el baloncesto y me mantiene activo"
José Manuel Olías

12 de agosto 2018 - 01:37

Carlos Cabezas Jurado (Málaga, 1980) tiene aún gasolina en el depósito. Tras una temporada en la que ha experimentado como nunca en su carrera, con periplos en Venezuela y Argentina, se prepara para la que será su vigésima campaña como profesional. Queda lejano ya ese ejercicio 1999/00 en el que debutó oficialmente con el Unicaja cuando Boza Maljkovic le dio la alternativa en el Palau Blaugrana. Alguna opción de la ACB, la llamada de las raíces en Uruguay... Mientras decide su futuro, Cabezas atiende a Málaga Hoy en la terraza de La Alcazaba Premium Hostel, uno de los negocios de los que es socio. Y relata un viaje alucinante de 20 años en la élite al que aún le queda algún capítulo.

-Cuéntenos cómo fue esta temporada pasada. Venezuela, Argentina...

-Un año especial, sin duda. En 6-7 meses me he hecho las Américas (risas). Primero fui a Venezuela, a un gran club como Guaros de Lara. Ese título que era el que le faltaba, la Liga Sudamericana, fue muy celebrado allí tras dos años ganando la Liga de las Américas. Lo hicimos contra Estudiantes de Concordia, de David Doblas y con Lucas Victoriano de entrenador. Al mes me renovaron para jugar la Liga de las Américas y ahí no tuvimos la misma fortuna y caímos a las primeras de cambio. Era una situación un poco rara, en el país no había liga, sólo se competía a nivel sudamericano, la liga termina ahora porque empezó muy tarde.

-¿Qué tal el país? ¿Tan mal como se dice?

-Hay de todo. Hay zonas delicadas, pero el señor Jorge Hernández, presidente del Guaros, se preocupaba de que los jugadores nacionales y extranjeros estuviéramos en casa, lo mejor posible. La infraestructura del Domo, el pabellón, y de los apartamentos y el trato en el día a día eran exquisitos, estamos sólo centrados en jugar al básket allí en Barquisimeto. Hay una creciente cultura baloncestística y me ha sorprendido el nivel de jugadores.

-Y vino el salto a Argentina.

-Quería competir tras la Liga de las Américas. A las tres semanas me llamaron del Regatas de Corrientes. Estaba allí Paolo Quinteros, con quien coincidí en Zaragoza. Me reencontré con él y fue una bonita experiencia. Estuve dos meses, el final de la temporada regular y el inicio del play off. Caímos en primera ronda con Instituto de Córdoba, que era uno de los favoritos. También pude conocer el básket argentino y me llevé una grata impresión. Hay mucho argentino bueno que pronto vamos a ver por aquí. Hay nivel de juego, es una Liga competitiva. Por ejemplo, jugué dos veces contra Deck, que ahora lo fichó el Madrid. Un jugador muy completo. Tendrá que adaptarse a España, pero era el mejor de la Liga, hace muchas cosas distintas en las pistas. Hay que saber jugar al básket para hacerlo bien en Argentina. Se exige carácter.

-¿Hay cultura de básket?

-Mucha, los estadios se ponen bien. Para mi gusto hay demasiados partidos durante la semana, es un ritmo NBA y creo que no hay aún las infraestructuras adecuadas. Pero es como creen allí que pueden evolucionar. La verdad es que fue una experiencia enriquecedora.

-¿Pudo ver a Walter Herrmann y Pepe Sánchez?

-A Walter sí. Estuve comiendo con él. Estaba disfrutando de la familia y dando charlas motivacionales por todo el país. Pudimos echar un rato en Corrientes y me he reencontrado con mucha gente. A Pepe no pude verlo. Sí con Nico Gianella, Gutiérrez... Muchos jugadores argentinos que pasaron por España y recordamos buenos momentos.

-Y tocó conocer sus raíces en Uruguay.

-Fue muy emotivo. Por mi padre ha seguido mucha gente mi carrera. Era el momento, terminar la temporada y unos días de vacaciones. Era cruzar el Río de la Plata y estaba en Montevideo y no me lo hubiera perdonado. Me hubiera gustado ir antes pero tuve muchos veranos con las selecciones y no se había dado. Me he quedado maravillado del país, de la cultura futbolística y deportiva en general que hay. Durante toda mi carrera he coincidido con uruguayos pero he podido conocer más en profundidad ahora. Compartí mate y asados con familia y amigos de mi padre. También tuve suerte de que coincidió la final de la Liga de Uruguay, Malvín contra Aguada. Ganó Malvín en el séptimo partido y vi los dos últimos. Empujan, hay mucha garra. Está por allí Esteban Batista, vimos que salió Jayson Granger, ahora viene a Burgos Bruno Fitipaldo... Salen jugadores que van a Argentina y cada vez va creciendo más. Jugué también contra Panchi Barrera, que está en el Comodoro Rivadavia de Argentina. Estuvimos recordando, de hecho él se quedó cuando estuvo en Málaga en un piso mío. En general, todo muy emotivo. Charlamos un rato y al final te queda eso del básket, recordar buenos momentos y la gente que conoces.

-Allí fue su abuelo Nelson quien comenzó la estirpe Cabezas.

-Sí, él jugaba al baloncesto y al fútbol. Más al básket por el cuerpo que tenía. Eran otros tiempos, no llegó a profesional, pero siempre fue un enamorado del deporte y se lo transmitió a sus hijos. Mi tío Hugo empezó a destacar allí en Montevideo y lo fichó Bilardo para el Estudiantes de La Plata. Y de ahí lo contrató el Betis tras un gran año, eso es el año 77. Viene la familia directa para acá, también mi padre. Hace unas pruebas en el Barcelona y acaba jugando en Lugo. En Sevilla conoció a mi madre y en 1979 viene a jugar a Málaga y ya nazco yo aquí en 1980.

-¿Se ve con fuerzas para seguir jugando?

-Ya con mi edad me voy planteando año a año. Depende de físico y sensaciones. Mientras me respeten las lesiones yo tengo ganas de seguir. Hago trabajo ahora de recuperación en verano, no paro. Ahora vengo de El Higuerón, he estado allí casi dos horas haciendo cardio con Carlos Miura. También hago pista por las mañanas. Tengo suerte de no haber pasado nunca por el quirófano, no tengo ninguna dolencia seria y sigo teniendo ilusión por jugar. En Argentina he jugado 2-3 partidos por semana con 25-27 minutos por partido porque se lesionó Pepo Vidal, que es el base de la selección uruguaya junto a Granger, nada más llegar a Corrientes. En mi posición no puedes engañar mucho porque te pasan por la derecha rápido. Mientras no vea eso, puede haber Carlos Cabezas para rato.

-¿Se ve con 40 años jugando?

-Ahora mismo sí, la verdad. Cumplo 38 en noviembre, si sigo con ilusión y no me pasa nada por el camino, yo me veo. Amo el baloncesto, adoro jugar y es lo que me mantiene activo. Los que competimos y mantenemos en la sangre ese espíritu disfrutamos, mientras las lesiones me respeten, ahí me veo.

-Se ha abierto mercado en Sudamérica. Entiendo que no le da reparo volver.

-Para nada, estoy abierto a todo. Tengo las puertas abiertas en España, en Sudamérica. Uruguay es un reto que puede ser muy bonito para mis últimos años, me gustó el ambiente y todo lo que vi. Me parece un país maravilloso. No hay que viajar tanto como en Argentina y vi muchas cosas positivas que hacen que me plantee que puedo seguir allí mi carrera.

-Debutó como profesional en el Unicaja en la temporada 1999/00. Va a cumplir 20 campañas en la élite en la próxima que juegue.

-Un viaje alucinante, la verdad. Desde que empecé en infantiles en el Unicaja con el padre de Berni de entrenador me acuerdo de muchas cosas. De mi debut, de todo lo que pasé en Málaga en esos 10 años, el Khimki, el regreso a España... Son muchos recuerdos. Es lo que tiene el básket, somos personas que evolucionan y esto llega a su fin, pero aún estoy muy ilusionado por disfrutar estas temporadas en el baloncesto. Creo que todavía puedo ayudar a los más jóvenes, aportar experiencias en los momentos que hagan falta para el equipo. La verdad es que se dice pronto, 20 años.

-Aguantan aún varios de la mítica generación del 80. Pau Gasol, Felipe, usted, Navarro parece que está ahí en el alambre...

-Físicamente parece que aguantamos. Hubo otros como Raúl López, con un talento sobrenatural, al que las lesiones no le respetaron. Estoy contento por eso. Siempre que pueda hacer lo que a uno le gusta, ¿por qué irse? Otra cosa es que estuviera machacado con dolores o viera que no puedo dar un mínimo, lo dejaré entonces, ninguno de esta generación merece arrastrarse por las pistas. Seré el primero que lo deje cuando no me vea.

-Hace 19 años del oro en el Mundial junior de Lisboa. ¿Les cambió la vida?

-Sí, a nosotros y creo que al baloncesto español. Veníamos de ganar el año antes el Europeo en Bulgaria, nos llevábamos muy bien, evolucionamos... Pero lo de Lisboa fue increíble. Fue un partido televisado por TVE, le ganamos a Estados Unidos y salimos muy beneficiados de aquello. Me mandaron ahora algún mensaje con el vídeo del triple que metí en el último minuto. Obviamente después tuvimos que ir a nuestros clubes y demostrar. Pero de esos 12 jugadores, la mitad estábamos en Japón siete años después ganando el título mundial absoluto, que al final es lo más importante.

-Ha cambiado mucho el baloncesto en estos 20 años.

-Sí, es más físico y atlético. Yo he tenido, por ejemplo, que trabajar mi cuerpo. Pesaba más en mi mejor etapa de jugador. Cada año hay que bajar peso porque se resienten las rodillas y hay que perder la menos velocidad posible. Yo pesaba 94 kilos pero los movía rápido, era explosivo y también podía aguantar contactos fuertes. No era un base de 20 puntos todos los días, pero nunca me quemó la pelota. Y defensivamente siempre los entrenadores me valoraron muy bien. Sergio [Scariolo] siempre me valoró eso, recuerdo la final del Mundial que me tocó coger a Spanoulis... Jugaba contra Holden, Jasikevicius, Diamantidis y demás y daba la talla.

-Dijo una vez Scariolo que era el jugador que había entrenado que más crecía en momentos de presión.

-Es un orgullo que dijera eso Scariolo. Es un entrenador que me marcó. Cuando había una final o en los play off mis números crecían. Este año en Argentina, por ejemplo, pasó también. Me han dicho entrenadores de nivel a falta de cinco segundos 'cógela y haz lo que quieras, pero métela'. Y con jugadores top a mi lado.

-Imagino que sigue al Unicaja desde la distancia. Viene este año de entrenador Luis Casimiro, que le dirigió en Fuenlabrada.

-Por supuesto que le sigo. Es el club de mi vida, el que me marcó como jugador y como persona. No viene un entrenador, sino un gran entrenador, Luis Casimiro. Lo tuve media temporada en Fuenlabrada en un momento difícil y hubo un cambio tremendo con él, nos salvamos holgadamente después de una situación delicada. Quiso que siguiera, pero tenía entonces un proyecto interesante para irme a Murcia y decidí marcharme. Pero tengo el mejor recuerdo de él, le deseo toda la suerte del mundo. Ya conoce la ciudad y el club. Lo seguiré, seguro.

-¿Cuántas veces estuvo cerca de volver al Unicaja?

-No voy a engañar, lo que más me hubiera gustado es retirarme en Málaga, al menos jugar alguna vez más aquí. Se ha especulado, se habló varias veces... Pero por una cosa o por otra no se cerró nunca. La vida sigue y se asume, pero me hubiera gustado hacer como Jesús Lázaro en su última etapa, que nos ayudó mucho a Pepe y a mí en los mejores años del club. Me he visto en ese papel, para echarle un cable al americano de turno o a Alberto, ser su guardaespaldas. Para dar esos minutos en algún momento. Ahora tengo casi 38, pero con 34-35 estaba en Murcia jugando los mismos minutos que Campazzo y a un nivel muy alto.

-Hablando de su vida en Málaga, le va bien como empresario, parece que invirtió bien lo que gana en el baloncesto.

-He tenido la suerte de que el grupo Málaga Premium, con Elisardo Sánchez a la cabeza, un hermano para mí como Juan García y José Manuel Montalvo confiaran en mí para este Alcazaba Premium Hostel, con el Restaurante Batik y la terraza, que fue el primer proyecto en el que entré. Pensaron que podía ayudarles a nivel de imagen también, me valoraron como persona más que como deportista. Estoy en un grupo puntero en Málaga, lo último que abrió fue la cervecería La Fábrica, allí en el Soho, que va a ser un sitio de crecimiento en la ciudad, Antonio Banderas ha apostado por la zona y va a ir hacia arriba. El otro negocio es La Terraza de San Juan, otro Premium Hotel con los restaurantes Yubá y Bendito. El año pasado estuvieron aquí en La Alcazaba cuando vino la selección Pau Gasol y Sergio Rodríguez, por ejemplo. Viene gente de toda España y Europa que conocí con el baloncesto y se interesan por lo que hace Málaga Premium.

-¿No tiene pensado seguir en el baloncesto cuando deje de jugar?

-Me he querido cubrir las espaldas. Tampoco es todo idílico en el baloncesto, también te llevas decepciones. Yo intentaré seguir, porque de baloncesto es de lo que sé, he estado jugando desde los seis años y yo veo a un niño botar una pelota y sé cómo es. Esto me da una seguridad, una imagen, nunca se sabe. Pero tengo proyectos bonitos, hay un pabellón en Marbella con mi nombre, al que ahora han cambiado el parqué para ponerlo último modelo, han hecho un gran esfuerzo. Hace poco estuve allí con Sergio Scariolo, ojalá algún día se pueda jugar algún partido de pretemporada o de selección allí.

-Entrenador no quiere ser.

-No lo veo, no me motiva. Los jugadores somos un poco cabroncetes (risas). Hay muchos egos y hay mucha presión, más aún quizá que de jugador. Pero sí creo que le puedo devolver algo al baloncesto de lo que mucho que me dio, sea en Málaga o Marbella. Más adelante lo enfocaremos, creo que puedo tener el respaldo para hacer algo bonito.

-¿Seguirá la estirpe Cabezas?

-Bueno, ahí está mi sobrino Alejandro, tiene cuatro años y le pega muy bien a la pelota (risas). Es muy pequeño, pero se le ve carácter, es muy competitivo. Ahora, que disfrute y aprenda.

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