El microcosmos del Mundial sub 17 de Málaga
Ojeadores de NBA, NCAA y clubes, agentes, ex jugadores y viejos conocidos en las gradas de El Limón y el Elena Benítez
Zaccharie Risacher, el segundo malagueño
Es curiosa la experiencia de un Mundial de baloncesto de base. Los asistentes a la mayoría de los encuentros, salvo los que juega el equipo anfitrión y Estados Unidos, son básicamente familiares de los jugadores y profesionales del baloncesto. Pero las gradas tienen un buen aspecto, porque hay muchos de ellos. Así sucede en las gradas del Pabellón El Limón de Alhaurín de la Torre y el Elena Benítez de San Pedro de Alcántara en este Mundial sub 17.
Hay ojeadores de franquicias de la NBA, algunas con hasta cuatro representantes de distintos cargos de los organigramas. Sorprende el alto grado de conocimiento que tienen ya sobre los equipos participantes. Es en la categoría sub 16 donde se abre de alguna manera el cofre de sorpresas, en los distintos campeonatos continentales. La pandemia hizo que, por ejemplo, en Europa, se disputara un sucedáneo en el que España no estuvo (ya tenía plaza como organizador) por un brote de covid el verano pasado. Ello hace que el seguimiento de los jugadores en Málaga sea más intenso. Hay alguna cara conocida como el jefe de scout internacional de Cleveland, el esloveno Primoz Brezec, antiguo pívot de NBA y Euroliga.
Sorprende también la gran cantidad de entrenadores y responsables de las distintas universidades americanas. Hay más de 300 en la División I y cada vez hay más jugadores internacionales diseminados por ellas. Se valoran los fundamentos y la inteligencia baloncestística europea. Pero aquí también hay más estilos. El físico africano, la competitividad del resto de americanos, la fortaleza australiana, alguna perla asiática que pueda emerger... Las gradas bajas son un catálogo con camisetas de franquicias NBA y universidades. Los ojeadores se reparten entre las dos sedes y alternan según el programa de partidos para ver a los jugadores más interesantes.
También hay un nutrido grupo de representantes. Aunque a estas edades ya suelen estar los jugadores, sobre todo en países más desarrollados baloncestísticamente, asesorados de alguna manera, es también un buen caladero. Aunque las normas de la NCAA dicen que no pueden jugar en ellas jugadores que hayan escogido representante, hay cierta laxitud. Estos días han estado, por ejemplo, representantes con jugadores en el Unicaja, como Quique Villalobos (tras las salidas de Jaime y Alonso tendría a Brizuela sólo) e Igor Crespo, que lleva a Abromaitis.
Igualmente ha habido un curioso reencuentro de ex jugadores del Unicaja. Pasa unos meses por Málaga Pepe Sánchez, que ha venido para que su hijo conociera el lugar y disfrutar de la primavera y el verano costasoleño. Jorge Garbajosa es el presidente de la Federación Española y está pendiente de la organización, Florent Pietrus está siguiendo las evoluciones de su hijo Illan, uno de los líderes de la poderosa Francia, que ha ganado con bastante autoridad los dos partidos que ha jugado y que será primera de su grupo. También está el hijo de Stéphane Risacher, Zaccharie, pero su progenitor no ha podido desplazarse por un pequeño problema a la que fue su casa durante cuatro temporadas (2002 a 2006). Walter Herrmann fijó su residencia en Málaga pero está pasando una temporada en Argentina ahora. Podría juntarse, de hecho, casi toda la plantilla de aquel equipo campeón de 2005 y 2006 con los malagueños Berni Rodríguez y Carlos Cabezas más Jesús Lázaro y el entrenador, Sergio Scariolo, que llegará al segundo fin de semana tras jugar los partidos internacionales contra Georgia y Ucrania de la ventana de clasificación para el Mundial.
Es el particular microcosmos de un Mundial sub 17 que genera mucha atención entre el profesionalismo del baloncesto.
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