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Resultado y crónica del Unicaja Baloncesto-Herbalife Gran Canaria
Jaime Fernández, santo y seña de este Unicaja. Él pone en otro universo al equipo, le eleva el techo. Tras varios meses de calvario y peleándose con un espolón, el jugador franquicia apareció en una noche de locura. Una montaña rusa donde se siente pleno. 25 puntos y dosis de valentía cuando la pelota quemaba. Se le unieron otros locos bajitos como Alberto, Adams o Brizuela. Otro niño del Ramiro que debutó a lo grande. Un cara dura, en el buen sentido, que se ganó al Carpena antes de saltar a la madera. Una victoria necesaria, para coger mucho oxígeno y limar las carencias que aún existen. En el guateque se disfruta, pero no siempre sale cara.
Había marcador capicúa al descanso (34-43), que era un buen espejo para lo que pasaba sobre el parqué. Había salido con energía el Unicaja, muestra ese brutal mate de Adams (ver vídeo), pero pronto comenzó el Gran Canaria a plantarse sobre el Carpena, a controlar el cómo y el cuándo. Había un bonito intercambio de golpes, con Jaime Fernández y Toupane por un lado y Okoye y Shurna por el otro lado. Debutaba Brizuela, con descaro pero sin acierto, y coincidía con un fugaz despeje cajista (25-19).
Se repondrían rápido los isleños, con Harper agitando. Lo sufría el escolta vasco, que desde ahora tendrá más exigencia atrás. Ahí entraba el equipo malagueño en una cuesta abajo preocupante, una desaleración como síntoma de lo que vive en las últimas semanas. El duelo entraba en el barro y se notaba la mayor cocción de los de Katsikaris, que venían con la flecha hacia arriba a Málaga. Perdieron uno de los últimos cinco, competiéndole al Madrid en su pista. Hubo técnicas para Adams, que se fue a vestuarios con tres faltas, y para Casimiro. El arbitraje era muy cuestionado por la grada, que hervía con cada decisión. Más que un asidero, fue otro coscorrón. La diferencia se iba por encima de los 10 y sensación de inferioridad.
Se perdía ampliamente la batalla del rebote, se concedían muchas segundas oportunidades en el aro propio, y la persiana se había bajado en el triple. En el catálogo deben haber herramientas para cuando sea escaso el acierto desde fuera. Cuatro triples en 20 minutos y tres ellos habían sido en los 10 primeros. Eso producía atasco ofensivo, recurrente por la configuración del plantel, que permitía anotar nueve puntos en el segundo cuarto. Los canarios habían metido 24. Así, con el 34-43 sabido al descanso.
Pasó un momento crítico el Unicaja tras el receso, no había otro arma que Toupane, que exhibía muestrario cuando se le pide a un jugador de su calibre. No había grilletes atrás y el Gran Canaria endosaba tres triples, que volvían a disparar la distancia (42-54). Ahí Luis Casimiro tiró de su nuevo as, Brizuela. El escolta, junto con Jaime, invirtieron la cuesta. Minutos de bastante nivel, con los niños del Ramiro reventando el duelo. Se combinaron con 12 puntos para devolver la esperanza (57-60). Para entonces, en mitad de un concierto de silbato, Suárez ya había sido expulsado.
Hacía daño Harper, que con cinco puntos seguía sumando y daba mucho aire (59-64). Ahí Casimiro se entregó a los pequeños, que materializaron un triunfo de corazón en la boca y adrenalina por las nubes. Alberto con dos canastas de las que ensaya entre semana 1.000 veces en el Carpena devolvía el mando y Adams con un mate de lo mejor que se vio por Málaga y desafiando a la física ponía el 10-0 para el 69-64. Y salió con el estoque el héroe de la noche, la piedra angular de este Unicaja. Porque se sabía y se sabe, con Jaime Fernández se vive mejor.
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