Unicaja-Aliaga Petkismpor: Vendaval verdimorado (112-82)

Tritura al rival con otro recital de baloncesto para dejar claro que es el equipo más poderoso del grupo, cuyo liderato puede asegurar en dos semanas

Taylor dio el susto

Jonathan Barreiro celebra.
Jonathan Barreiro celebra. / M. G.

Más allá del nivel de los rivales, algo que también es subjetivo según el propio, el Unicaja va honrando al baloncesto en cada partido. Es difícil jugar mejor de lo que hace el equipo malagueño a este deporte. Se ganarán títulos o no, a veces puede parecer contraproducente que todavía a finales de octubre se ofrezca este nivel de juego, porque las expectativas se pueden disparar y haya después una frustración. Pero ¿por qué atormentarse con el futuro? El presente es radiante y bastante tortura la vida como para negarse el gozo que produce la máquina de Ibon Navarro, que arrasó (112-82). Le bastó medio tiempo para triturar al que, teóricamente, parecía el rival por el liderato del grupo de la Basketball Champions League, que ciertamente decepcionó. Venía con cifras de recibir poco más de 70 puntos por partido. Se entendía en parte viendo cómo su ataque era lento, posesiones largas para que ocurrieran menos cosas, pero fue inútil. En 20 minutos, el Unicaja había metido 60 puntos, tres por minuto. Un bombardeo de triples (11/16 en el primer tiempo). En cuatro minutos ya habían metido desde detrás de la línea Perry, Kalinoski (brutal su arranque de partido en los dos lados de la pista), Barreiro y Tyson Pérez, titulares con Balcerowski

El Unicaja ponía un listón defensivo alto ante un Aliaga Petkimspor que no había perdido en cinco partidos de BCL esta temporada aún, pero que en Málaga hincó la rodilla. Fluía el Unicaja, volando, encontrando posiciones sencillas para anotar. La defensa del rival era endeble, el equipo malagueño podía encontrar el aro en penetraciones con bastante facilidad, para acabar o para doblar balones abiertos. Y su rotación era más corta, lo que el cuadro de Ibon castigaba. Buenos minutos de Carter en la dirección, produciendo y encontrando a compañeros liberados, ráfaga de Djedovic, que sigue en un alto nivel en las últimas semanas. Por poner un pero, los tres jugadores sin anotar eran los tres cincos:ni Balcerowski, ni Kravish, ni Sima, aunque el catalán ofreció minutos defensivos de mucha calidad. Se celebraban las canastas de Tillie, que tenía más minutaje con la ausencia de Osetkowski. Ibon seguía pidiendo intensidad y subir las líneas, a veces con una zona presionante tras canasta. Y también forzaba una técnica para proteger a Balcerowski, que había recibido dos palos bajo el aro sin que hubieran señalado falta. Seguramente también era un mensaje para que sus jugadores mantuvieran la tensión, ya frisando con los 30 puntos de renta (60-31) antes del descanso. Cinco puntos seguidos visitantes dejaron la renta en 24 (60-36). Kameron Taylor recibía un golpe en la tibia en un salto y por precaución se le hacía descansar tras probarse ligeramente. No tenía mucho sentido arriesgar con cómo iba el partido.

En la segunda mitad bajó algo la mitad de concentración e intensidad en el Unicaja, pero siguieron cayendo buenas jugadas, momentos de nivel atrás que permitían volar y el encuentro era útil para elevar el nivel de confianza. Está arriba el de Barreiro, pero tuvo unos minutos brutales, cogiendo rebotes en ataque y produciendo para dar lustre a su ímprobo trabajo habitual. La distancia se estabilizaba en torno a los 30 puntos, pero había tramos de gran acierto, como un Tyler Kalinoski en modo de absoluto killer, con 21 puntos y mucha dinamita. 

El clásico momento de llegar a los 100 puntos generaba la atención del banquillo porque quien mete esa cifra lo toca invitar a pizza. En esta ocasión le tocará a Yankuba Sima, que metía en rectificado. Los últimos minutos fueron más correcalles y simplemente se trataba de no tener ninguna lesión para el futuro y Barreiro se llevó un corte en la ceja. Otro recital de un vendabal verdimorado. El domingo, eso sí, será un partido con mucho más filo ante un equipo de Euroliga como el Barcelona, que medirá mejor cuál es el momento más preciso de un equipo que hace cada partido una fiesta.

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