La tribuna
¿España fallida?
El cómo, cuándo y dónde lo quiero. El Unicaja sigue mutando hacia unos registros infinitos y extraordinarios, es difícil encontrar parangón en una ACB de progreso, se insiste en el mundillo que la mejor de siempre, donde el ojo del huracán es el equipo malagueño. Inabordable para ganar al Bàsquet Girona (90-73) en un partido que tenía su peligro, por cómo iba a afectar la resaca emocional de Murcia, antes de Singapur, y esa pretemporada atípica, solventada con una eficacia asombrosa. Y la fiesta en el Carpena, que ya disfruta de dos banderas más. EL club hace hueco en una de las tribunas para lo que pueda venir, de momento una temporada ACB que arrancó muy bien. Sin un baloncesto excelso, sí en una segunda parte donde el equipo se gustó, de esas victorias de equipo grande y ganador, el poso de competir los partidos, interpretarlos, el pico de trabajo antinatural para un equipo cualquiera. El equipo exhibe músculo sin querer, un baloncesto por inercia, y eso que Girona puede ser de los underdogs de la Liga, muy remozado en verano y una plantilla de nivel. Pero da igual qué le eches a este Unicaja, que da un primer aviso a la competición, expectante a lo que puede dar el campeón intercontinental y de Supercopa, el equipo de moda. Y candidato a todo. El saber canalizar todo ese ruido externo será otro reto en los próximos nueves meses.
Al Unicaja le costó unos minutos coger temperatura, una reacción entendible ante los emocionantes actos que preparó el club. Las banderas, el homenaje a Toñi, todo con un nuevo videomarcador asombroso, enorme y con una resolución que llama a la vista. Como el baloncesto del equipo a los tres minutos. Del 2-8 inicial, el Unicaja lo volteó hasta el 19-10 en el primer cuarto, parcial de 17-2 en unos instantes de bloque granítico. En la pausa, el ritmo temporizado, el Unicaja es un equipo que también te destroza, ante esa perfección en el esfuerzo. Acciones muy prometedoras de Balcerowski que ya dio una imagen convincente ante el UCAM y reforzó ese crecimiento en el equipo. Construye, da orden atrás y condiciona con sus 2.16. Recibió la primera gran ovación de la tarde (del partido), compartida con Tyson Pérez, cuya entrada al partido fue tremenda, volverá loco al Carpena y lo resucitará con un par de brincos. Con más o menos acierto, pero el cuadro malagueño está preparado ante cualquier escenario, el plan de Ibon abarca y abarca. Siguió el Unicaja en ese nivel de trabajo y concentración, con Tyson Carter en las funciones de dirigir, quizá el único jugador más desdibujado en las primeras semanas, pero su talento le hace imprevisible. Manejó el equipo esa ventaja de 8-10 puntos, pero sin dar la sensación de tenerlo controlado. Una entrada de Carter provocó la reacción de Girona, con un buen Juani Marcos, con cosas de jugador grande (29-22). Olek conectaba con Barreiro, Perry como guía, causante de un acelerón, ponía las cosas en su sitio al descanso (39-27). Le valía al Unicaja una versión diésel.
Elevó su nivel el equipo ante esa profundidad de plantilla. Quedaba un fichaje por lucir, el momento de Killian Tillie, que se acopló en el tercer cuarto y también dio unas señales muy positivas. Parte del crecimiento del Unicaja en el partido, donde el francés lideró. Alberto y Djedovic en el orden, el equipo ya reventó el partido: del 57-48, un acelerón hasta el 67-50. Tiene que construir el Girona, y el Unicaja se beneficiará en este primer tramo de temporada ante esos equipos con cimientos blandos. No bajó el ritmo el conjunto malagueño, que por momentos hizo sangre en el marcador, aprovechando esos instantes de efervescencia. El bloque coral, ningún jugador sobrepasó los veinte minutos, se lo guardará Ibon como una de las grandes noticias del partido, además de ver ese estado homogéneo de los catorce jugadores. No estuvieron Ejim y Sima. 83-58 de renta máxima, que adornó el Girona. Osetkowski, quizá el más discreto del equipo, se marchaba expulsado por doble técnica, víctima del silbato fácil el californiano. Metió al Carpena con un ruido ensordercedor, mientras el pívot agradecía el aplauso en el paseíllo. No empañó otro final placentero en el Carpena, que verbalizaba aquello de "campeones, campeones". La vida sigue igual. Victorias, un baloncesto que hipnotiza casi siempre, títulos y ese ecosistema tan idílico cada vez que el equipo comparece. La primera victoria de la temporada, de las muchas que vendrán.
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