Unicaja, los peligros de ser el equipo de moda

El estado de felicidad que atraviesa la plantilla y el club cajista también entraña algunas situaciones que pueden volverse en contra

Gasolina tras 10 partidos en 31 días

Perry, Carter y Taylor festejan en la pista. / ACB Photo / M. Pozo

Málaga/El Unicaja vive uno de sus picos históricos en todos los sentidos, desde lo que ocurre dentro de la pista hasta la comunión con la afición que es una luna de miel, con el extra de la incorporación de mucha gente joven, pasando por el peso creciente, que nunca dejó de existir pero menguó, en la sociedad malagueña, no sólo en la capital. Las caras y los gestos en los minutos de showtime del último cuarto ante el Lleida denotaban que el disfrute era espectacular. Para quienes atravesaron en la grada esos años de plomo, ominosos, con capítulos muy tristes y una caída que parecía no tener fin hay una sensación de liberación por paladear de manera tan intensa y ya durante un tiempo considerable un baloncesto de alta escuela con cierto respeto y también incredulidad, como buscando la cámara oculta. Es algo que deberá comprender el advenedizo, que lo normal no es ganar tanto como en esta era Ibon, con más de un 70% de victorias. 

El Unicaja es el equipo de moda y parece metido en una burbuja de felicidad que sólo hace crecer. Y no es cuestión de ser un estoico pero sí quizá de ser epicúreo, buscar el placer prudente que no acarree consecuencias negativas que destruyan el ideal. O sea, prepararse también para las curvas que vendrán durante la temporada. El equilibrio en el deporte es muy frágil. Se ha construido un equipo macizo, con 10 jugadores que han ganado los cuatro títulos, desde Badalona a Murcia. Y eso permite que ante hipotéticos y no deseados nubarrones haya un bloque pétreo con el que tirar para adelante. Por ello, mientras se disfruta de lo que se observa en la pista, en el club también se trabaja, desde controlando las cargas para intentar minimizar los riesgos de las inevitables lesiones hasta en los despachos preparando el futuro que vendrá.

Ser el equipo de moda también tiene sus inconvenientes. Los jugadores lucen en el escaparate y, como suele referir Ibon, en este sistema en el que nadie juega más de 20 minutos (por segundos sí lo hace Perry) los clubes de Euroliga ven un potencial caladero en el Carpena para adaptarlos a sus roles. ¿También durante la temporada? Van existiendo necesidades por lesiones o malos arranques en equipos de la máxima competición. El Unicaja tiene bien atados a sus jugadores, la mayoría de las cláusulas de rescisión durante la temporada están cercanas o rebasan el millón de euros. En las últimas ampliaciones, como Taylor y Kalinoski, se consiguió subirlas durante la campaña. No es el caso de Osetkwoski, la salida más cacareada, desde el Barcelona en verano hasta ahora el Madrid. Una vez salga la sanción, que se asemeja cada vez más al cuento de la buena pipa, habrás más certezas. Se buscan bases, aunque Perry y Carter tienen cláusulas también altas. 

La sensación es que casi cualquier jugador del actual Unicaja tendría cabida, con roles concretos, en la Euroliga, pero también hay que darle crédito a lo que han creado Ibon y su staff con el respaldo del club. No es sencillo extrapolar rendimientos después de haber jugado en un ecosistema que ha potenciado sus cualidades y escondido sus debilidades. Hay jugadores que, pasada la treintena, parecen haber encontrado su lugar en el mundo en Málaga, aunque la ambición profesional siempre esté latente. Como los egos, que no funcionan igual cuando se gana y todo son risas que cuando se pierde. Y como el orgullo de los rivales, que ven a un equipo que transmite felicidad y que juega un baloncesto primoroso disfrutar en la pista y ello motiva a combatirlo. Y, aunque se haya construido un estilo y se disponga de una de las mejores plantillas de la historia del club, un aleteo de mariposa puede cambiarlo todo.

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