Unicaja: El tonto, el feo y el malo

Reposando una derrota en Manresa que no debe cambiar la perspectiva

No eran dioses

Taylor busca un compañero.
Taylor busca un compañero. / ACB PHOTO

Málaga/El Unicaja se llevó un buen revolcón en Manresa, más doloroso por el cómo, secuencias en un partido donde el equipo malagueño se mostró más terrenal y vulnerable que nunca. La peor derrota con Ibon Navarro en el banquillo, pulverizando el 64-97 ante Lenovo Tenerife en abril de 2022, de esos días que se tocó fondo, etapa donde el escudo se arrastraba con asiduidad, el prólogo a unos tiempos de luz. El -40 es sonrojante, sí, hubo momentos de falta de actitud, esta vez el equipo no supo dirigir la frustración como otros días, pero ha adquirido este grupo un buen colchón de credibilidad, sustentado en dos títulos, el mejor inicio de temporada en la historia y con un baloncesto deslumbrante. No existe un fundamento sólido como para dudar, sí una lección sobre lo que construir, hacer tabla rasa después de unas semanas en las nubes y como si este equipo fuera impenetrable. Tampoco olvidar el camino hasta aquí. Hace una semana, el Unicaja batía al Barcelona en un partido antológico de baloncesto, de tú a tú al líder de la Euroliga, con la cascada de elogios que dicha hazaña acompañan, y que reforzaban una condición de candidato a todo, cultivada desde el arranque de verano y por la destreza de las dos temporadas anteriores, donde siempre se salió de una catástrofe como tal. Los calificativos, como diría Osetkowski en Singapur. Y que siempre adquieran ese grado, con un Unicaja que terminó líder de la ACB otra semana más.

Ya aventuraba Ibon Navarro que una derrota podía avivar el hambre en el grupo, eso y recibir una buena cura de humildad, que la ACB te exige unos mínimos de tensión, más ante un rival con la idea de devorarte, ante el campeón de Supercopa y el equipo de moda en la Liga, otro factor a manejar. El Unicaja había sorteado esos días tontos, ya hubo algún viso de relajación en La Coruña hace un par de jornadas, pero con la inercia bastaba. La base baloncestística no se esfuma, el equipo está igual de trabajado que hace una semana. La reflexión se circunscribe a un tema de actitud. Son horas de estar atónito, por el carácter competitivo que había mostrado este grupo, el no entregar nunca la cuchara. Partido que ejemplificó aquello de ser un estado de ánimo. La última vez, el recuerdo de aquel 1-3 en el arranque de la temporada pasada que dio pie a 14 victorias consecutivas y 104 días sin perder en ACB. Cuesta digerir las derrotas para un equipo acostumbrado a ganar muchísimo. En Turquía este miércoles (17:00 horas), de un partido insustancial aparentemente ante el Petkimspor de BCL, encendido tras ganar al Fenerbahce, con un liderato de grupo a tiro, el afrontarlo como una idea en persistir en la idea, recuperar las señas de identidad, apartar la angustia en el cuerpo, sonreír y continuar con una temporada que continúa siendo apasionante. "Lo importante es cómo vamos a reaccionar después de esto", decía Ibon Navarro. Y reconocer los méritos del BAXI Manresa, que además hizo de espejo. Tremendo partido del equipo de Diego Ocampo, con la materia aprendida de matar al Unicaja muchas veces; esta vez no hizo el amago de revivir.

Lección para todos, incluido el aficionado, por fortuna lo de perder quedó en una sensación olvidada. De un grupo de jugadores Euroliga, altos, buenos y guapos, a lo más horrible y nefasto de la existencia. La guillotina se desempolvó el pasado sábado. Aparece ese juego muchos meses después, el Unicaja se había movido en esa monotonía de lo celestial, síntomas hasta parecidos de cuando se bordeó el descenso a LEB Oro hace no tanto. Los caminos confluyen en ese punto de la desidia, recuerda a la teoría de la herradura. Es una derrota para mover el avispero y valorar lo que realizó el equipo en estas ocho semanas. Sí se puede acordar uno del average general, por la igualdad que se barrunta en el corte de Copa y play off, aunque se consiguió una buena renta. Días raros, pero una perspectiva que no debería variar. Joan Peñarroya, tuvo que venir uno de fuera a recordar aquello de disfrutar. Carpe diem. Que no estamos tan mal.

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