Veinte años sin cañas de azúcar en Torre del Mar

Este cultivo y la pesca fueron pilares fundamentales en la economía del municipio

El turismo y la construcción jugaron un papel crucial en su gradual desaparición

La miel de caña de Frigiliana, un tesoro único de 300 años de historia

Trabajo de la monda de la caña en Torre del Mar. / Sociedad Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga

Torre del Mar/Desde aproximadamente el siglo XII, emergió en Torre del Mar una industria que definiría el paisaje y la economía local por siglos: la caña de azúcar. Originada en tierras árabes, esta planta tropical se arraigó profundamente en la comunidad, creciendo junto a ella hasta su declive en el siglo XXI.

Según relata el historiador Antonio Guzmán, los árabes fueron pioneros en su desarrollo y exportación, considerándola un bien preciado que se comerciaba ampliamente en toda Europa. Los genoveses, establecidos en Málaga, se encargaban de llevar este oro blanco a otros mercados europeos, convirtiendo a la provincia en un centro de comercio estratégico desde tiempos antiguos.

Sin embargo, no es hasta el siglo XVI que aparecen registros documentados de fábricas de azúcar en la zona, con Torre del Mar emergiendo como un epicentro clave. La primera fábrica en estas tierras data del siglo XVIII, consolidando a Torre del Mar como un núcleo económico fundamental de este producto. Los barrios obreros se desarrollaron en torno a estas fábricas y los extensos campos de caña, proporcionando sustento y vida a sus habitantes.

La economía local prosperó gracias a esta industria durante siglos. Torre del Mar, en sus inicios un pueblo modesto, vio cómo la caña de azúcar y la pesca eran fundamentales para sus habitantes. La expansión de los cultivos no solo abarcó la costa de Málaga, sino también la de Granada, reflejando la importancia vital de la industria azucarera en la región.

El día a día de los cañicultores

Las zafras de caña de azúcar en Torre del Mar, conocidas como la monda, eran sinónimo de arduo trabajo y sacrificio. Estas cosechas, que se llevaban a cabo principalmente en los meses de marzo, abril y mayo, implicaban jornadas extenuantes bajo el sol. Los trabajadores, equipados con machetes, cortaban la caña y la apilaban, a menudo después de quemar los campos para facilitar el proceso. Esta quema dejaba a los jornaleros cubiertos de hollín y polvo, empeorando las ya de por sí duras condiciones laborales.

Agricultores de Torre del Mar recolectando cañas de azúcar / Sociedad Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga

Las mujeres y los niños también participaban en estas tareas, clasificando y cargando las cañas en mulos y carros. Las condiciones eran tan precarias que las familias enteras se trasladaban temporalmente a los campos, viviendo en alojamientos provisionales proporcionados por los dueños de las tierras. A pesar del esfuerzo, las recompensas económicas eran escasas, y el trabajo de la zafra quedó grabado en la memoria colectiva como una época de gran esfuerzo físico y sacrificio personal.

La competencia del azúcar de remolacha

A medida que el siglo XX avanzaba, la caña de azúcar en Torre del Mar se enfrentó a desafíos significativos. Las crisis de sobreproducción en el ámbito nacional e internacional golpearon duramente a la industria, exacerbadas por la competencia creciente de fábricas de azúcar de remolacha en Europa.

La remolacha azucarera se consolidó como una fuente importante de producción de azúcar a lo largo del siglo XX. A diferencia de la caña de azúcar, que requiere climas tropicales, la remolacha puede crecer en climas más templados, lo que la hizo ideal para diversas regiones de Europa. En Andalucía, la primera fábrica de azúcar de remolacha se estableció en Antequera y pronto se expandió a otras áreas.

La producción de azúcar de remolacha ofrecía varias ventajas económicas sobre la caña de azúcar. Las fábricas de remolacha eran generalmente más grandes y eficientes, permitiendo una producción a mayor escala y a costos más bajos. Esto se debió en parte a las mejoras tecnológicas y a la mecanización de la agricultura y el procesamiento. Como resultado, el azúcar de remolacha pudo competir de manera efectiva en el mercado europeo, desplazando gradualmente al azúcar de caña en muchas áreas.

El éxito de la remolacha azucarera contribuyó al declive de la industria de la caña de azúcar en Torre del Mar y otras zonas de la costa andaluza. Las plantaciones de caña, que ya estaban luchando contra problemas como la falta de agua y la competencia de otros países, no pudieron mantener el ritmo con la producción más barata y eficiente del azúcar de remolacha. A medida que las fábricas cerraban, las tierras agrícolas fueron reposadas para otros usos, incluyendo el cultivo de frutas tropicales como el aguacate y el mango, o para proyectos de construcción y desarrollo turístico.

La transformación económica hacia el turismo y la construcción en el litoral torreño también desempeñó un papel crucial en la desaparición gradual de los cultivos de caña de azúcar. Los terrenos que una vez estuvieron dedicados a la agricultura fueron absorbidos por el desarrollo urbano y el cambio en las preferencias económicas del municipio.

Las últimas fábricas de azúcar de caña en Torre del Mar y Málaga cerraron sus puertas a principios del siglo XXI, marcando el fin de una era industrial que había definido la identidad económica de la provincia durante siglos. Hoy en día, solo una fábrica en Andalucía produce azúcar, reflejando la drástica reducción de un sector que una vez floreció en estas tierras.

A pesar de algunos intentos de revitalizar la producción de caña de azúcar, la realidad económica lo ha hecho inviable. "Actualmente, la escala necesaria para que una fábrica sea rentable es mucho mayor. La única fábrica de azúcar que queda en Andalucía produce a una escala colosal", señala Guzmán. Sin embargo, algunas pequeñas iniciativas, como la producción de miel de caña en Frigiliana y el zumo de caña en Nerja, han logrado mantener viva parte de esta tradición en la Axarquía.

Hoy en día, la caña de azúcar en Torre del Mar perdura en la nostalgia de quienes recuerdan sus campos interminables y el dulce aroma de una industria que ya no está presente en el municipio. Los intentos por revivir este cultivo han sido escasos, enfrentándose a desafíos insuperables en un municipio donde este producto ya no tan demandado.

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