Ruta de Canillas de Aceituno a Periana: la octava etapa de la Gran Senda de Málaga
Redescubriendo Málaga tras el coronavirus
El trazado, de unos 30 kilómetros, encuentra a su paso Alcaucín y La Viñuela
Completada la etapa 7 de la Gran Senda de Málaga, que une Cómpeta con Canillas de Aceituno —donde ya se ha comenzado a instalar el que será el próximo Caminito del Rey—, el caminante se adentra en el octavo recorrido, entre Canillas de Aceituno y Periana. Una ruta por el interior de la provincia que arranca saliendo del municipio canillero por su vertiente oeste y que nos llevará al valle de la Fájara donde coinciden dos barrancos de interés: el de los Tajos Lisos y el de la cueva de Don Pedro.
Ficha
Ruta: lineal.
Distancia: 30 kilómetros aprox.
Dificultad: fácil pero larga.
Inicio: Canillas de Aceituno
Meta: Periana.
Tiempo: 8-9 horas aprox.
Y como ya estamos metidos en faena y es tarde para echarnos atrás, diremos que esta ruta es un poco larga: cerca de 30 kilómetros. Por suerte, más allá de su extensión no es muy complicada ni dura (pero seguro habrá algún internauta que considere que es peligrosa, aunque no sepa decir dónde reside el peligro), lo que nos llevará completarla algo más de una jornada laboral estándar: ocho horitas de nada.
Así que tras conocer este pequeño detalle, continuemos. En la zona en la que nos encontramos veremos la cueva de las Cabras y, entre adelfas, la propia cueva de la Fájara. Esta cueva bien explorada tiene galerías que se internan hasta 1.500 metros y que en la época de lluvia recarga acuíferos que desaguan en el río Bermuza. Descendiendo un poco por el cauce, se llega a un manantial permanente.
El camino coge altura y se adentra rápidamente en el pleno parque natural de la sierra de Tejeda y Almijara. El sendero tiene partes empedradas y siempre va en ascenso, a veces entre pinos. Por su trazado nos encontraremos con una serie de caleras, entre espartos y romeros que nos besarán la frente.
Se llega a un puerto, la loma de Canillas, donde los cortados de la cantera de Alcaucín obligan a girar por un carril terrizo con viñedos a ambos lados. Hay una larga bajada que pasa por la base de la cantera, las casas se hacen más frecuentes y se llega a Alcaucín donde podremos hacer una parada estratégica si vamos bien de tiempo.
Después de un refrigerio bajaremos hacia el valle del río Alcaucín, cuyo cauce se cruza en el kilómetro octavo de nuestra ruta entre cañaverales. Más abajo nos toparemos con centenarios algarrobos poco antes de alcanzar una antigua era de grandes dimensiones cerca de la Venta Baja.
Seguimos por el arcén de la vereda del Camino Viejo de Granada, una vía pecuaria, y llegamos al diseminado del puente de Don Manuel. Ya aquí se cruza de nuevo el río Alcaucín, donde hay un bosquete de altos eucaliptos, y se llega de nuevo a la carretera de Alcaucín a la altura del puente de Salía o Zalia. De hecho, es posible ver el castillo que le da nombre a la zona, sobre un otero.
El castillo de Zalia en Alcaucín aparece citado por primera vez como cabeza de distrito de las alquerías circundantes y principal bastión defensivo de la Axarquía en el siglo XII.
Sin embargo, sus restos corresponden a una de las fortificaciones más antiguas que se conocen en la provincia, con elementos que hacen creer que este castillo bien pudiera haber sido construido por los fenicios. Posteriormente empleado por árabes y cristianos, este castillo toma su nombre de la reina Zalia, que cuenta la leyenda que bajaba a diario al río para bañarse, lo cual es mucho más de lo que se puede decir de algunos usuarios del transporte público.
Su posición estratégica entre el litoral y las altiplanicies granadinas, a través del río de Alcaucín y el bosque de Zafarraya, le hizo jugar un papel importante durante la revuelta de Umar Ibn Hafsun contra el estado cordobés. Con motivo de esta guerra ya aparece citada en el año 909.
Más adelante, en 1485, es conquistado por las tropas castellanas. Aunque se planificó su reforma, parece que no llegó a producirse y sirvió como prisión.
Otra leyenda en torno al castillo de Zalia relata que el primer obispo de Málaga, San Patricio, realizó un viaje a la villa para convertir a sus gentes, pero no logró su propósito. De modo que el Señor, como castigo, hizo que se abriera el suelo y que de él salieran miles de serpientes que durante el día mordían a los habitantes de la región (por la noche, al parecer, se retiraban a descansar las mandíbulas).
Por lo que a los pobladores, ante los constantes picotazos de las divinas sierpes, no les quedó otra que marcharse del lugar y el pueblo permaneció desierto hasta el día de hoy.
El castillo de Zalia está catalogado como Bien de Interés Cultural desde el año 1985 y todavía encierra una nota histórica más: hay quien se pregunta si estos restos son los de la antigua Odyscia, donde tuvieron lugar las aventuras de Ulises, rey de Itaca, durante el viaje que realizó por nuestras tierras tras la guerra de Troya, en lugar de volver directamente a casa junto a su esposa Penélope.
Una vez nos hayamos cansado de contemplar los restos del castillo de Zalia, seguimos hacia el cerro de la Negra entres sus olivares y hacia la loma de San José para llegar a las cercanías de la localidad de La Viñuela.
Este punto es casi la mitad de la ruta y lo marca el desvío desde la calle Granada, en el centro del municipio, hacia la calle Camino de la Fuente, que nos saca del pueblo haciendo un giro hacia el oeste por la Ruta del Agua que La Viñuela ha señalado con carteles alusivos al antiguo lavadero, la zona de baños del Pozanco, Fuente Lejos, la acequia histórica y otros elementos patrimoniales y naturales ligados al arroyo de los Cortijuelos.
Lo que sigue es más agua: es un recorrido por el perímetro del pantano de La Viñuela donde estaremos a merced de unas vistas impresionantes.
De hecho, la cuesta de Guaro es un lugar perfecto para contemplar el boquete de Zafarraya o la imponente mole de Sierra Tejeda con Alcaucín blanqueando su ladera. Este punto, además, es importante porque se transita por unos metros sobre el antiguo trazado del tren entre Málaga y Ventas de Zafarraya, en funcionamiento entre 1922 y 1960. El tren de cremallera ascendía desde la Estación de Los Romanes hasta Periana.
Gana protagonismo, como es lógico, la masa de agua del pantano. Aunque el proyecto de regulación del río Guaro o río Vélez es anterior, las obras de este gran embalse se terminaron en el año 1986. Cuenta con una capacidad de 165 hectómetros cúbicos y su importancia está en que abastece a las ciudades costeras de la Axarquía y a la pujante industria de subtropicales.
Algo que viene siendo criticado por los ecologistas que advierten del colapso hídrico que puede provocar este tipo de cultivo subtropicales en la zona. Hay que señalar que la cercanía del agua al sendero que seguimos depende de la cantidad de agua que tenga el embalse en el momento de recorrerlo.
La localidad de La Viñuela ha señalizado algunos de los enclaves más importantes de la ruta perimetral del pantano, que va desde las Monjas a El Castillejo, al otro lado del embalse. De esta forma, se localiza fácilmente el poblado de los Romanes, antes mencionado.
Continuamos y pasamos por el cortijo de Vilches y desembocamos en el túnel de Pocapaja, que señala el trasvase de aguas desde los cauces del Salías, el Bermuza y el Rubite, al otro lado de la loma de Zabato. Dos promontorios calizos a ambos lados del agua, como si fueran Los Argonath de El Señor de los Anillos, marcan el paso al municipio de Periana y la localización del yacimiento arqueológico de la Capellanía, de más de dos milenios de antigüedad.
Después de un bosquete de tarajes y tras pasar por el cortijo Piñero y las Mayoralas se llega al cruce a un área recreativa desde donde el camino comienza a tomar altura y se interna de lleno en un imponente entorno agrícola, uno de los más sobresalientes que atraviesa la Gran Senda de Málaga. Los añosos troncos de los olivos centenarios rodean por completo la ruta, con tradicionales muros de piedra entre fincas.
Ascendiendo, la pista deja cada vez más abajo el vallecito del río Guaro y llega a su unión con el arroyo de Cantarranas. La entrada a Periana, por el sur, se ameniza por un tramo de empinadas laderas donde seremos testigos de pequeñas casas de labor, linderos de almendros y algunos huertecillos al pie de pequeñas albercas.
Al llegar a Periana, al fin, al cruce de la vereda de Cantillana, daremos por finalizada la etapa y, desde este punto, enviaremos todas las fotos y vídeos que hemos ido haciendo por el camino a nuestros amigos.
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